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Patrimonio

Dar-al-imara: la otra puerta del Alcázar

  • Paseo guiado por el origen de uno de los monumentos más visitados de Sevilla, vestigios ocultos en las casas del Patio de Banderas que dan otra lectura de la historia

La primera entrada al Alcázar, desde el interior de la casa número 16 del Patio de Banderas.

La primera entrada al Alcázar, desde el interior de la casa número 16 del Patio de Banderas. / Juan Carlos Muñoz

Si se levantara el albero del Patio de Banderas lo primero que aparecería sería el Dar-al-imara, la Casa del Gobernador, que ordenó construir Abderramán III en el siglo X. Es el origen del Alcázar de Sevilla y se conserva sobre lo que son los vestigios de la basílica de San Vicente mártir, un templo paleocristiano que, a su vez, fue construido sobre un templo romano debajo del cual las excavaciones han permitido encontrar restos marinos producidos por una especie de maremoto a finales del siglo II d.C. Y hay algunas capas más que escriben el origen de la ciudad: otros restos de un primer templo posiblemente fenicio situado en una plaza porticada que corresponde con un templo dedicado a la diosa Isis; y los restos más antiguos que datan del siglo IX a.C con unas cabañas de la Edad de Hierro.

Todo se superpone en 6,5 metros de profundidad, un libro por descubrir para el público general y que desespera sin ver la luz en una cripta preparada para las visitas y cuya apertura está anunciada, sin fecha. 

La puerta al Dar-al-imara cegada en la calle Joaquín Romero Murube. La puerta al Dar-al-imara cegada en la calle Joaquín Romero Murube.

La puerta al Dar-al-imara cegada en la calle Joaquín Romero Murube. / Juan Carlos Muñoz

El guía oficial de turismo Manuel Serrano abre en una visita por la judería y el entorno del Alcázar la primera página de ese particular libro, que empieza leyéndose en un hueco cegado en la calle Joaquín Romero Murube, por la que el visitante pasa sin advertir la importancia histórica de esta puerta, que queda excluida de la tradicional visita al Alcázar, que hoy se dirige desde la Puerta del León. Justo ahí se sitúa la primera entrada que tuvo el Alcázar y puede contemplarse desde el interior de la casa número 16 del Patio de Banderas, sede de la Fundación Biodiversidad del Ministerio de Transición Ecológica, en un espacio que se ha convertido en sala de exposiciones y que está abierto al público de manera gratuita en horario de mañana.

Por ahí se accedía al Dar-al-imara, la Casa del Gobernador (año 913) que, al ampliarse, pasó a ser al-Qsar-al-Muwarak o Palacio de la Bendición (ya en el siglo XI). El califa seguía en esa época en Córdoba y ya cuando Sevilla se convirtió  en la capital de Al-Andalus se construyó un lugar para la familia real, el al-Qsar o Palacio Real (siglo XII), donde vivió Almutamid.

Maqueta que recrea cómo fue el edificio por donde se accedía al Dar-al-imara. Maqueta que recrea cómo fue el edificio por donde se accedía al Dar-al-imara.

Maqueta que recrea cómo fue el edificio por donde se accedía al Dar-al-imara. / Juan Carlos Muñoz

Dentro de la casa número 16 no sólo puede observarse la primitiva puerta y el muro de la Judería, también una maqueta que recrea cómo fue ese origen del Alcázar y que transporta al visitante a una dimensión poco conocida. Y una azotea desde la que se explica cómo fue la expansión de este recinto, que fue avanzando a través del Patio de Banderas. Así, en la casa número 8, más próxima al apeadero por donde se ordena actualmente la salida de la visita del Alcázar, aparecieron los vestigios del palacio de Almutamid, que están al lado del Patio del Yeso que los almohades construyeron en el siglo XII. Tras la conquista de la ciudad, la corte cristiana se estableció durante décadas en los antiguos espacios almohades y entre 1252 y 1260 Alfonso X aprovechó el espacio del edificio principal para construir el palacio Gótico. Y no fue hasta el siglo XIV, tras el terremoto de 1356, cuando Pedro I ordenó el derribo de tres edificios palatinos almohades para construir el palacio Mudéjar, que se adosó al Palacio Gótico, que es lo que hoy contempla el visitante.

Vistas de la Giralda desde la azotea de la casa 16 del Patio de Banderas, abierta al público. Vistas de la Giralda desde la azotea de la casa 16 del Patio de Banderas, abierta al público.

Vistas de la Giralda desde la azotea de la casa 16 del Patio de Banderas, abierta al público. / Juan Carlos Muñoz

Desde la azotea de la casa 16 se observa cómo el Alcázar se conecta con el barrio judío. Y se divisa incluso la Torre del Oro, donde acabaría el lienzo de la muralla y un plano de torres y espadañas, como la de Los Venerables, que difícilmente se observa desde otro lugar, y que ya sólo justifica la visita.

Los restos del Dar-al-imara están dispersos y escondidos en las casas que rodean en esta particular plaza de armas por donde los caballos y los carros llegaban hasta al recinto del Alcázar. De hecho, el acceso al monumento es el apeadero que el  italiano Velmondo Resta convirtió en un espacio diáfano al introducir columnas pareadas, en lugar de pilares, que impiden cerrar el espacio y que le otorgan un aspecto de iglesia, pues era un elemento que había trabajado antes en templos.  

El conocimiento del  Dar-al-imara permite entender la importancia de los restos que alberga el Patio de Banderas y explica el interés del Ayuntamiento por ir rescatando su titularidad, pues sigue siendo de Patrimonio del Estado. En la segunda República el Gobierno cedió a la ciudad el Alcázar y sus jardines, pero no las casas, lo que ha permitido que muchas hayan cambiado de manos e incluso vendido.

Vista del Patio de Banderas. Vista del Patio de Banderas.

Vista del Patio de Banderas. / Juan Carlos Muñoz

Los restos que han aparecido en las sucesivas excavaciones demuestran la necesidad de proteger este enclave con igual valor patrimonial que el Alcázar. Para ello se ha dado un paso clave hace unos días: tras cerca de tres años de espera el Alcázar ha recibido la certificación por parte de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía que acredita que las edificaciones del Patio de Banderas están dentro de la catalogación como Bien de Interés Cultural (BIC), algo que sólo tenía el recinto palaciego.

La ruta de Manuel Serrano suma a la hora de reivindicar la protección de un patrimonio y a mostrar una visita, por otra puerta, al Alcázar.

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