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El tirón de Curro sorprende a Sevilla

  • El cumpleaños simbólico de la mascota que diseñó Heinz Eidelmann se convierte en una apoteosis de miles de personas, la mayoría niños, que aclamaron al icono de la Expo

Curro celebra su 25 cumpleaños entre padres e hijos

El alcalde, Juan Espadas, tenía 25 años cuando se inauguró la Expo. Los que ayer celebró Curro, la mascota del certamen. Pedro Tabernero sabía que la imagen es lo que llega, que un cuarto de siglo después este pájaro con pluma de indio semínola tiene más tirón que Olivencia y Cassinello disertando juntos en Antares. Por eso, el promotor del cómic sevillano, coleccionista de no&dos, eligió a Heinz Heidelmann (República Checa, 1934-Stuttgart, 2009) para diseñar el icono cartujano.

Curro es una momia cuyo tirón ha sorprendido a los propios arqueólogos. Tan momificada estaba su memoria que hubo que recurrir a un chatarrero de Alcalá de Guadaíra para que cediera una colección de Curros que parecían la reserva de flamencos del zoo de Jerez.

La nostalgia del futuro de la que hablaba Luis García Montero en un poema está en su sitio. Los que más se acuerdan de Curro son los que nunca lo conocieron. Los niños de la Expo son hoy los padres de los niños que ayer saltaban, aplaudían, vibraban con el muñeco. El Gran Curro, que llegó desde la Puerta de Jerez por la Avenida en un Rolls Royce descapotable ante una expectación inusitada, como aquella boda real que retransmitió Pilar Miró.

El alcalde, que tenía los 25 años que ahora se celebran, acompañó a ‘Curro’ al escenario

Un cuarto de siglo después, la ciudad ha cambiado. En 1992 no se veía a la gente hablando por el móvil, no había bicicletas intercambiables. Junto a la sala del apeadero se instaló un escenario y un corralito con curros para el disfrute de los más pequeños. Todavía tienen la ranura de las cien pesetas. Los duros antiguos, que cantaba la chirigota sin imaginarse que lo iban a ser tan antiguos como los fenicios y los cartagineses.

Hace 25 años, el hijo mayor de Julio Cuesta se llamaba Julio Cuesta y tenía siete años. Ahora tiene 32 años y lo ha hecho abuelo de otro Julio Cuesta y de Ascensión. En puertas de la cuesta de Julio que en la Expo arrancó con el crespón negro por la muerte de Camarón que se llevó al traste el espectáculo que Távora había previsto con el de la Isla y con Curro Romero. El otro Curro del 92, que pisó el albero de la Maestranza. Lucía Tejero, sevillana del barrio de Pedro Salvador, ha sobrevivido 25 años a Curro, fue la que le dio vida sandunguera y aerodinámica en este recibimiento de estrella de Hollywood por la carrera oficial.El tirón de Curro debió desbordar las expectativas, porque al Ayuntamiento no se le ocurrió cortar el tráfico que venía de Entrecárceles a Hernando Colón y se vivieron escenas de apuro y tensión bien resueltas por el personal de Protección Civil. Desde que Pepe Guzmán metió su Seat 1500 en el Arquillo en marzo de 1978 no se había vuelto a vivir un conflicto tan surrealista relacionado con el tráfico.

Un chatarrero de Alcalá de Guadaíra cedió los 'Curros' para el gran recibimiento

¿Dónde está nuestro error? La canción de Alaska que cantaba el grupo parecía resumir la situación de cierto caos e imprevisión. No dejaba de ser un homenaje al espíritu de aventura, paradoja y contradicción que trajo la Expo. Después vinieron Escuela de Calor, de Radio Futura, y No dudaría, de Antonio Flores, que el solista del grupo consideraba con razón un himno generacional.Cinco alcaldes y cuatro presidentes del Gobierno después, Curro sigue siendo Curro. Niños en brazos, sobre los hombros, en carritos, subidos a las mesas. El diseñador checo que ilustró el submarino amarillo de los Beatles reinaba después de morir con un carisma que ni el Cobi de Mariscal. Cada cual llevaba su recuerdo del 92. Fue el año, 18 de julio de 1992, que Paco Sosa publicó su primer libro en Ediciones Giralda. “Era Triana en labios de la copla, de Emilio Jiménez Díaz”. El día que se inauguró la Expo, Andrés Valverde cumplía 12 años. Sus padres le regalaron el pase de temporada. 25 años después, este trianero es un especialista en la música de John Williams, esa utopía cinematográfica en la que la guerra era entre las galaxias. Lo que vino después de la Expo se asomó al abismo de la galaxia Gutenberg, pero no hay dispositivo electrónico ni artilugio que supere la ilusión de un niño, la sonrisa de un niño, el asombro que estaba en los niños llenos de miedo que convertidos en hombres dieron con Guanahaní en remotos confines. Nadie debe irse a la cama sin descubrir algo nuevo cada día. Es el legado de la Expo, el mensaje de Curro, el pájaro que como el ave Fénix remontó el vuelo de los catetos y de los hipotenusos.

Julio Cuesta respiraba por el acierto de la fecha: los niños ya no tenían cole y se habían ido los rigores del termómetro. Escuela de Calor sólo era una canción de Radio Futura. Santiago Auserón es Juan Perro y Laredo es Robles Laredo. Entre la apoteosis, pasaba José Manuel Cervera, director de la Fundación Tres Culturas en el pabellón de la Expo que Marruecos cedió al reino de España. 

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