Calle Rioja

Buscando a Sor Úrsula en el Parlamento de Andalucía

  • Vástago. Plácido era el mayor de los once hijos del primer presidente de la Junta de Andalucía. Después de una relación edípica, apadrinó a su padre en el Colegio de Abogados

El hijo mayor apadrina a su padre en su ingreso en el colegio de abogados.

El hijo mayor apadrina a su padre en su ingreso en el colegio de abogados.

HACÍA honor a su nombre, el mismo de su padre y de su abuelo, pero detrás de esa placidez, Plácido Fernández-Viagas Bartolomé (Tánger, 1952-Sevilla, 2021) llevaba en el currículum un máster de volcanes y una licenciatura de tormentas. Aunque su padre ya ejercía como juez en Nador, en Marruecos, los tres mayores (Plácido, Dorila, Santiago) nacieron en Tánger, la ciudad-matriz de la familia. A la que en 1948 llegó una muchachita de Valladolid, Elisa Bartolomé, porque a su padre lo habían destinado como funcionario de Correos.

Plácido hijo va viviendo los vaivenes profesionales de su padre. El traslado a Canarias, a Santa Cruz de la Palma, donde nacen sus hermanos Juan, Elisa, Olga, Belén y David. Cuando el primogénito de la saga cumple 10 años, en enero de 1962, su padre es nombrado juez en Cádiz. Allí nacen César y Blanca, la periodista de la familia. La ciudad donde su padre fue noticia. El 27 de mayo de 1978, un año después de haber sido el senador más votado de España, es elegido presidente de la Junta de Andalucía.

Los comunistas canarios se fijaron en ese joven que brillaba en ‘Cesta y Puntos’

Plácido hijo acompañó a Plácido padre en una fallida aventura, unas Memorias de África de las que da cuenta Lola Villar Lama en la biografía del primer presidente de la Junta de Andalucía. Éste se presentó para una plaza de juez en el Congo Belga, en la ciudad de Stanleyville, actual Kisangani. Su hijo Plácido lo acompañó a Madrid, donde el candidato se entrevistó con un enviado de la ONU, que dio por bueno su alto nivel de francés y autorizó la plaza. Su hijo mayor le expresó los reparos porque no sabía dónde se examinaría de cuarto y Reválida. Elisa Bartolomé, la esposa, ya con siete hijos, lo consideraba un proyecto descabellado. Ella pensó que Dios había escuchado sus plegarias cuando la revuelta simba de febrero de 1964 hizo que la ONU anulara el nombramiento. La familia salió ganando: cambiaron el Congo Belga por unas vacaciones ese verano en Grazalema.

En 1966, ya con diez hijos, la familia vuelve a Canarias. En Tenerife nace Paloma, con la que cierran el grifo de la estirpe. En su regreso a Canarias, Plácido hijo empieza a interesarse por la política. En sexto de bachiller se apunta a las Juventudes Comunistas, que lo fichan tras su deslumbrante actuación en el concurso televisivo Cesta y Puntos, que presentaba Daniel Vindel. Su padre descubre en su cuarto un ejemplar de Mundo Obrero y libros de los autores de la Escuela de Fráncfort. Se inicia una dura relación edípica, ya que el futuro presidente de la Junta renegaba de todo totalitarismo, incluido el comunista.Cuando Plácido cumple 18 años, en febrero de 1970 a su padre lo destinan como juez de primera instancia a un juzgado de Sevilla. Su hijo “lloró en el avión por la pérdida del mundo insular”, cuenta Lola Villar Rama en la citada biografía publicada por el Centro de Estudios Andaluces. En Sevilla establecerá los contactos con jóvenes comunistas de la Universidad: Carlos Castilla Plaza, hijo del psiquiatra Carlos Castilla del Pino, Javier Aristu… En menos de seis meses será detenido y encarcelado. Una mancha de la justicia franquista en su expediente que condicionará su vida en años venideros. Hará la mili en Menorca, donde con otros jóvenes vascos lo ponen a trabajar en la construcción de una carretera. En la cantina lee en un periódico que se ha producido en Portugal la revolución de los Claveles. En 1976 se presenta a las oposiciones para juez en Madrid y “a pesar de que hizo un examen extraordinario, lo suspendieron. Sus hijas mayores, Dorila y Elisa, relatan que fue la primera vez que vieron llorar a su padre”, cuenta la biógrafa del padre.

El hijo apadrinó a su padre cuando el primer presidente de la Junta ingresó en el Colegio de Abogados de Sevilla. Trabajó de letrado del Parlamento Andaluz, donde hace unos cuantos años nos invitó a una expedición maravillosa, puro realismo mágico: un recorrido por las antiguas estancias del Hospital de las Cinco Llagas buscando el espíritu del fantasma de Sor Úrsula. Una creencia victoriana del tangerino que leía a Adorno y Marcuse mientras anotaba canastas culturales en Cesta y Puntos.

Vivió de cerca la aventura política de su padre, que consiguió hitos irrepetibles como el Pacto de Antequera, el acuerdo de once partidos políticos, tantos como hijos tuvo. Un presidente que cimentó una ilusión desde medios muy precarios, un Plácido casi de Berlanga al que sólo le faltó el isocarro de Cassen como coche oficial. Y que en 1978 fue nombrado Sevillano de Honor por Radio Sevilla. La ciudad de la Justicia en la que se asentaron sus hijos de lejanos confines.

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