Niño desaparecido en Morón

  • Vecinos y personas que trataron a la madre del menor desaparecido destacan que siempre cuidó atentamente de su hijo, al que nunca faltó nada

"Macarena no se merece este final"

La casa donde reside el menor desaparecido en Morón de la Frontera. La casa donde reside el menor desaparecido en Morón de la Frontera.

La casa donde reside el menor desaparecido en Morón de la Frontera. / José Ángel García

Moisés atiende tras la barra del Nuevo Bar Neno, un negocio que lleva un año y medio abierto en la avenida del Pantano de Morón de la Frontera, muy cerca de la salida del pueblo hacia Arahal. La inauguración estaba prevista para marzo de 2020, pero la pandemia del covid-19 la retrasó dos meses. El establecimiento abrió sus puertas en mayo de ese año. Desde entonces, Macarena Díaz y su hijo de 15 años, Antonio David Barroso Díaz, se habían convertido en clientes habituales.

El menor, discapacitado y con una encefalopatía que lo hace totalmente dependiente, visitaban a menudo el bar, ubicado a apenas treinta metros de su casa, en la calle Los Molares, una pequeña bocacalle que da a la avenida en la que está el negocio. Al otro lado de la calle, una valla delimita la zona industrial en la que se producen las famosas mermeladas de 'La vieja fábrica'.

Era frecuente que Macarena desayunara y almorzara en el Neno con su hijo, su otra hija mayor, de 19 años y que acaba de ser madre, y su madre. Era habitual ver juntas a las tres generaciones. "Ella vivía para cuidar de su hijo. Aquí le pedía siempre alimentos blandos, que el niño pudiera masticar bien y con los que no hubiera riesgo de atragantamiento. Algo que le gustaba mucho solía ser la ensaladilla o el cóctel de marisco. Le daba de comer ella. Otras veces nos compraba la comida aquí y se la llevaba a casa. El niño estaba muy bien cuidado", explica el encargado del negocio, al que la noticia de la inquietante desaparición del menor le sorprendió de vacaciones.

Precinto de la Policía y el azulejo con las imágenes de la Hermandad del Pantano. Precinto de la Policía y el azulejo con las imágenes de la Hermandad del Pantano.

Precinto de la Policía y el azulejo con las imágenes de la Hermandad del Pantano. / José Ángel García

"Me enteré por el facebook, porque el padre hizo una publicación sobre la desaparición. Luego ya lo hizo la hermana también y ya lo vi en la tele. Nos ha cogido fuera, porque hemos estado dos semanas de vacaciones a principios de septiembre. Cuando nos fuimos, nunca hubiéramos pensado en que podía pasar algo así. Es todo tan raro... No podemos entenderlo, por muchas vueltas que le demos", relata el hostelero.

Antonio David Barroso permanece desaparecido desde el domingo 12 de septiembre, cuando se marchó con su madre en el coche adaptado que ésta conducía. Lo hicieron después de que la madre vaciara la casa de enseres. Tiró colchones, muebles, sillas y sofás. Los vecinos no se preocuparon demasiado. Macarena había expresado su intención de mudarse a Alcalá de Guadaíra, donde su hijo iba a un centro de educación especial, con intención de estar más cerca del mismo y no tener que desplazarse de un municipio a otro a diario. "También había una obra en una casa cercana, con una cuba a la que tiraban muebles, y por eso quizás pasó un desapercibido que ella estuviera tirándolo todo", dice un vecino.

El caso es que Macarena cogió a su hijo, lo montó en el coche y se marchó camino de Madrid. Pernoctaron en el hotel Perales, de Talavera de la Reina (Toledo), la noche del 12 al 13. El niño llegó al hotel aparentemente dormido, envuelto en una manta. Luego se marcharon a primera hora de la mañana (antes de las 7:00, hora a la que llega el recepcionista). Se les perdió la pista hasta que, a media mañana del lunes, Macarena apareció desorientada en una gasolinera de Carabias (Segovia).

El San Pancracio que trajo Macarena al bar Neno y otras figuras. El San Pancracio que trajo Macarena al bar Neno y otras figuras.

El San Pancracio que trajo Macarena al bar Neno y otras figuras. / José Ángel García

Del niño no había ni rastro. La mujer aseguró a la Guardia Civil que lo había matado y tirado a un contenedor en Madrid, cerca del parque de atracciones Xanadú. Fue ingresada en el área de Psiquiatría del hospital de Segovia. Ella padece una enfermedad mental y llevaba tiempo sin medicar. Todo apunta a que sufrió un brote, en mitad del cual se deshizo de su hijo. De la clínica ha sido ya sacada en al menos una ocasión para tratar de reconstruir el viaje entre Talavera y Carabias, sin que haya podido recordar nada. Macarena ha dado varias versiones. Primero dijo que mató a su hijo y después que se le murió antes del viaje, y que luego lo arrojó a un contenedor.

