Sevilla patenta el "Me gusta la fruta"

Casi un millar de personas hacen suya la frase de Isabel Díaz Ayuso para protestar contra Pedro Sánchez y la ley de amnistía

La protesta pierde fuerza ante un sábado primaveral en un centro lleno de turistas, de invitados de bodas y de despedidas de soltero

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Protesta contra la amnistía en Sevilla / Juan Carlos Muñoz

"¿Y qué hacen estos tíos gritando 'Me gusta la fruta' en mitad de la Avenida de la Constitución?", pregunta una joven a otra en la grada de la Catedral, por donde pasa en ese momento la enésima manifestación contra la ley de amnistía y la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. La de este sábado en el centro de Sevilla la convoca el Club de Debate Jovellanos y cuenta, según fuentes policiales, con unos 750 adeptos. "Ahh, eso es por la frase de Ayuso", responde la interpelada, que pone en contexto a su amiga. "Eso es lo que dijo Ayuso cuando la cogieron diciendo 'hijo de puta' mientras hablaba Sánchez en el Congreso".

La ultraderecha sevillana hace suyas las palabras de la presidenta de la Comunidad de Madrid como si de un eslógan publicitario se tratase. No está tan consolidado como el Que te vote Txapote (cantado así con el tono del tema 'Seven Nation Army', de White Stripes, o del 'Somos campeones del mundo' que tanto se cantó tras el gol de Iniesta, si lo prefieren), pero aporta algo de frescura a una manifestación que empieza ya a asumir el desgaste de tanta protesta en la calle y en la que apenas se sale del "Puigdemont a prisión", del "Sánchez, hijo de ..." y del "España, una, y no cincuenta y una".

La marcha parte de la Puerta de Jerez a las doce de la mañana de un día primaveral y casi veraniego que tiene a buena parte de los asistentes en manga corta. A la sombra se tolera el fachaleco, esa prenda ligera de plumas que tan bien le va al entretiempo, si en Sevilla lo hubiera. La manifestación empieza titubeante. Un hombre saca banderas de España con el lema No a la amnistía de una bolsa grande de rafia que lleva. Le cuesta acabarlas hasta que se corre la voz de que son gratis. "Pero se va a usted a unir a nosotros a la protesta, ¿no?", le pregunta a una turista madrileña que le dice que sí, que por supuesto, que ella venía de turismo pero que contra Pedro Sánchez lo que sea. "Luego la pone usted en el balcón", concluye el repartidor.

En la cabecera de la manifestación hay una gran pancarta con el lema No en mi nombre, ni amnistía ni autodeterminación. A un lado, un corazón con las banderas española y catalana y la leyenda "No estáis solos, Cataluña es España". Delante de esta pancarta se colocan unos señores que portan unos carteles con los rostros, nombres y sueldo de los diputados sevillanos del PSOE y Sumar. "Conoce a tus traidores", dice en el reverso.

Conforme avanza la marcha se une gente desde los laterales. Se corta el tranvía. Tres chicas sortean la manifestación. "Pero si está ya todo vendido", dice una. La otra se une a los cánticos. "Yo soy español, español, español...". Hay alguna bandera de la Legión y otra con la cruz borgoñona, pero sobre todo hay banderas constitucionales. No hay restos del águila y lo que sí ha hecho alguno ha sido cortar el escudo, en protesta por lo que consideran una inacción del Rey. Pero el gesto serio de Felipe VI durante la promesa del cargo de Pedro Sánchez ha convencido a muchos, al menos a los manifestantes de Sevilla, que gritan en reiteradas ocasiones "Viva el Rey" y cuentan con mucho seguimiento.

Como los vivas a España, pronunciados así con tilde en la á como decía un militar retirado en una de las marchas de Madrid. Que queda mejor, sí. "Vivá", responde la masa. Hay un par de gorros carlistas, una gorra de la Bripac (Brigada Paracaidista), alguna bandera con la doble N de Noviembre Nacional y algún que otro perro con la enseña nacional en el lomo. El día invita más a irse de barbacoa que a salir a la calle contra el presidente que ha prometido el cargo. La protesta no tiene nada que ver con la de la semana pasada, cuando salieron más de 40.000 personas a las calles en un clamor contra la ley de amnistía.

Ni tampoco el perfil de los manifestantes es el mismo. Dentro de la autoproclamada gente de bien que sale a la calle este sábado hay también una curiosa galería de frikis. Una señora se acerca a la prensa para pedirle que no manipule y pregunta a los periodistas si publicarán una información que les va a dar. Acto seguido reparte un folleto antivacunas. "Quédeselo, señora, gracias", responden los informadores. Hay también un tipo que sostiene un cartel contra el cambio climático. Que ya hay que tener valor para portarlo con los más de 25 grados que hace en este 18 de noviembre.

La marcha transcurre de forma pacífica y en buen tono, casi festivo a pesar del drama que supone la investidura de Sánchez para los asistentes. Al ritmo de los Regulares, eso sí, no al de la Legión. Cuando llega a la Plaza de San Francisco, un joven con el pelo teñido de rubio les hace una peineta y alguno sale a increparlo. Una turista árabe con hiyab presencia la llegada de la manifestación y hay quien se arranca con un "España cristiana y no musulmana". Ambas provocaciones quedan en la anécdota.

Entre los asistentes hay representantes de Vox y está también la diputada autonómica y ex presidenta del PP de Sevilla, Virginia Pérez. La manifestación termina con un discurso del catedrático de Economía José Manuel Cansino. "España afronta una grave encrucijada que determinará su futuro y hace inaplazable la actuación de la sociedad civil. Por primera vez desde la llegada de la democracia, uno de los grandes partidos nacionales ha abandonado su deber de defender el orden nacional. Se dispone a aprobar leyes de imposible encaje en la norma fundamental a cambio solo de mantenerse en el poder", dice el profesor, que concluye alentando a la sociedad civil, que no puede "permanecer impasible".

Uno de los organizadores da por concluido el acto con el himno nacional y una serie de vivas a España, al Rey, a la Guardia Civil, a la Policía Nacional (con algún abucheo tras las trifulcas en Madrid), a la Policía Local y, no es broma, a la Cruzcampo. No había mejor arenga para tomar los bares e irse directamente a por el aperitivo. Los aplausos de los manifestantes se confunden con los de los asistentes a una boda en el Ayuntamiento cuando salen los novios. Unos metros más allá, una próxima novia va vestida de unicornio, en una de esas despedidas de soltera que el alcalde dijo que iba a prohibir. Pero eso es otro debate.

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