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Sevilla

Día de aguardiente, carreras y plásticos

  • El frío y la rapidez marcaron las salidas de Triana y Macarena. La crisis se nota en la merma de bueyes.

No hubo sol. Los abanicos se quedaron en casa. "Niña, échate algo de abrigo que la mañana pinta fresca". La frase se la decía una madre a su hija cuando salían de casa en la calle Castilla. Si se escucha un día antes, más de uno se hubiera vuelto para identificar a la mujer que se atrevía a dar dicho consejo cuando el termómetro superaba los 30. Este miércoles, sin embargo, no hacía falta buscarle rostro al enunciado. Lo podría haber dicho cualquiera a tenor de los grados que el mercurio se había dejado a lo largo de una noche que muchos vivieron con los nervios de un nuevo camino y tantos más con la resignación de que este año no había más remedio que quedarse sin pisar las arenas. 

La mañana comenzaba bien temprano en la muralla. Avanzaba la comitiva de la Hermandad Macarena cuando aún se podía escuchar el eco de las pisadas sobre los adoquines. Ahí se iniciaba la primera de las carreras, porque lo que ayer se vivió en buena parte de las corporaciones rocieras que emprendieron su peregrinar fue un auténtico maratón al que resultó complicado cogerle el ritmo. La más joven de las hermandades que salen de la capital buscó rápido su salida de la ciudad. Ha de presentarse ante la Blanca Paloma el viernes por la tarde y eso no invita a demorarse por su recorrido urbano. Atrás quedaron esos años de rezos y angosturas en Santa Ángela. Todo eso se deja ahora para la vuelta. Eso sí, una pérdida por una ganancia: la imagen de las rocieras en la basílica del Gran Poder, donde los escalones del camarín conocen sólo una vez al año el roce de los volantes que buscan un beso. Talón que despide y bendice. Después, a tragar saliva -demasiado temprano para que la emoción anude la garganta- y a seguir corriendo. 

En el antiguo arrabal la cosa no fue muy distinta. Antes de las ocho y media ya estaba colocado en la carreta el Simpecado que había portado minutos antes el alcalde de la ciudad, Juan Ignacio Zoido. Junto a él, el delegado de Fiestas Mayores, Gregorio Serrano, y el director de este departamento, Rafael Rivas, quien controló buena parte del recorrido a los caballos de los miembros de la junta de gobierno. La comitiva echó a andar tan pronto que algunos peregrinos se toparon con ella por sorpresa cuando ya se encontraba cerca del Altozano. Aquí también había prisa. Mucha. Tanta que despertó las críticas de bastantes vecinos, peregrinos y mujeres que acompañan a la hermandad hasta Castilleja de la Cuesta. "Vamos más rápidos que el año que en vez de bueyes iban mulos", le decía una vecina a la otra mientras intentaban alcanzar la carreta del Simpecado que a las nueve ya enfilaba la calle Castilla. 

Demasiada prisa para un año de efeméride. Dos siglos no se cumplen todos los rocíos. Nacho Savater, uno de los priostes de la hermandad, explicaba la causa de esta contrarreloj rociera: "Un tramo de la calle Real de Castilleja está cortada, por lo que hay que dar un gran rodeo en el municipio. Por eso, con todo el dolor de nuestro corazón, queremos ganar tiempo en el barrio". Al menos, esta carrera sirvió para amortiguar un poco el frío que cogió desprevenidos a muchos romeros. Para algunos sirvió de oportuna excusa para mostrar esas chaquetas de difícil clasificación dentro del denominado estilo neorrociero. En esto de las tendencias estéticas peregrinas siguen vigentes las camisas entalladas pese al exceso de grasa que sobresale de ciertas cinturas cual geranios de los balcones. Hablando de balcones, pese al concurso convocado por el Distrito de Triana -su delegado, Francisco Pérez, se integró ayer perfectamente como un romero más- pocos fueron los que se pudieron ver con los exornos propios. El más destacable, en este sentido, volvió a ser el que se encuentra junto a la parroquia de la O, delante de la cual se escuchó la primera sevillana del día. O casi, porque quedó silenciada a la mitad. Había que seguir corriendo. Tales prisas provocaron que algún que otro peregrino acabara de comerse la tostada que se pidió en Triana a pocos metros de subir la Cuesta del Caracol, auténtico Alpe D'Huez rociero. Menos mal que para sobrellevar este ritmo no faltaron los vasos de aguardiente que se multiplicaron por veladores y barras en detrimento del botellín, al que no se le echó mucho en falta. Antes de que dieran las diez el Simpecado de Triana -adornado con clavellinas cárdenas- se despedía de su barrio en el Cachorro. 

A esa hora los alumnos del colegio del antiguo Matadero hacían lo mismo con la Hermandad del Cerro. Rezo de flautines para los rocieros de un barrio que hoy se reflejarán por primera vez en las aguas del Betis. Coria del Río -otro pilar sin el que no se entiende esta fiesta- los espera. 

No todo fue frío y prisa. Tambien la crisis tuvo ayer su papel protagonista en la salida de las hermandades. Las cuentas no fallan. La Macarena llevó sólo una carreta de bueyes (aunque ganó la extraña presencia de tres bomberos de gala) y en Triana van 29, seis menos que en 2012. 

Y después de un mes sin que la lluvia hiciera acto de presencia, las nubes descargaron. Lo hicieron en forma de pequeñas gotas cuando se abandonaba la ciudad. Luego llegaron los buenos chaparrones para bien de los alérgicos y para mal de priostes, que tuvieron que cubrir simpecados y carretas con plásticos. La red social Twitter -el Gran Hermano del camino -se hacía eco del momento con numerosas fotos. A esa hora en la que el cielo rugía el Aljarafe era epicentro rociero. Gines dejaba su municipio y coincidía en Bormujos con la hermandad de la localidad vecina y con Macarena. Se apagaba el miércoles de mayo con los últimos rayos de un nítido sol. Un 15-M con aniversario. Dos siglos de cintas verdes en Triana. Casi .

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