Este periódico contactó con el padre del menor, separado de la madre desde 2007, para tratar de dar su versión de los hechos, pero éste declinó el ofrecimiento. La hija mayor, Miriam, de 19 años, compartió unos días después de la desaparición de su hermano una publicación en sus redes sociales. En ellas, aseguraba que todo podía ser una trampa de su madre y que pensaba que su hermano podía estar en algún convento, monasterio o secta, a cargo de una persona que lo cuidara a cambio de una buena cantidad de dinero para que no revelara nada.

Parece una teoría disparatada, propia de alguien que quiere aferrarse a cualquier pensamiento para no creer que su hermano está muerto. Sin embargo, en el bar en el que paraba a menudo se inclinan por esta versión. "Ella era una persona religiosa, y quizás también supersticiosa. A menudo nos traía figuras de santos y objetos que según ella daban buena suerte. Algunos se nos han roto, pero otros siguen ahí. No sé, pienso que igual ha confesado que lo mató para despistar y es verdad que está en algún tipo de secta. Eso sí, alguien tiene que estar cuidando del niño porque es completamente dependiente", explica Moisés, el camarero, que señala un punto encima de una nevera. Allí comparten espacio un San Pancracio, un búho de la suerte, una pequeña jaula con unas rosas y un toro con camiseta amarilla con la palabra España y calzonas rojas.

Inspección ocular de la Policía Nacional en la calle Los Molares. Inspección ocular de la Policía Nacional en la calle Los Molares.

Inspección ocular de la Policía Nacional en la calle Los Molares. / Juan Carlos Vázquez

"Nos trajo un San Pancracio más grande, pero se rompió. Y una vez que entró un compañero en su casa vio una mesa llena de figuras de santos". De la religiosidad de Macarena habla también un azulejo en la puerta de su casa, con cierto tono amarillento en el esmalte por el castigo del sol, con las imágenes de los titulares de la Hermandad del Pantano, el Señor de la Salud y el Perdón y la Virgen de los Ángeles y la Cruz.

Y cualquiera que la busque en Facebook puede ver que tiene de foto de perfil una pintura de un crucificado con un cáliz en el costado, sobre el que cae la sangre de la herida de la lanzada. También tiene una fotografía publicada en esta red social en la que posa con su hijo, vestido con uniforme de músico, ante el Cristo de la Expiración y la Virgen de la Esperanza.

La instantánea se subió el 27 de abril, poco después de que las imágenes fueran expuestas para su veneración durante la Semana Santa de 2021, en la que no hubo procesiones. Todo parecía ir bien entonces. Según fuentes de la investigación, la salud mental de Macarena pudo empezar a sufrir una descompensación a partir de junio, cuando tuvo una serie de discusiones en el seno de la familia.

La casa de la familia, con el aparcamiento para discapacitados que utilizaba David. La casa de la familia, con el aparcamiento para discapacitados que utilizaba David.

La casa de la familia, con el aparcamiento para discapacitados que utilizaba David. / José Ángel García

"¿Se sabe algo?", pregunta un parroquiano en la barra del Neno al ver la cámara del fotógrafo. "Nada, ¿no?", y niega con la cabeza. No resulta fácil hacer una crónica de testimonios en el barrio donde reside el menor desaparecido. Han pasado ya dos semanas de la marcha de la madre y el niño y los vecinos dan muestras de estar hartos de tener a los medios de comunicación revoloteando.

Ni el puerta a puerta funciona. "Lo siento, no voy a hablar. No sé nada", dice la vecina de la casa de al lado. "No, no, perdonénme", contesta el de enfrente, que se asoma a curiosear y se vuelve a su casa. "Mire, yo he estado de viaje y acabo de llegar. No le puedo ayudar", apunta el de varias casas más allá. "No soy de aquí, lo siento", explica una mujer en la esquina. "Y ella tampoco", dice, antes de que a su acompañante le dé tiempo a responder. Un señor que las acompaña prefiere no opinar porque, dice, no se encuentra bien de salud.

Una vecina pide que no la fotografíen ni den su nombre, pero quiere decir algo. "Sólo le voy a decir una cosa: Macarena no se merece este final. Ella vivía por y para su hijo. El niño estaba muy bien cuidado todo el día. Una persona que se hace sus necesidades encima y que sin embargo olía siempre a gloria. Y nunca le faltó de nada. Nunca se oyeron gritos ni discusiones. No puedo saber lo que pasaba de puertas adentro, pero lo que yo vi fue a una mujer que cuidó de su hijo las 24 horas del día desde que nació".

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