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Boxeo femenino

Mujeres con mano de piedra

  • La afición al boxeo crece entre el público femenino

  • Cuarenta mujeres acudieron ayer a una sesión en un club de Mairena

Aficionadas al boxeo, en imágenes

Aficionadas al boxeo, en imágenes / Antonio Pizarro

Suena Eye of the Tiger (el tema central de Rocky). La inconfundible melodía de la película se mezcla con el siseo de las zapatillas de deportes bailando sobre el suelo del gimnasio. El piso está cubierto con una capa de serrín porque afuera llueve intensamente y las suelas están mojadas. Stallone contempla la escena desde una foto fija en un monitor. La sinfonía la completa la respiración de las participantes. Una de ellas es África Hidalgo, que marca perfectamente cada golpe. Suelta el aire a la vez que el brazo. Es entrenadora personal, cuenta que ha practicado kickboxing y a simple vista se aprecia que maneja bien la técnica. Le acompañan otras 42 personas, la mayoría de ellas mujeres, que practican Body Combat en los gimnasios Low Fit, casi todas en el de Sevilla Este. Algunas han practicado boxeo ya y otras se inician hoy en este mundo.

La sesión se celebra en el club de boxeo Mano de Piedra, en Mairena del Aljarafe. Lo primero que llama la atención de este sitio es que está ubicado en dos chalés pareados. Parece un gimnasio americano. Tiene uno la sensación de encontrarse en un lugar que ha visto antes. En Toro Salvaje, Million Dollar Baby, The Fighter, Cinderella Man o en cualquier otra de las grandes películas de boxeo. Las paredes las decoran grandes boxeadores de la historia. Mohamed Alí, Mike Tyson, Manny Pacquiao, Julio César Chávez, Vladimir Klitschko y, cómo no, Roberto Durán, el hombre cuyo apodo da nombre al club y que comparte apellido con Francisco Javier, Isco, el boxeador profesional sevillano que hoy dirige la masterclass y es copropietario del gimnasio junto con Raúl Delgado.

De la parte más alta de las paredes cuelgan banderas de distintos países. La de España la puso Raúl Delgado. “Los chicos que entrenan aquí trajeron las demás cuando fueron de viaje”, cuenta. Junto a la de España están la de Finlandia y la de Cuba y en una pared colindante la de Italia. Este gimnasio cuenta con una serie de becas para sacar de la calle a chicos con problemas. “Se les dan estas becas a cambio de que vengan a diario. Si faltan, se les interrumpe”, apunta Delgado. Su filosofía se basa en el buen ambiente y en el grupo. “Si alguien viene se apunta con un amigo y sólo quiere entrenar con su amigo, yo los voy a separar el primer día y los voy a poner a entrenar con otros chicos, para que siempre tengan alguien con quien entrenar y así, si un día el amigo no puede venir, ellos querrán seguir viniendo”.

“Hay bastante afición. Las mujeres cada vez están practicando más boxeo. Es bueno que se hable de esto”, dice Isco, en uno de los pocos momentos que deja de descanso. “Tenemos una nueva visión del boxeo 2.0, sabiendo que se puede disfrutar de él sin necesidad de tener que subir a un ring profesional. Nos gusta el boxeo de siempre pero hay nuevos aires que también nos ayudan a resurgir”, explica Delgado. “Los beneficios físicos y mentales derivados del entrenamiento han roto prejuicios esablecidos. El boxeo está atrayendo a nuevas generaciones libres de convencionalismo y tabúes de décadas anteriores”, añade.

Las mujeres que hoy asisten a la clase les dan la razón. Cuentan que es la actividad que más les gusta porque liberan mucha adrenalina. La monitora que da las clases de Body Combat en el Low Fit es Sonia López. Dice que tiene más de 80 alumnos y la mayoría son mujeres. Entre su público hay chicas jóvenes, de 21 años, y también mujeres que superan los cincuenta años. Y de distintas profesiones. “Tenemos hasta una arqueóloga, pero hoy no ha podido venir”. A Sonia, como a África, se le ve el dominio de la técnica. Ha practicado también kickboxing y full contact.

El periodista quiere contar alguna historia especial. Sonia lo capta al vuelo. “Un segundito que te busco a alguien, a una luchadora”. Al instante vuelve y señala a dos mujeres, María de los Ángeles Aguilar y Obdulia Lobato. Las dos tienen 47 años. Cuentan que están empezando en el boxeo después de más de un año en el body combat. “Es la actividad que más nos gusta porque libera mucha adrenalina.Es muy entretenido y, de todas las que hemos practicado hasta ahora, no hay ninguna que nos haga sentir tan bien”.

María de los Ángeles Aguilar comenzó a hacer deporte para ganar fuerza física. Tiene un hijo de 15 años con parálisis cerebral y quería estar fuerte para poder moverlo. “Pero a mí las pesas me aburren. Y el cardio no te mucha fuerza. Así que empecé en el body combat poco a poco y aquí estoy, de excursión que venimos”. Su amiga Obdulia, madre de dos hijos, remarca los beneficios del ejercicio. “Llego a casa que ni siquiera les chillo a los niños si hacen algo malo. Es muy entretenido y te distraes mucho, no es lo mismo que entrenar tú sola en la sala”, apunta entre risas.

Llamarle excursión es una osadía. Son dos horas y media de clase bajo la batuta de un boxeador profesional. Sólo de ver el calentamiento uno ya se siente cansado. Va subiendo la intensidad. Hay carreras alrededor del gimnasio, movimientos laterales, cambios de sentido. De ahí se pasa a perfeccionar gestos y a trabajar la técnica, para después colocarse los guantes y, a quien le guste más el contacto, entrenar con sparrings lanzando golpes suaves a los hombros.

Las asistentes a esta clase dicen que vienen para perfeccionar los golpes, pues no es lo mismo darle al aire que al saco o a la pera. También es una experiencia colocarse unos guantes profesionales. De hecho, en el primer descanso son muchas las mujeres que aprovechan para enfundar las manos en los guantes y subir al ring. Allí se hacen fotografías. El fotógrafo capta el momento en el que Lizzy Frisancho baja del cuadrilátero. Es peruana y lleva un atuendo algo distinto al resto. Casi todas van en mallas pero ella lleva el calzón clásico de los boxeadoras. Dice que ha practicado boxeo antes. Tiene dos hijos y es voluntaria en la Cruz Roja. Era algo reacia a salir en la foto pero al final la convencen otras dos participantes, Judith Gutiérrez, licenciada en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, e Inés Martín. Tampoco quería demasiadas fotos Pilar Cuesta, que al final posa con los guantes en una esquina del ring.

El cuadrilátero se convierte en un improvisado estudio de fotografía. Una chica que lleva el nombre de Mariquilla en su camiseta posa con los brazos abiertos. En la esquina hay un cinturón de campeón que las mujeres miran con respeto. Ninguna lo toca ni lo utiliza de atrezzo para la fotografía. Les toca el turno a Lidia Bautista, Pepi Puente y Estefanía Rodríguez, la monitora de zumba, que posan juntas en las cuerdas. Estas cuarenta mujeres han venido hasta Mairena desde Sevilla Este en un autobús. Lo han hecho bajo una manta de agua que hacía que apenas se viera la carretera por el camino. Cuando termina la clase brilla el sol. Están exhaustas, sudorosas, rojas del esfuerzo. Pero contentas.

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