1967: Frente a un ministro de Franco

Episodios sevillanos del siglo XX

ENTREGAS PUBLICADAS 24 y 31 de mayo; 7, 14, 21 y 28 de junio; 5, 12, 19 y 26 de julio; 2, 9, 16, 23 y 30 de agosto; 6, 13, 20 y 27 de septiembre; 4, 11, 18 y 25 de octubre; 1, 8, 15, 22 y 29 de noviembre; 6, 13, 20 y 27 de diciembre 2009; 3, 10, 17, 24 y 31 de enero de 2010.Los ciudadanos no deberían olvidar que cuando se destruyó gran parte del patrimonio arquitectónico fue durante el tardofranquismo y con gobiernos municipales afines al Régimen que nos había abandonado

31 de enero 2010 - 05:03

LA noche del día 6 de marzo de 1967, los medios informativos sevillanos fueron convocados para una rueda de prensa al día siguiente, por la mañana, con el ministro de Industria. La reunión habría de celebrarse en la planta primera del Ayuntamiento, donde estaba instalado provisionalmente el Gobierno Civil. El director de Abc, Joaquín Carlos López Lozano, me ordenó que fuera en representación del periódico, como redactor especializado en temas socioeconómicos y por haber seguido de cerca el asunto de la Siderúrgica del Sur.

Al entrar Gregorio López Bravo, acompañado de José Utrera Molina, en la sala donde se celebraría la reunión, coincidió con los técnicos de las emisoras locales, que estaban colocando los micrófonos sobre la mesa. El ministro, dirigiéndose a los citados técnicos, les dijo que los micrófonos no hacían falta, porque el acto consistiría en una reunión con las autoridades andaluzas y en la entrega, a los informadores, de una nota que él traía redactada.

Ya estaban quitando los micrófonos de la mesa, cuando intervine yo cerca del señor Utrera Molina, para decirle que los periódicos habían sido convocados a una rueda de prensa, y que los micrófonos eran muy útiles en una ocasión donde se trataría de asuntos técnicos y donde las intervenciones deberían ser recogidas con exactitud, para evitar falsas interpretaciones. Ante mis palabras, que significaban por su tono un ruego de que intercediera cerca del ministro para que se quedaran los micrófonos en la mesa, el señor Utrera Molina miró expresivamente al señor López Bravo, y éste, con una leve sonrisa, respondió con un movimiento afirmativo de cabeza, al mismo tiempo que se sacaba de un bolsillo de su chaqueta unos papeles y los esgrimía diciendo:

-"Es igual, que se queden los micrófonos; pero lo que aquí se va a decir es esto que traigo escrito".

-"Señor ministro -le dije, sonriente- yo he venido aquí convocado a una rueda de prensa. Para recoger una nota, Abc envía a un ordenanza".

José Utrera Molina intervino entonces para decir que, efectivamente, la noche anterior se había llamado a los periódicos diciendo que habría rueda de prensa después de la reunión. El ministro, sin perder su sonrisa, añadió:

-"Bien, pues que pregunte lo que quiera".

En la mesa se sentaron, junto al ministro de Industria, para ser informados de la situación en que se encontraba el proyecto de la cuarta siderúrgica integral, los gobernadores civiles de Cádiz, Huelva y Sevilla, Santiago Guillen Moreno, Hernán Pérez Cubillas y José Utrera Molina, respectivamente; presidentes de las Diputaciones de las tres provincias, Alvaro Domecq y Diez, Francisco Zorrero Bolaños y Carlos Serra y Pablo Romero; alcaldes de las tres capitales, marqués de Villapesadilla, Federico Molina Orta y Félix Moreno de la Cova. Cerca de la mesa se encontraban numerosos representantes sindicales y de las delegaciones ministeriales hasta llenar el Salón Colón.

Antes de comenzar la reunión, el señor López Bravo reiteró su deseo de que no funcionaran los magnetófonos, insistiendo en que era innecesario porque sus palabras las traía ya escritas, y que a los informadores les serían facilitadas las correspondientes copias.

Gregorio López Bravo había escuchado las palabras del gobernador civil de Sevilla, explicativas del acto, levemente sonriente. Después leyó algunos pasajes de la nota que ya traía redactada sobre el emplazamiento de la cuarta planta siderúrgica integral, y comentó otros, resumiéndolos. En Abc escribí al día siguiente: "En líneas generales, la nota no añade nada nuevo a cuanto se ha publicado sobre el tema en este periódico, pero la reproducimos íntegramente para que nuestros lectores conozcan con exactitud cómo piensa el ministro de Industria español".

