Con Cristóbal Aguilar Barea (1939-2019), se va el último de los tres mosqueteros del Grupo Sevilla Estampa Popular. Formaba un triángulo artístico con Paco Cortijo y Paco Cuadrado. Su padre, Juan, era carpintero; su madre, Josefa, alfarera. El artista procedía de una familia obrera de Morón de la Frontera.

Con once años, ingresa en la Escuela de Artes y Oficios. Con quince, en la Escuela Superior de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría, donde se nutre del magisterio de Miguel Pérez Aguilera y aprende grabado y estampación con Jesús Fernández Barrios. En 1958 gana el pensionado de paisaje para la Residencia El Paular en Segovia, donde coincidirá con el escultor Nicomedes, abulense que se afincó en Sevilla.

Sevilla, Segovia y Ronda serán tres ciudades calves en su decantación artística y personal, además de París. En la capital francesa estudia litografía y xilografía con el grabador José Ortega, un pintor manchego en el exilio que pertenecía al Partido Comunista. Ese aprendizaje lo convierte en un “romántico de la resistencia”.El detonante del grupo sevillano de grabadores será una exposición de Estampa Popular de Madrid en la Sala Ateneo de Sevilla en noviembre de 1960. Hasta su jubilación, se dedicó a la docencia, profesor de Dibujo en el instituto Pérez de Guzmán de Ronda –lo simultaneó con clases nocturnas– y desde 1977 en los institutos Bécquer y Antonio Machado de Sevilla.

El compromiso artístico nunca fue óbice para una forma de pintar, una figuración intimista. “Tiene mundo cada vez que levanta la vista”, escribió de su pintura el catedrático de la Universidad de Granada Juan Paredes Núñez. Casado con María Aguilar, tiene dos hijos, Luis y María. La obra de Cristóbal Aguilar está en el Museo Reina Sofía de Madrid, Museo de Arte Moderno de Barcelona o el Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla. Figura en numerosos estudios sobre vanguardia y antifranquismo.