Las sevillanas cofradieras de El Pali: "En una venta que había..."
El Pali dedicó numerosas sevillanas a las imágenes titulares de nuestras cofradías
Su sangre trianera se manifestó especialmente en su gracia a la hora de cantar
Por su sangre, los ecos de la calle Trajano: Antonio el bailarín, la plaza de los Carros, la lechería del abuelo por donde pasaban tantos flamencos como Juana la Macarrona, Rafael Ortega, Habichuela, el Gloria… Y por otro lado, Triana pura y toda su gracia: su abuela Concha la Paína, donde en la calle López de Arenas todos los sábados y domingos se formaban fiestas y jaleos sin parangón…
Todos estos condicionantes se unieron para forjar en Francisco Palacios Ortega, el Pali, su afición por el cante y la música. Aunque manejaba sobradamente los fandangos alosneros, su verdadero éxito lo encontró en las sevillanas, que alcanzaron una personalidad incontestable en la voz del Pali y en su modo de ejecutarlas. Muchas de sus letras han pasado a la posteridad y resuenan en cualquier rincón no solo de la Feria, sino del día a día de la ciudad: “Sevilla tuvo una niña”, “Se perdieron los patios de mi Sevilla”, “En el corral del Conde…” Clásicos del flamenco que han conformado la identidad reciente de la ciudad.
El Pali, además, sintió gran predilección y admiración por la Semana Santa sevillana. Aún se le quiere recordar, apoyado en el respaldo de su silla de enea, leyendo el periódico un Martes Santo por la mañana esperando la cofradía de los Estudiantes: “"ay madre, madre, qué suerte que ha pasado por mi puerta el Cristo la Buena Muerte". O un Miércoles Santo con el Baratillo…
Sin embargo, hay letras del Pali que apenas han trascendido y no nos resistimos a trasladarlas a este breve artículo. Primero por su belleza y por el modo tan humano que tenía este artista de tratar la Semana Santa, identificándola con elementos del día a día, cercanos y comprensibles para el oyente menos acostumbrado; y segundo, por su significación y su carácter directo. La condensación de la historia era uno de los fuertes del Pali. Dice así esta sevillana, con aires de seguidilla, que cantó al Cachorro:
"En una venta que había / en la vereílla a Camas / murió un gitano alfarero / que Cachorro el llamaban. / Cómo sería su agonía / que un escultor que allí estaba / talló para el Patrocinio / su Cachorro de Triana".
Por eso, cuando estos días rememoren las letras del Pali, no se olviden de la profundidad de sus letras y de su profundísima pasión por la Semana Santa de Sevilla.
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