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La Fura española: todo es de Colón

  • Espectáculo. La Fura dels Baus conmemoró los quinientos años de la Vuelta al Mundo con un sermón de impactantes efectos visuales

El espectáculo de La Fura dels Baus en imágenes

El espectáculo de La Fura dels Baus en imágenes / Juan Carlos Vázquez Osuna (Sevilla)

Hace casi cinco meses estábamos en ese mismo puente, pero la gente no miraba hacia el río sino hacia el puente porque, Madrugada del Jueves al Viernes Santo, del 14 al 15 de abril de 2022, después de dos años seguidos de abstinencia cofrade, aguardábamos el paso de la Esperanza de Triana, precedida por su hijo, el Señor de las Tres Caídas. Hace cinco siglos… El espectáculo de la Fura dels Baus llenó el puente, protegido por un metro de cautela, la calle Betis y todas las inmediaciones del monumento de la Tolerancia de Eduardo Chillida. Había gente hasta en el otro puente, el de San Telmo, y en todo el paseo de los bajos del Marqués de Contadero, aquel aristócrata que fue alcalde de Sevilla y presidió los dos equipos de la ciudad que con diez años de diferencia (1935 y 1945) se trajeron dos Ligas, una de preguerra, de posguerra la otra.

El espectáculo tenía la firma y la impronta de La Fura y un punto importado de cucaña cultural. División de opiniones, multiplicación de medios. La indiferencia es un avance considerable en las propuestas de teatro de los grupos catalanes. Ya nadie se rasga las vestiduras, como ocurrió con los Demonis de Comediants o con Teledeum de Joglars. La Fura no ha padecido el destierro de Boadella, condenado a no poder presentar ni representar sus propuestas fuera de los teatros del Canal de Madrid.

El espectáculo, de méritos indudables, más parecía que conmemorase los cuarenta años de Greenpeace que los quinientos años de la primera Vuelta al Mundo. El efecto visual de su ingenio teatral rechinaba con la tendencia a la línea editorial, al sermón progre: el mar de plástico, los prófugos de la hambruna, las guerras del siglo XXI. Todo muy correcto, muy real, pero en las antípodas del aliento que inspiró aquel viaje. La Fura está más pendiente de la especie que de las especias. Se olvida de la premisa de la biografía de Magallanes que escribió Setefan Zweig: hay momentos en los que la intuición de un hombre debe verse refrendada por el aliento de una época.

Menos mal que ese Siglo de Oro que está entre los bastidores históricos de la empresa lo representaban dos de los espectadores fundamentales: la Giralda y la Luna. El primero representa el Triunfo de la Fe, que en realidad era entonces un bien tan preciado como la nuez, el clavo o la mostaza. La noche del 11-S repitieron representación junto al río Guadalquivir. Con el testimonio de las dos torres: la Giralda de una catedral que como cuentan los historiadores acababan de terminarla poco antes de que zarparan las naves, y la iglesia de Santa Ana, la catedral de Triana donde estaba la imagen de la Virgen de la Victoria, única advocación que regresó, en la jerga mariana, única que tres años después y medio milenio antes cruzó el puente como la Trianera. De este triunfo de la Fe, ni un empate.

Cinco meses después de aquella Madrugada y mes y medio después de la fiesta del barrio, Triana se vestía de nuevo de Velá. Una velada global e interoceánica, como esos océanos que atravesó en sus años de marinería el gran Paco Arcas, el alcalde de Triana como se le reconoce en una placa en el Altozano. Sonó la voz de Lole con la guitarra de un Carmona. Una voz que evocaba la guitarra de Manuel, con esa barba de Algeciras que le emparentaba con aquellos marineros, náufragos que sortearon mil vicisitudes, jornaleros de la mar. Lole Montoya humanizó con su voz esas encíclicas de Le Monde Diplomatique. Más de uno, cuando la cantante de Triana, la hija de la Negra, cantaba Todo es de Color, transformaba su abigarrado estribillo con cierto recochineo en "Todo es de Colón". De oficio descubridor, como completaba Mariano Ozores el título de su película. El cineasta es uno de los supervivientes del año 1926 que nació la reina Isabel II de Inglaterra.

Mucha gente descruzó el puente y atravesó una calle Reyes Católicos levantada por las obras. Un montaje callejero que llenaba la ciudad de olores a subsuelo. La Luna en la alcantarilla, en la caniveau, traducción francesa de una película que hace cuatro décadas se presentó en el festival de cine de Sevilla con Gerard Depardieu, Nastassia Kinski y Victoria Abril. Volaron artistas, máquinas y símbolos sobre el muelle de la Sal, con la Maestranza y la Giralda como telones de fondo. En la primera, hace un siglo, Joselito y Belmonte rivalizaban como navegantes del albero como Elcano y Magallanes. Pájaros blancos, argonautas de un nuevo Jasón marinero. En eso La Fura son insuperables. El Circo del Sol daba paso al Espectáculo de la Luna. Más de uno recordaría aquella vez en la que un artista, Arturo Pareja-Obregón, se cayó con su piano al río Guadalquivir en el muelle de Nueva York. Este fin de semana, este émulo del capitán Nemo actuaba en la Feria de Utrera.

La curiosidad de la Luna tenía su explicación. Tanto han comparado la proeza de septiembre de 1522 con la llegada de Amstrong, Aldrin y Collins en julio de 1969 que había que comprobarlo sobre el terreno. Lole Montoya conoce muy bien esa circunferencia, linterna de licántropos. El sol, joven y fuerte, ha vencío a la luna que se aleja impotente del campo de batalla. Al menos la Luna se sacó la espina en este río hecho océano muy cerca de la torre que da las horas con la guitarra del Niño Ricardo.

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