Calle Rioja

Caballé canta a Sevilla con ecos de Turina

  • El libro ‘El piano’ de Justo Romero termina con el perfil de un pianista búlgaro que acompañó a Montserrat Caballé en una grabación del ‘Canto a Sevilla’ de Joaquín Turina

Odelia Sever, durante su concierto en Capitanía.

Odelia Sever, durante su concierto en Capitanía. / Belén Vargas

LOS caminos del Señor son inescrutables. Y los de la música también. La pianista israelí Odelia Sever (Tel Aviv, 1964) vino hace un par de semanas a Sevilla para ofrecer un concierto benéfico en el salón de actos de Capitanía, con el ensueño de la arquitectura de Aníbal González. En el repertorio viajaba desde Johan Sebastian Bach a Michael Jackson.

Quedamos en la redacción del periódico para la entrevista. Para maquillar mi absoluta indigencia en música clásica, apenas mitigada por algunos tarareos infames, la víspera cogí de la estantería el libro El piano (Alianza) que mi amigo Justo Romero presentó en la sede que Juventudes Musicales tiene en lo que fue Pabellón Domecq en la Exposición del 29. El libro lleva el subtítulo de 52+36 para referirse a las 88 teclas de que consta todo piano, 52 blancas y 36 negras.

Con esa capa pluvial para evitar los chaparrones de mi ignorancia saludé a la pianista. En los paréntesis de la entrevista hablamos de Vladimir Nabokov y de la lejía El Milagrito cuando confesó que una de sus mejores terapias era la limpieza doméstica.

No imaginaba Odelia Sever que me iba a regalar una joya periodística. A la muerte de Montserrat Caballé, mi compañero Pablo J. Vayón repasó las diferentes presencias de Montserrat Caballé en Sevilla, con sorpresas como que nunca vino con un espectáculo propio de ópera al teatro de la Maestranza y sin embargo actuó en el Lope de Vega en uno de los programas de Cita en Sevilla. No fue al gran coliseo del 92, el edificio que diseñaron los arquitectos Luis Marín de Terán y Aurelio del Pozo, y sí lo hizo en el teatro anexo al Casino de la Exposición, obra de Vicente Traver, que sustituyó a Aníbal González como arquitecto-director de la Exposición del 29.

En el libro de Justo Romero, en la penúltima línea de su última página, aparece una curiosa presencia de Montserrat Caballé en Sevilla. El periodista y musicólogo, que ha sido director técnico de la Orquesta Bética Filarmónica y de la Orquesta de Valencia, traza el perfil de destacados pianistas. El que cierra el libro es Alexis Weissenberg, búlgaro de nacimiento en el seno de una familia judía y que se nacionalizó francés, reconocido por Herbert von Karajan como uno de los más destacados pianistas europeos.

En las últimas líneas del libro, el autor de El piano dice de este búlgaro trasterrado que “en junio de 1979 acompañó a Montserrat Caballé en una curiosa grabación del Canto a Sevilla de Turina...”. Esta obra la compuso el músico sevillano entre junio y noviembre de 1925 y se estrenó en Madrid el 23 de diciembre de 1934.

Canto a Sevilla con la voz poderosa de Montserrat Caballé. La mejor embajadora para la composiciónde un músico universal con el nombre de la ciudad. El piano, igual que el libro de Justo Romero, titula Luis Cernuda uno de los textos de su libro Ocnos, la Sevilla evocada desde su exilio de Glasgow. En él se refiere a su ilustre vecino. Turina nació en la calle Buiza yMensaque, perpendicular a la calle Acetres donde pasó sus primeros años de vida el poeta Luis Cernuda. Dos calles en el entorno comercial de Vilima.Joaquín Turina (1882-1949) le llevaba veinte años a Luis Cernuda (1902-1963). El poeta habla del músico sin nombrarlo en un libro donde tampoco menciona a Sevilla. El único nombre propio de Ocnos será el de José María Izquierdo, sevillano de la calle Castellar promotor de la Cabalgata.

Los preparativos de la entrevista con la pianista israelí me llevaron a este descubrimiento de la soprano catalana cantando a Sevilla con música de Turina con el piano de un búlgaro que en la Segunda Guerra Mundial se refugió en Palestina. El Cernuda niño evoca al Turina que ya es un consagrado. “Pared frontera de tu casa vivía la familia de aquel pianista, quien siempre ausente por tierras lejanas, en ciudades a cuyo nombre tu imaginación ponía un halo mágico, alguna vez regresaba por unas semanas a su país y los suyos”, escribe Luis Cernuda en el texto El piano. Las 88 teclas del de Joaquín Turina le advertían de su presencia. “Aunque no aprendieras su vuelta por haberle visto cruzar la calle, con su aire vagamente extranjero y demasiado artista, el piano al anochecer te lo decía”.

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