Sevilla

El Quema suena a Sevilla

  • La Hermandad de la Macarena rezó el ángelus en las aguas del Guadiamar · Los momentos más emotivos se vivieron cuando la corporación del Salvador cruzó el río

Siempre en mayo suena distinto el Guadiamar en el vado del Quema. Medio centenar de hermandades propagan a los cuatro vientos el runrún de sus aguas cuando lo cruzan por este lugar. El río cambia por una semana el acorde monótono de su fluir por el rechinar de herraduras y el crujío de ruedas en su fondo. Ayer fue el último día para escuchar este concierto de mayo. El Guadiamar ya descansa.

Comienza la jornada. El frío se ha colado en este Rocío tempranero. La sombra siempre fue grato cobijo en esta celebración y este año el refugio confortable es el del sol. El viento levanta el polvo que la lluvia no acabó de asentar. Osuna está pasando cuando todavía huele a café de achicoria. En este sosiego tempranero Juan Campos bautiza a doce nuevos peregrinos. Dicho rito tiene todo un ceremonial. Uno por uno, los noveles rocieros van pasando bajo las manos de Juan. Este cantillanero que ha ostentado el cargo de hermano mayor en Osuna encarna al druida de la tribu. Coloca las manos en las sienes de sus hermanos de camino y a todos les va diciendo: "Que la Virgen te proteja, que la Virgen te proteja", un estribillo que se repite como un soniquete en el eco de la ribera. Una peregrina no puede aguantar la emoción. En frente, a otra romera que acaba de recibir las aguas del bautismo rociero le ha dado por reírse. En el Rocío hay una débil línea, a veces invisible, que confunde el dolor con la emoción, la fatiga con el gozo y el abrazo con la riña. Los sentimientos finalizan con la misma exclamación con la que José (Pepe para los amigos) termina los bautizos: ¡Viva la Virgen del Rocío! "Y el 8 de septiembre en Cantillana", apostilla José, al que el alcalde de carretas le pide que aligere: "Pepe, el chorreón de agua y no hables tanto".

A José, que ya ha salido de las aguas del Quema, no le gusta poner nombres de flores a sus bautizados. "Esto es una cosa seria". Como seria es la expresión de Juan José Flores cuando se le pregunta qué tal va este año el chiringuito que monta cada Pentecostés en este lugar. La cosa está turbia. Igual que el agua del Guadiamar. La crisis se está dejando notar. "No hay tanta gente como otros años. Y la que hay gasta poco". El chiringuito de Juan es herencia de su padre José Flores García que montó este negocio hostelero a orillas del Quema hace 25 años. Bodas de plata en penuria. "Si hace un año se gastaban 12 barriles en la semana, en éste sólo serán cuatro", dice Juan.

La mañana da paso al mediodía. Es la hora del aperitivo. Del filete empanao, la tortilla de patatas y, con más suerte, alguna loncha de jamón. En esto también hay paladares muy sofisticados. Como los que celebran su particular piscolavis al pie del Guadiamar. Bandejas de canapés y dátiles con roquefort y nueces. Para acompañar a tan exquisitos manjares se sirve vino en unas copas de cristal que relumbran con el sol, como también reluce la cantidad de desperdicios abandonados en estas inmediaciones. "Son las sobras de la gula", expeta un romero.

Va a pasar la Macarena. Los espectadores se colocan en la mejor butaca playera que hayan podido traerse. Hay neveras a tutiplén y señoras sentadas al libre albeldrío de la hierba. Vienen cantando los de San Gil a su Simpecado. Rezan el ángelus y no se olvidan de los que no están en estas aguas. Bien por enfermedad o por trabajo. La ausencia, siempre presente. Agarradas a la barra de promesa de la carreta hay tres peregrinas que no la sueltan por mucho que cimbree. Otro año más en el mismo río que viene tan crecido. Otro motivo más para dar gracias a la Virgen.

La corriente fluye. De los caminos llega ahora un torrente de algarabía. Es la Hermandad de Sevilla que hace suyo este viernes del Quema. Llegan los romeros con las cintas blancas en sus sombreros. Siete letras en ella. Una por cada día de esta peregrinación en la que el tiempo se detiene ahora. Se canta la salve. "Sálvame Rocío". El río se para. No quiere perderse el espectáculo. Un cielo de sombreros alzados. No hubo mejor compás sobre estas aguas. Ni hermandad con más señorío cruzándolas. Es el Quema que mejor suena. Suena a Sevilla. Otra vez el nudo en la garganta. Ahora es otro río el que fluye, el de la emoción contenida.

Luego vendrá Mairena del Aljarafe. Minutos después empezará Juan a desmontar su chiringuito. El Guadiamar se duerme. Ya lleva a la mar toda la vida.

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