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En corto

Master bar, el concurso

Barra de bar

Barra de bar / M. G. (Sevilla)

Si yo fuera directivo de Canal Sur, para justificar el jornal, montaría un concurso de esos de talentos, pero para nuevos taberneros. Sí, en serio lo digo. Como por desgracia, y por culpa -además- del virus chino, la profesión se está perdiendo, qué mejor que fomentar la noble labor del hispalense cantinero. En este nuevo formato, los concursantes deberían demostrar pericia en tareas tales como el trasiego de vino de la garrafa a la botella, el esparcido de serrín por el suelo, la correcta colocación del mandil o la paciencia infinita ante un cliente borrachín. Para el adiestramiento y la evaluación de los concursantes contrataría a algunos de nuestros mejores catedráticos de la barra: Pepe Yebra, Mateo Ruiz, Arturo, Emeterio, Antonio Coli

La técnica del muñequeo de la caña de cerveza hasta la maestría de la espuma en vaso cual bandera vaticana o el noble arte de la fritura exacta quedarían perfectamente sentenciados por el susodicho jurado. Para la parte culinaria no dudaría en contratar a don Antonio Casado, prócer y alma mater del O.D.E.R, observatorio de la ensaladilla rusa, que mira por el producto con la rigidez en la regla de una moderna inquisición de la mayonesa y la patata cocida. Un paseo por cualquier calle céntrica sevillana nos lleva el alma a los pies ante la devastadora situación de la tasca y, lo que es peor, su sustitución por todo tipo de franquicias de comida extraña. Para el apartado de la decoración y el ornato habría que contar con Manolo Cateca, fino prioste de la estantería botellera, la madera y la baldosa hidráulica sevillana.

La consecución del punto aromático exacto en el adobo o la textura correcta en la espinaca garbancera no es suficiente si el candidato a tabernero peca de hablador metomentodo o de excesiva simpatía hacia el cliente. Vamos que ese punto de malajismo sevillano que mantenga la distancia debe ser condición sine qua non para la obtención de la tiza de plata. Y hablando de tiza: un catedrático de ciencias exactas deberá evaluar la velocidad y exactitud (al alza) de la suma de una convidá de abundantes sumandos. El premio gordo al ganador sería coger el traspaso de alguna taberna del rosario de locales cerrados que lastimosamente jalonan nuestras calles. No sé ustedes, pero yo lo veo.