Se levantaba ante el altar mayor de San Vicente desprendiendo esa virtud que en contadas ocasiones se adquiere: la permanencia, la inmutabilidad ante los tiempos. Con esas guirnaldas floreadas desparramándose por el canasto nos convertíamos, de inmediato, en cofrades de otro tiempo. Es cierta y clara esta corriente "recuperacionista" de estampas históricas que nos permiten recrear lo que alguna vez fuimos. Y se agradece, no solo como ocasión de contemplar imágenes inéditas a color sino que sirve como apoyo para nuevas creaciones y experimentaciones.
Y Las Siete Palabras consiguió que su paso de misterio se convirtiera, per se, en canon de la Sevilla romántica durante aquella reestructuración estética y organizativa que la mantuvo con vida, gracias en buena medida al impulso de Bermejo y Carballo. No pudo salir a la calle, pero quien se asomó por Cardenal Cisneros se lleva en la retina lo que alguna vez contemplaron generaciones pasadas y lo que contempló Manuel López Farfán cuando, en las filas del Soria 9, regeneró la música procesional.
Con motivo del centenario de la marcha “Pasan los campanilleros”, nuestro paso de misterio procesionará con una estética muy similar a la que lució en 1924, tanto en el atavío de las imágenes como por un exorno floral silvestre compuesto por claveles, iris, matthiolas y alhelíes,… pic.twitter.com/uFo7UdNIHt
— Archicofradía de las Siete Palabras (@7_Palabras) March 26, 2024
Estaba todo preparado. El coro, la banda del Carmen, las partituras, las gargantas y las letras. Y, por supuesto, las campanillas, aquellas que introdujo el maestro en una de sus visitas a Castilleja de la Cuesta cuando, con papel y lápiz, dispuso las primeras notas de una marcha definitiva, de una composición que iba a trascender el plano de lo popular y de lo social. Hasta el atavío de las imágenes y las flores silvestres: claveles, iris, matthiolas, alhelíes y helechos. No pudo ser, pero no importa. Son imponderables de la fiesta. El centenario de Pasan los campanilleros ha ocupado el plano musical de la Semana Santa y, allá donde se ha interpretado, mayoritariamente hemos conseguido escuchar su versión original: cantada. Como querría Farfán. Como hicieron el otro día los músicos de Las Nieves tras el palio de la Palma con La Esperanza de Triana, cantando el trío final. Solo educando se materializa lo impensable en nuestros días.
Porque no cantar los "campanilleros" es como suprimir a la infanta Margarita de Las Meninas, como borrar fragmentos narrativos de la Columna de Trajano. Serían otra cosa. Una obra nueva. El camino está abierto, y en la imaginación permanecerá ver al misterio de Las Siete Palabras como hace un siglo, marchando por la calle Alfonso XII a los sones de su marcha. Ojalá perdure y se mantenga.
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