Después de un breve cambio de impresiones entre el ministro y las autoridades provinciales, aquél dijo que los periodistas podían hacer las preguntas que consideraran oportunas.

Estábamos frente a frente, separados apenas cinco metros. Mi primera pregunta fue esta:

-"Señor ministro, ¿han tenido en cuenta las en tidades extranjeras que señalan a Sagunto como lugar no óptimo por la inexistencia de mineral de hierro suficiente para el autoabastecimiento en el Suroeste de España?"

-"No era necesario -respondió, para añadir en seguida-, se ha contado con las variaciones de que hubiera seis millones de mineral de hierro nacional y un millón extranjero".

Le respondí rápido:

-"No comprendo su afirmación. Tengo entendido que los gastos de explotación deben ser tenidos en cuenta. ¿Cómo es posible que no se contabilicen los enormes gastos de transporte que supondría el llevar el mineral hasta Levante?"

El ministro, sin perder su sonrisa, respondió:

-"Hay que tener en cuenta no sólo el gasto de transporte, sino el de agua, terrenos, etcétera. En este caso concreto, el contar con el mineral no es resolutivo".

-"Señor ministro: ello supondrá más de mil quinientos millones de pesetas anuales. ¿Cómo es posible que sean tan opuestos los resultados de los estudios realizados por las entidades extranjeras y las nacionales?"

-No existe oposición; hay unanimidad en señalar a Sagunto como el lugar más adecuado".

-"Lamento, señor ministro, que mis noticias no sean esas..."

Mi afirmación fue acogida con un impresionante silencio. Continué:

-"... Yo le puedo asegurar que el informe de Ensidesa indica que el Sur ofrece mejores condiciones generales. Es más: calcula en más de ocho mil millones de pesetas los gastos extras que se originarían en Sagunto".

El ministro, todavía sin perder su sonrisa, contestó:

-"Usted se refiere a cifras sectoriales, pero en el conjunto del estudio se observa una opinión favorable a aquella zona".

-"Yo ratifico mi anterior afirmación".

Pausa por mi parte. Mientras proseguía el diálogo, el señor López Bravo me miraba de vez en cuando, demostrando cierta extrañeza en su rostro. Mi cara, desde luego, no debía de serle del todo desconocida, pues desde hacía un año, aproximadamente, habíamos coincidido en varios actos celebrados en Andalucía, concretamente en el Campo de Gibraltar y Sevilla. Más aún: había sido portador de un mensaje suyo y del señor López Rodó para Miguel Primo de Rivera y Urquijo, la noche que pernoctaron en Jerez, y para José Luis de Pablo Romero y Cámara, aceptando hacer una breve escala en El Torbiscal, para desayunar, de paso para Sevilla.

Pero mientras guardaba silencio, yo no estaba pendiente del diálogo de los demás; en mi mente bullían los acontecimientos vividos durante los cinco años anteriores, desde que en 1962 tuve, por primera vez, noticia de que se proyectaba instalar una siderúrgica integral en el Sur, hasta el planteamiento de las razones en favor de Andalucía, en forma de catorce preguntas al ministro de Industria, hechas públicamente unas semanas antes en Abc, que habían caído en el vacío.

Levanté la mano solicitando permiso para hacer nuevas preguntas. El señor López Bravo me lo concedió, pero esta vez su rostro no se mostraba sonriente; estaba serio.

-"Señor ministro -le dije-, antes hablábamos de los factores que hay que tener en cuenta, además del mineral. Por ejemplo, el agua..."

El ministro cortó mis palabras con esta afirmación:

-"Allí hay agua".

-"No, señor ministro; allí no hay agua. Usted lo debe saber. No hace muchos días que la entidad extranjera ha encargado un estudio precisamente para que se localicen veneros..."

Nueva interrupción por parte del ministro:

-"Bueno, ¿usted sabe cuánta agua hace falta?"

La contrapregunta del señor López Bravo me dejó sin aliento. Cinco años siguiendo el tema, casi un año dedicado al estudio exhaustivo, a nivel periodístico, de cuantas razones eran favorables para el Sur, sabiendo que teníamos agua suficiente, pero sin matizar la cantidad exacta o aproximada.

Recurrí a una evasiva que consideraba legítima:

-"Don Gregorio, yo no soy ingeniero de Minas, ni siquiera un experto en siderurgia; yo soy periodista..."

