Brocheta de carpa al samurai con albures

Calle Rioja

El premio de relatos gastronómicos de la Abacería de San Lorenzo fue a parar en su séptima edición al relato ‘Ikizukuri’, una historia con ecos de Tarantino y Murakami

jurado del certamen de relatos gastrónómicos La Abacería de San Lorenzo.
jurado del certamen de relatos gastrónómicos La Abacería de San Lorenzo. / José Ángel García

EN 2020, año de los Juegos Olímpicos de Tokyo, se cumplen los 25 años de la Abacería de San Lorenzo. En coincidencia simbólica, el premio ganador en la séptima edición del certamen de relatos gastronómicos que convoca dicho establecimiento de Teodosio esquina con Marqués de la Mina ha ido a parar a un relato titulado Ikizukuri, tipo de comida de un restaurante japonés. Un relato que hay que leer con música de Ryuichi Sakamoto de la película de Nagisha Oshima Feliz Navidad, mir. Lawrence y del que es autora María Cureses de la Vega, con residencia en Madrid.

Ganó por mayoría, pero los motivos de quienes la defendieron sonaban a unanimidad. Relato circular con tintes de película de Tarantino con guión de Murakami. Ramón López de Tejada ya se ha consagrado como un mecenas literario. En una de las mesas, digiriendo la última derrota del Betis, estaba Diego Carrasco, que hace unos cuantos años fue finalista del premio Herralde de Novela con El tesoro japonés, una premonición del regusto oriental del certamen de la Abacería.

Un jurado plural. Como muestra, un botón. O dos. La próxima cita de Javier Pérez Royo, maratoniano, catedrático de Derecho Constitucional, ex rector de la Universidad Hispalense, ex ponente del Estatuto de Carmona, tiene una cita con el Ateneo Republicano de La Coruña. El próximo compromiso de otro de los miembros del jurado, Ricardo Ríos, era la exaltación del Baratillo.

La lectura final de algunos de los relatos del certamen de La Abacería de San Lorenzo coincidió con la gran final de Master Chef Celebrity, donde pese a los elogios que Ferrán Adrià le dedicó a la trianera Paz Vega, de la que dijo que nadie había contado su vida en dos platos y un postre como había hecho esta Antoñita Colomé del siglo XXI, el oro del podio se lo llevó la nadadora catalana Ona Carbonell, curtida en los fogones de los hermanos Roca, que suenan a Rocco y sus hermanos de Visconti como si Roca Junyent, ponente de la Constitución, hubiera sido el disidente de una saga de cocineros.

En el segundo puesto hubo división de opiniones y multiplicación de chicharrones. Algunos de los miembros del jurado se inclinaban por Semblanzas, una hermosa historia, contrapunto de la ganadora, más local y anacrónica, pero muy bien escrita. Una historia de amor con dos protagonistas marginales. Puro tocino de cielo, el romance de Orejilla y Lucinda, que suena a la editorial que publicaba los libros de Agustín García Calvo. Cuando llueve los sábados mereció algunos elogios. Existencialismo de ama de casa sublimado con una receta de arroz con bogavante. El titulado La Cena completa la tendencia oriental. Una china que vivió de estudiante en la Alameda conoce en Shangai, en un seminario de Rosa Montero en el instituto Cervantes de la ciudad china, a un sevillano. Surge el amor y la incertidumbre. La historia se queda en el aire y el embrujo en Shangai, parafraseando a Juan Marsé. Se valoraron los méritos del titulado La Abacería de San Lorenzo, mermado de apoyos por el favoritismo del título.

Junto a Pérez Royo y Ricardo Ríos, completaron el jurado Carmen Prieto, Isabel Cumbreras, Mamen Otero, Santiago Sánchez Traver y quien suscribe, actuando María del Carmen Vázquez Colchero como secretaria del jurado, con voz pero sin voto. Cuando llueve los sábados, jugando con el título de uno de los relatos,siempre escampa los lunes. Cada cual se fue a sus asuntos tras aceptar como tendencia literaria lo que ya se ha convertido en una moda gastronómica: los restaurantes japoneses. El reverso del flamenco. Brocheta de carpa al samurai con albures de Coria, la alianza de las civilizaciones en aguas del Guadalquivir que nunca surcó Marco Polo.

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