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Sevilla

Mil conjeturas en un barrio más degradado

  • La zona más conflictiva se sitúa entre Montesión y la Macarena.

El portal del número 10 de la calle Feria continuaba ayer con el cristal roto y los restos de sangre seca en la acera. El fuerte olor que impregnó el edificio el miércoles, cuando trasladaron el cadáver al depósito, ya se había disipado.   Pero en el primero B los balcones estaban abiertos y se podía ver cómo los agentes de la Policía Científica seguían realizando las labores de recogida de las pruebas dentro del inmueble, que fue precintado el mismo día de la detención.

La valla que señalaba  el inicio del tradicional mercadillo del Jueves, en la esquina de Castellar con Feria, dividía esta zona en dos escenarios totalmente opuestos. El habitual trasiego de los comercios no había cesado, a pesar del suceso. Pero al otro lado, a algunos les abrumaba la presencia de diferentes medios de comunicación, que se hacían eco del suceso acontecido durante la tarde del miércoles.

La expectación estaba anunciada. Muchos de los locales que cerraron en la tarde del miércoles, tras producirse los hechos, no habían abierto ayer para sorpresa de los residentes. Pero la inquietud vivida en la tarde del suceso fue sustituida por un ambiente más calmado conforme avanzaba el día.

En los bares de la zona, los clientes comentaban el tema con los camareros que, aunque estaban sorprendidos por la brutalidad del hecho, parecían resignados. Más de un comerciante lamentaba ayer la degeneración que el barrio está sufriendo en los últimos  meses. En concreto, en la zona entre la Plaza de Montesión y la Macarena. "Aunque  siempre ha sido conflictiva, está peor que nunca", aseguraban algunos. La dueña de uno de los comercios cercanos manifestaba su desconcierto al comprobar que el crimen tuvo lugar en uno de los tramos, hasta ahora, más tranquilos de la calle. Otros, conocedores de los problemas que son crónicos en el barrio, no descartaban que el tráfico de drogas fuese el motivo de la pelea, en lugar de la venta ilegal de teléfonos móviles.

Algunos vecinos coincidían en que, a pesar de la aparente vida normal que llevaba la víctima, "tenía que haber algún cabo suelto" y las tertulias de la mañana se centraron, en gran parte, en las especulaciones sobre la vinculación que podrían tener el fallecido, un boliviano tranquilo al que no se le conocían conflictos, y el detenido.

La persecución policial y la detención de uno de los implicados también fue motivo de debate, pues el modo de huir que tuvieron denotaba para algunos que no conocían la zona, ni la disposición de las calles, ya que al salir por la trasera del edificio fue más fácil para los agentes conseguir cercarlos. También hubo otros  que explicaban cómo en los últimos años muchos ladrones utilizan las azoteas como vía de escape y que el detenido en la calle Mengíbar quizás era consciente de ello y planeaba huir de la policía a través de los edificios  colindantes.

Los curiosos que se acercaban al número 10 planteaban  algunas hipótesis propias de Sherlock Holmes. Durante la mañana de ayer no cesaron las conversaciones protagonizadas por  vecinos y trabajadores del barrio, requeridos por las cámaras de televisión. Una vecina del bloque que llamó a la Policía cuando escuchó gritos de auxilio en la calle durante el suceso fue abordada al salir de la vivienda ayer por la mañana. La joven declaró que pensaba que la víctima llevaba poco tiempo viviendo en el edificio, a pesar de haberse mudado al apartamento donde acaecieron los hechos hace tres años, y que desconocía cualquier tipo de actividad ilegal.

Una de las peluqueras del centro de belleza situado justo al lado del portal comentaba que la mayor parte de los pisos del inmueble están alquilados a personas jóvenes, pero aseguraba que no le había llamado nunca la atención el ir y venir constante de personas en la finca. Algo que sí extrañaba a todos es que un vecino de la zona llevase muerto en su propia casa cuatro días y que nadie reclamara su desaparición.

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