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Memoria histórica

Pico Reja: una lección de historia bajo el sol del cementerio de Sevilla

El arqueólogo Juan Carlos Pecero muestra un cúmulo de restos humanos en la fosa.

El arqueólogo Juan Carlos Pecero muestra un cúmulo de restos humanos en la fosa. / José Angel García

Basta con mirarles a la cara para comprobar el impacto que supone para jóvenes estudiantes conocer, en vivo, un capítulo de la historia de España que durante mucho tiempo era hoja pasada en las aulas. Eva Infante es la directora de  CASA Center en Sevilla, un consorcio para estudios avanzados en el extranjero que facilita mediante convenios con la Universidad de Sevilla la inmersión de alumnos extranjeros en la cultura y la forma de vida de la ciudad que visitan. El viernes por la mañana acompañó a un grupo de estudiantes al cementerio de San Fernando para que conocieran y entendieran en qué se trabaja en la fosa común de Pico Reja, donde se llevan a cabo los que, sin duda, son los trabajos de exhumación e identificación de cuerpos de represaliados de la Guerra Civil de más envergadura que se afrontan en España.

Entre panteones y nichos, el grupo se adentra con respeto en el camposanto hasta llegar a las carpas que cubren los distintos estratos que se han ido excavando en la citada fosa. Y la primera pregunta surge de inmediato a los inquietos universitarios: ¿por qué se hace?

El coordinador municipal, Juan Tomás de Aragón, y el responsable de la Oficina de Memoria Histórica creada por el Ayuntamiento de Sevilla, Antonio Casimiro Gavira, recuerdan que el fin último es dignificar a las personas que fueron depositadas en esta fosa común, darles un entierro digno y atender así a las peticiones de las familias y su voluntad. Llevan años recibiendo a familiares de represaliados que, en muchas ocasiones ajenos incluso a las asociaciones memorialistas, se afanan en saber si sus padres o abuelos están all y  pasar así una página abierta en sus vidas. “No se puede ni se debe hacer política con esto, por fortuna hay un consenso entre las cuatro administraciones públicas –Ayuntamiento, Junta, Diputación y Gobierno central– que están colaborando para que esto sea posible”, explican.

Pero dar una respuesta a los familiares que acuden a veces para desahogarse, dejar fotos y flores junto a la excavación e incluso rezar ante los huesos es también muy complicado. El director de los trabajos, el arqueólogo y antropólogo forense Juan Manuel Guijo, tiene clara la necesidad de apostar por un proceso absolutamente transparente para explicar mes a mes por qué, en qué y cómo se está gastando dinero público (el presupuesto de licitación fue de 1,2 millones) en este proyecto, que se inició hace cuatro años y que terminará a finales de 2022. Por ello, el equipo técnico de la empresa Aranzadi, a la que se adjudicaron los trabajos, asume sin dudas la necesidad de hacer una continua labor de divulgación. Y en esta clave entran las visitas coordinadas por la oficina municipal que ya no sólo son de familiares o asociaciones, también de institutos y todo tipo de colectivos sociales. “Sin esto nada tendría sentido”, apunta Guijo.

Los días pasan y las sorpresas se suceden. Si las primeras investigaciones de historiadores como José Díaz Arriaza cifraban en 1.103 los cuerpos que existentes en la fosa común, se han encontrado muchos más. El número supera ya los 3.100. Y es que en Pico Reja no sólo hay represaliados, también se realizaron otros enterramientos después de 1936 y hasta entrados los años 40 se fueron añadiendo más cadáveres de presos y se siguieron haciendo actividades funerarias, arrojando restos de osarios. Esto complica y ralentiza las labores de los arqueólogos, pues deben separarlos previamente, quitar el ruido, y no siempre es fácil discernir si hubo violencia o no.

Imagen de campo de exterminio

Al grupo de estudiantes extranjeros se les cambia la cara cuando se asoman a uno de los sondeos donde se trabaja actualmente y ven una montaña de esqueletos mezclados, algunos boca abajo y con las extremidades en una actitud inverosímil que da pie a pensar que fueron arrojados con ataduras o incluso grilletes, pues alguno se ha encontrado. Esa imagen de Pico Reja no dista mucho de la que sí todos están acostumbrados a ver en libros donde se recogen historias de campos de concentración y exterminio. Son imágenes muy duras que sobrecogen, recogidas en fotos a las que algunos familiares recurren para orar y honrar la memoria de sus difuntos. “Muchos llegan pensando que vamos a lograr identificar a sus familiares y hay que mostrarles todo lo que hacemos, que nunca se ha hecho hasta ahora, pero decirles la verdad, es doloroso pero funciona”.

Orificio de bala en uno de los cráneos exhumados que demuestran la muerte violenta. Orificio de bala en uno de los cráneos exhumados que demuestran la muerte violenta.

Orificio de bala en uno de los cráneos exhumados que demuestran la muerte violenta. / José Angel García

Hasta la fecha se han localizado ya más de 550 restos de personas con signos de represalias y 490 ya han sido exhumados.Pero en total se han sacado más cuerpos: 1.293 estaban inhumados en ataúdes, 1.042 tenían una desconexión anatómica y se han hallado también 165 restos aislados, según el último balance de Aranzadi. La separación es complicada, lleva su tiempo y, más aún, es la identificación de la víctima pues prácticamente el cruce de ADN de familiares directos garantizará algo de éxito.Por ahora sólo han llegado 362 muestras al banco de ADNde Granada con el que trabaja el equipo de Pico Reja. Pero hay otros elementos que juegan en contra: en muchos casos ya han pasado más de dos generaciones, y la eficacia del cruce se reduce; no hay apenas vestigios en la fosa que ayuden a completar la identificación, como botones, medallas, gafas, objetos personales; algunos están en ataúdes, pero también son represaliados; y en muchos puntos excavados se demuestra que los cuerpos fueron movidos o trasladados tal vez a otra fosa, la de Monumento.

Otro de los miembros del equipo, el arqueólogo Juan Carlos Pecero, explica con detalle el proceso ante la incrédula mirada de los estudiantes americanos: “Los primeros trabajos se realizan a pie de campo,  para observar si hay indicios de violencia, que no siempre es un orificio en el cráneo, pueden ser fracturas con minuta; cuando se demuestra que sí lo son se toman fotografías; todo se documenta antes de exhumar los huesos, que se colocan en una tabla en posición anatómica para poder limpiarlos y esperar un tiempo para que se estabilicen, pues llevan 80 años enterrados ; se extraen muestras, rodajas del fémur, un trozo del cráneo y dientes, donde mejor se puede encontrar colágeno para la prueba de ADN y, posteriormente, se clasifican y guardan los restos, que serán depositados en un lugar digno”.

Todo ello lleva demasiado tiempo y éste ya corre en contra. Las exhumaciones deben concluir a final del próximo verano para que se puedan cumplir los plazos y queda un tercio por excavar. Los técnicos, que se emocionan incluso al recordar algunos hallazgos, como el de un cuerpo en ataúd con todos los huesos rotos probablemente de una enorme paliza, no dudan en prestar su tiempo y escuchar las historias de los familiares, que ayudan y enriquecen a todos, también a los que visitan Pico Reja. “Nos dan una lección de dignidad”, comenta Guijo bajo un sol que también impacta a los extranjeros.

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