Futbolista y futbolisto

Un sevillano en Texas

Libertad de expresión. No se tolera hoy dudar del recalentamiento de la tierra. Mientras tanto, editores y escritores son rehenes de la fraseología e ideas hoy imperantes.

Futbolista y futbolisto
Futbolista y futbolisto
Eugenio Cazorla Bermúdez

14 de mayo 2013 - 11:54

De todos los vetos que en el mundo han sido prohibido prohibir es el que mas estrepitosamente ha fracasado.

Ideado por la revolución estudiantil parisina de Mayo de 1968, como uno de los muchos otros lemas que enarboló para significar su rabia contra el establishment, quedó en eso, en una bonita frase ("interdit d'interdit") y nada más. Ni los gobiernos entonces imperantes en Francia y en cualquier otra parte ni los que le sucedieron y, mucho me temo, los que están por venir hicieron y creo harán caso alguno de tal consigna.

Dámaso Alonso, en expresión feliz, dijo que el siglo XX fue el siglo de las siglas. Para mí que el siglo XXI va a ser el siglo de las prohibiciones.

No es nuevo. Sin remontarnos a la antigüedad yo y la gente de mi generación hemos visto prohibiciones a diestro y siniestro y no necesariamente limitadas a la política. En España, cuando yo era chico muchas de las prohibiciones eran sensatas. "Prohibido hablar al conductor" (en los tranvías), "prohibido asomarse a la ventanilla" (en los trenes); "prohibido hacer aguas menores bajo multa de cinco pesetas" (en lugares estratégicos); "Prohibido escupir" (en edificios públicos), etcétera. Durante la II República, centenares de periódicos fueron censurados e incluso prohibidos durante meses. En tiempos de Franco las prohibiciones (aparte de todo aquello que contraviniera al régimen) fueron tan numerosas como ridículas. Para prohibir hicieron imposible que un hombre se paseara por la playa con el torso al aire. Era un "atentado" a la moral.

Pero a fines del siglo XX irrumpieron en el campo de la prohibición nuevos vetos. El público estaba acostumbrado a prohibiciones contra actividades que fueran contra la "moral y las buenas costumbres", la higiene, la seguridad de las personas, la pacífica convivencia, etcétera. Pero con el advenimiento y reconocimiento de los derechos de ciertos grupos minoritarios, las prohibiciones se han disparado. Y no sólo las que afectan a las minorías. Las escobillas ecológicas, que paralizan las construcciones sine díe y un súbito amor a los animales y a sus "derechos", que ha llegado a prohibir las corridas de toros en Cataluña, son dos ejemplos.

¿Quiénes son las minorías? Al paso que vamos, la mayoría. Tales minorías gozan de un trato preferencial y derecho a ayudas económicas. En USA, donde vivo, la persona que típicamente se las arregla como puede por sí misma es un hombre joven, de buena salud, de clase media y de raza blanca. La que tendría todo a su favor sería una anciana, pobre, de raza negra, y discapacitada. Los gobiernos estatales y federales favorecen a la mujer sobre el hombre, a los pobres sobre los pudientes, a las etnias sobre los blancos, a los mayores sobre los jóvenes y a los tullidos sobre los móviles. Es el estado de bienestar. Es justo proteger a los débiles.

El problema es que estas distinciones llevan aparejadas un nuevo idioma en el que vocablos que eran de uso corriente y no necesariamente peyorativos son ahora estigmatizados y formando parte de un código denominado "políticamente incorrecto".

Quizás la primera palabra expulsada del vocabulario estadounidense fue "negro", para denominar a un individuo de raza negra. Los esclavos importados de África por españoles o portugueses para trabajar en las plantaciones del sur de Norteamérica eran llamados "negros", palabra ésta que en sí no es peyorativa: es simplemente el vocablo español o portugués que designa a un individuo de pigmentación negra u oscura. Ya antes del movimiento de los derechos civiles el término negro fue sustituido por "colored" (de color) y definitivamente en los años sesenta, ya con dicho movimiento en plena marcha, por el actual de "black" (negro). "Negro" es por lo tanto políticamente incorrecto y no se pronuncia jamás. Literatura y autores famosos como la de Mark Twain y J.D. Salinger (El Guardián en el Centeno) han sido muy criticados y considerados políticamente incorrectos por incluir el término "negro".

A partir de los años sesenta ciertas palabras que tienen que ver con las minorías han sido desterradas. "Queer" (homosexual), "wetback" (inmigrante ilegal mexicano), "alien" (extranjero), "deportation" (deportación) "old" (viejo), "blind" (ciego). Los términos políticamente correctos son ahora "gay", "undocumented", "noncitizen", "removal" "senior citizen" y "visually impaired".

Y no sólo son vocablos. Conceptos también. No se tolera hoy dudar del recalentamiento de la tierra. Ni del holocausto. ¿Y qué fue de la libertad de expresión? ¡Ah!, está de veraneo. Un largo veraneo. Mientras tanto editores y escritores son rehenes de la fraseología e ideas hoy imperantes.

En 2010 la Junta de Andalucía publicó una guía en la que recomienda, especialmente a la prensa, evitar términos considerados "machistas". Uno de los términos que no le gusta a la Junta de Andalucía es la palabra "futbolista". Así, según la guía, "los futbolistas" pasaría a ser "quienes juegan al fútbol". Me maravilla la sabiduría de la Junta. Podía haber hecho lo que la ex ministra de Igualdad Bibiana Aído con su famosa "miembra" y simplemente llamar al futbolista varón "futbolisto". Pero claro lo que pasa es que no todos los futbolistos tienen talento. Alguno habrá que sea futboltonto e incluso futbolistillo.

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