Mientras pronunciaba estas palabras defensivas, mi mente trabajaba a su máxima velocidad... ¿Cantidad de agua?... ¿Cantidad de agua necesaria?... ¡Pero si apenas hacía unos minutos que lo acababa de escuchar de labios del profesor Félix Aranguren!... ¿Había yo interpretado bien las palabras del director del Instituto Geológico y Minero, en aquella breve reunión previa al acto oficial? No lo dudé; mi corazón pudo más que mi cerebro. Sobre la marcha improvisé la frase, completándola así:

-"... y no tengo que conocer ese dato... Pero sí lo sé: como mínimo, un metro cúbico por segundo".

La respuesta del ministro me hizo recobrar el aliento. Con un instintivo gesto de disgusto reflejado en su semblante, exclamó:

-"¡Vaya! En realidad ni Sagunto ni ninguna otra población tiene el agua precisa para una siderúrgica".

-"Aquí sí la hay: por ejemplo, en el Guadalete".

-"Pero habría que canalizarla".

-"Por lo menos no hay que buscarla, que es más caro".

Nueva pausa. Nuevo diálogo con otras personas. Y nueva pregunta por mi parte:

-"Don Gregorio, ¿y el costo de los terrenos? Usted sabe que en Sagunto hay que gastar más de mil millones de pesetas y a la vez eliminar una riqueza extraordinaria de nuestro agro: regadíos selectos, es decir, naranjos. Aquí los terrenos no costarían más de sesenta millones de pesetas y todos de secano".

-"Bueno, eso me parece bien. Pero, como ya he dicho en varias ocasiones, por eso se está estudiando a fondo el asunto. Hay que conocer perfectamente todos los factores. Lea usted mi nota..."

-"Le he escuchado a usted. En fin, don Gregorio, quiero que usted nos diga si de verdad hay una puerta abierta a la esperanza".

-"Le vuelvo a decir que lea usted mi nota. Nada está aún decidido; habrá que profundizar más antes de decidir la legalización de la planta. Pero, además, hay que pensar en el futuro. Ustedes, los sevillanos, se han empeñado en que sea esta..."

Esta vez fui yo quien interrumpió al ministro:

-"Perdón, señor ministro, que le interrumpa. Nosotros nunca hemos pedido nada para Sevilla. Aquí siempre se ha solicitado que el lugar fuera el Sur, y todo lo más que se ha matizado es que fuera en la zona del canal Sevilla-Bonanza. A nosotros nos guía un espíritu regional".

-"En Madrid se cree otra cosa".

-"Estarán mal informados. En fin, don Gregorio, que conste que yo soy valenciano… Señor ministro, a la vista de sus razonamientos favorables a Sagunto, desearía saber si una siderúrgica se localiza donde convenga al bien común, es decir, donde resulten más económicos los gastos de primer establecimiento y de explotación, o donde les pueda interesar a ciertos grupos económicos o regionales".

-"La opinión que usted maneja -respondió el señor López Bravo- es algo infundada. Le ruego concrete, para evitar malos entendidos. La realidad es que al hacer el estudio se están analizando todas las posibilidades para que en la zona que se pretende se cubran las condiciones más favorables, tanto en transportes como en las fundaciones, etcétera".

El ambiente de la reunión era muy tenso.

Volví a pedir la palabra.

-"Don Gregorio, a la vista de la situación actual del problema, ¿puede confirmarse que el Sur tendría prioridad en igualdad de condiciones?"

-"¡Pchs!"

-"Digo confirmar -respondí ante la interjección del ministro, que yo entendí como actitud reservada, que no indiferente ni displicente- porque usted lo anunció en la primavera pasada en Algeciras.

-"Puede decirse -respondió, luego, hizo una leve pausa, y añadió-. La última palabra la dirán los técnicos, y el Gobierno la confirmará si está de acuerdo con los intereses económicos nacionales".

Dichas estas palabras, el ministro se levantó de su asiento, dando por terminada la rueda de prensa con un golpe de puño sobre la mesa. Ya de pie, sonriente, le dije:

-"Yo tengo más preguntas que hacerle".

Don Gregorio, sonriente también, me contestó:

-"Esas preguntas me las hace usted luego, en la escalera". [Versión íntegra en Abc del 8 de marzo de 1967, y en Nicolás Salas, Sevilla: complot del silencio, Universidad de Sevilla, 1974].

Semanas después, la censura prohibió nuestra sección Números cantan en Abc, donde habíamos demostrado con datos oficiales el abandono de Andalucía por parte de la Administración central.

stats