Tribuna

Aquellos atascos del Puente de Hierro

  • La pasarela estaba pensada para puntas de paso de 30.000 cabezas de ganado procedentes de la dehesa de Tablada, pero a principios de los años noventa soportaba cerca de 30.000 vehículos diarios

Fotografía tomada en agosto de 1971.

Fotografía tomada en agosto de 1971. / Archivo de la Autoridad Portuaria de Sevilla

Desde su inauguración (1926) hasta su jubilación (1992), el puente de Alfonso XIII ha prestado un importante servicio al Puerto y a Sevilla. Especialmente singular fue su papel como único acceso o salida a la ciudad por el sur desde 1926 hasta 1968, año de la apertura del puente de Los Remedios. Sin embargo, el crecimiento urbanístico de las barriadas y la mejora de las conexiones con otras poblaciones cercanas, además de la introducción en masa del vehículo particular en los años 60-70, pronto hizo que el Puente de Hierro, como popularmente se le conoce, se convirtiera en una pieza clave para las comunicaciones de la capital.

A todo ello, también debíamos de sumarle el movimiento de camiones procedentes de las instalaciones portuarias, ya que hasta 1962-1968 (años de la reforma del puente de San Telmo) su actividad se extendía por las dos márgenes desde la calle Betis hasta la esclusa. Por aquellos años, el Ayuntamiento procedió a desviar la circulación del tráfico pesado por el centro de la ciudad hacia la zona más cercana a los muelles. Desde entonces, aquellos camiones que tuvieran su origen en la provincia de Cádiz y que fueran con destino a Huelva, Extremadura e incluso Portugal, o viceversa, tendrían que pasar a través de nuestro protagonista, lo que lo convirtió en un enlace de vital importancia, cuya fatiga técnica forzosamente se acentuó.

Para evitar este deterioro, que negativamente gravaba las cuentas de la Junta de Obras (institución que hacía frente a los costes de su reparación), además de para aliviar los grandes atascos que en sus dos únicos carriles se producían, en enero de 1984 la Delegación de Tráfico y Transportes del Ayuntamiento de Sevilla decretó la prohibición para el tráfico rodado pesado de circular por el puente. Y es que por esas fechas sobre el puente de Alfonso XIII pasaban al orden de 20.000 vehículos diarios, entre ellos más de 3.000 de carga. Para que se hagan una idea de dicha magnitud, en 2010 por el puente del Centenario, que en cierta medida liberó al viejo puente de sus funciones de conexión interprovincial, soportaba un tráfico de 106.434 vehículos por día, siendo 5.300 de ellos camiones.

Debemos esclarecer que el Puente de Hierro se construyó según la normativa vigente de los años veinte, pero a finales de la centuria las condiciones de los vehículos habían cambiado mucho y el tonelaje de los transportes, aumentado. Según las memorias de su ejecución, estaba pensado para puntas de paso de 30.000 cabezas de ganado procedentes de la dehesa de Tablada, pero a principios de los años noventa soportaba cerca de 30.000 vehículos diarios. La solidez de esta obra de ingeniería estriba, en gran medida, en que fue pensada para sostener también al tráfico ferroviario.

Como curiosidad, y a consecuencia de los numerosos cierres que el puente protagonizaba por las entradas/salidas de embarcaciones o averías/reparaciones que en él se llevaban a cabo, el Ayuntamiento tuvo que habilitar desviaciones provisionales para redirigir el tráfico. En octubre de 1984 el Servicio Municipal de Parques y Jardines advertía del “serio peligro que para el ecosistema del parque de María Luisa supone la entrada de vehículos (…)”.

Los sevillanos, especialmente conductores y usuarios del transporte público, serían los más perjudicados por estas distorsiones. Transmitirán sus quejas sobre los atascos ocasionados por el puente en numerosas cartas al director publicadas en los medios de prensa locales. Transcribimos una de ellas:

“Cuando llegó el autobús al puente de Alfonso XIII estaba abierto para darle paso a un barco que venía muy despacito, a la altura de la nueva Fábrica de Tabacos, y, una vez que pasó dicho barco, siguió abierto para que pasaran dos remolcadores que venían detrás, a muy prudente distancia; total, media hora parados a la entrada del puente”.

Por último, y de entre muchos, otro ciudadano comentaba harto ya de los embotellamientos:

“¿Qué le pasa al puente de Alfonso XIII, que trae cola? ¡Si esto parece Chicago en vez de Sevilla! O más bien una manifestación de coches en son de protesta”.

Finalmente, y ante el galopante crecimiento del tráfico terrestre y las limitaciones navales que presentaba, la Junta de Obras decidió sustituir el viejo puente por el de las Delicias. Al entrar en servicio coincidiendo con la Exposición Universal de 1992, el de Alfonso XIII dejó de prestar servicio, iniciándose un periodo para él cargado de dudas y propuestas.

En 1998 acabó desmontado y en 2003, trasladado hasta un nuevo emplazamiento con vistas a convertirse en un futuro, pero muy incierto, mirador al Puerto de Sevilla.

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