El Palquillo

La Virgen de los Dolores recorre las calles de Camas diez años después de su coronación

La Virgen de los Dolores por la calle Ángel a los sones de Coronación

Un sol asfixiante y justiciero desplegaba su invisible capa de fuego sobre los adoquines y las cales, aunque la sombra -harto cotizada- equilibraba los mercurios. Aún así, los vecinos y cofrades de Camas estuvieron, como hace diez años, como hace siglos, al lado de su Virgen de los Dolores, en cuyos labios se comprime una belleza delicada pero doliente. A las siete en punto de la tarde se abrieron las puertas de Santa María de Gracia, y antecedida por un animoso cortejo, el paso de palio de la dolorosa -rayando la hora del Jueves Santo- regresó a las calles de su pueblo. En la mente y en las retinas la calle Pureza, el Arenal, el puente, el Baratillo... 

Se cumplen diez años de una coronación verdaderamente extraordinaria. Era la primera vez que una imagen de la provincia acudía a la Catedral metropolitana para ser coronada canónicamente. Era el rumor que sobrevolaba por entre las conversaciones de los muchos cofrades que se desplazaron desde la capital para reencontrarse con la patrona camera. "Claro, yo lo recuerdo... Cuando estuvo en Santa Ana o visitó el Cachorro... El camino que hizo para llegar a Sevilla..." En esta ocasión se invirtieron los papeles. 

Poco a poco la plaza de la Cruz se pespunteó de paraguas y comentarios socarrones: "¡Cuidado al cerrarlo no nos vaya a salpicar!". Se superaban los treinta y cuatro grados pero a las ocho de la tarde, con la Virgen ubicada en el altar provisional, se inició una ceremonia profunda, emotiva, acompañada por la música del coro rociero de la filial de Camas y una generosa representación de hermandades. Entre los invitados, Ignacio Soro, hermano mayor del Gran Poder. Ocupó la cátedra Teodoro León, que marchó al finalizar la misa. 

Aunque la previsión era iniciar el recorrido de regreso en torno a las nueve de la noche, la dolorosa no abandonó la plaza de la Cruz hasta las diez menos cuarto de la noche, una vez hubo remitido el calor. Notable y considerado público en las primeras calles del recorrido, tanto autóctono como foráneo, mientras una nutrida bulla se arremolinaba en la delantera del paso hasta que se abrieron espacios en la calle Ángel. Primeros aplausos para la cuadrilla y la banda de la Cruz Roja, que acompañó durante todo el camino de vuelta interpretando una serie de marchas acordes a lo que se conmemoraba: Coronación de la Macarena, Coronación, Madre de los Gitanos Coronada... 

Especialmente emotivo fue el saludo a los sanitarios del centro de salud de la localidad, que interrumpieron brevísimamente su impagable tarea para recibir a la Virgen. El paso accedió por completo al recinto médico, y una ovación se cerró en el momento que se levantó para despedirse definitivamente. Al salir a Santa María de Gracia, los asistentes (no tanto la candelería, que se apagó por completo pero poco a poco fue recuperando color) festejaron el aire fresco e indefinido que acompañó el discurrir de la comitiva por esta arteria de la localidad. Bullicio y más vítores en la casa hermandad del Rocío, y la nota más recogida la ofreció el trío final de Se arrodilla Triana

Los relojes de los cameros marcaban las doce y media de la noche cuando el último varal se perdió por el dintel de la parroquia. Ni el calor, ni un jueves ni una primavera incontestablemente intensa diluyeron el ímpetu de los cofrades y, ni mucho menos, la devoción de un pueblo, que cada 15 de junio recuerda aquella gesta irrepetible. Una tarde sin objeción alguna, de puro disfrute cofradiero. 

Y en poco más de tres meses, el Gran Poder. 

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