El escultor y pintor Antonio Cano Correa falleció ayer a las 10:15 en la Clínica Santa Isabel de Sevilla tras sufrir un paro cardíaco. El también escritor y humanista había cumplido el pasado febrero 100 años de edad y hace 64 años fijó su residencia en Sevilla.

Cano Correa ha sido uno de los últimos artistas pertenecientes a una generación que surgió en los años veinte en Granada. De origen campesino, comenzó su formación artística en su niñez, cuando comenzó a trabajar como aprendiz en un taller de escultura religiosa granadino. En 1932, gracias a una beca municipal, pudo ampliar sus estudios en Madrid, donde cursó Bellas Artes. En esa época conoció figuras como Valle-Inclán, Pío Baroja o Buero Vallejo. En 1936 se desplazó hasta Granada para visitar a su familia, un viaje que coincidió con el estallido de la Guerra Civil. En 1939 volvió a Madrid para acabar sus estudios pero pronto regresó a Granada para trabajar en el taller de Navas Parejo, en donde conoció a la escultora Carmen Jiménez Serrano, con quien acabó casándose.

En el año 1945 ganó por oposición la plaza de Catedrático de Talla en la Escuela Superior de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría de Sevilla, en donde fijó su residencia. La pasada primavera esta institución le rindió un homenaje. Entre las creaciones de esta etapa sevillana destacan la escultura de Alfonso X en la Catedral, la portada de la Facultad de Derecho de la Fábrica de Tabacos y el pórtico de la Basílica del Gran Poder, así como el Monumento a Elcano.

Mañana domingo se celebrará una misa funeral a las 13:00 en la Iglesia de las Angustias de Granada y, posteriormente, será enterrado en el cementerio de esta misma ciudad andaluza.