Retrato de cura con emigrante
Destino. El párroco de San Lorenzo y el joven emigrante muerto con 21 años en Alemania compartieron necrológica y 46 años después son 'vecinos' del cementerio
EL destino los unió a los dos. El mismo 8 de julio de 1966 que fallecía de una dolencia cardiaca Diego Guzmán Pavón, párroco de San Lorenzo, recibían cristiana sepultura en el cementerio de San Fernando los restos de Manuel de la Rosa Reina, un sevillano que había emigrado a Alemania y falleció en accidente de circulación cerca de Wiengarten. El cura tenía 65 años; el emigrante, 21, como consta en la lápida correspondiente. Si aquel día compartieron necrológica en la página 55 del Abc, 46 años después sus restos mortales están situados en la misma calle del camposanto sevillano, separados por otra lápida, en el grupo de tumbas que preside la escultura que corona el enterramiento de Antonio Machín.
A Juan Rulfo, el mexicano que escribió Pedro Páramo, le gustaba pasear por los cementerios e imaginar historias con los habitantes de estas ciudades tan llenas de vida. De estos dos involuntarios compañeros de ultratumba le llamarían la atención los honores para el primero, precedido su nombre por el título de doctor, y la juventud con la que la muerte visitó al segundo, 21 años. El párroco, gaditano de Villamartín, había obtenido el título de doctor en Sagrada Teología en la Universidad Pontificia de Roma después de cursar estudios de Humanidades y Filosofía en el Seminario de Sevilla. Con ese bagaje intelectual ocupó después, en años muy difíciles, incluida la guerra civil, cargos de párroco en Isla Cristina y Cartaya y posteriormente en Sevilla, primero en San Roque y desde 1950 en San Lorenzo.
Si la carretera no hubiera truncado su vida, Manuel de la Rosa tendría ahora los 66 años con los que falleció su vecino de enterramiento y asociaría las apariciones del pontífice germano con su aventura laboral en Alemania. Allí trabajó en la ciudad de Ulm y después del siniestro que le costó la vida la gestión para el retorno de sus restos mortales, que volvieron en avión desde Stuggart, las hizo el entonces gobernador civil de Sevilla, José Utrera Molina. Una vida, la de Manuel de la Rosa Reina, truncada en plena juventud en idénticas circunstancias a las que marcaron el trágico final de Jesús de la Rosa Luque, alma y músico del grupo Triana, sevillano de la calle Feria que murió en un accidente de tráfico en Burgos cuando volvía de intervenir en un concierto benéfico en el País Vasco en solidaridad con las víctimas de las inundaciones de 1983.
El cementerio está lleno de un sinfín de historias parecidas. La hermosa metáfora de los versos que acompañan la lápida del poeta Rafael Montesinos tendrían una lectural literal en el caso del emigrante: "He vivido cuatro días; tres no fueron sevillanos, / llevadme a la tierra mía". Habrán llegado flores anónimas en los cincuentenarios de las muertes de Juan Belmonte, escoltado por el enterramiento común que sigue consagrando la pareja artística de José Torres Garzón, Pepe Pinto, y Pastora Pavón, Niña de los Peines, y de Diego Martínez Barrio (Sevilla, 1883- París, 1962), cuyos restos llegaron el año 2000 con los de sus sucesivas esposas Carmen y Blanca Basset Florindo. El sevillano que más lejos llegó en política -presidió el Gobierno, las Cortes y la II República- está a la entrada del cementerio, frente al grupo de figurantes y plañideras que llevan el cuerpo yerto y talaverano de Joselito en la obra maestra de Mariano Benlliure.
Pastora Pavón le sobrevivió cincuenta días a Pepe Pinto. El cantaor murió el 6 de octubre de 1969; la cantaora, el 26 de noviembre de ese año. Enriqueta Testillano, abuela materna de mi mujer, le sobrevivió cincuenta años a su marido, Gregorio Romero Carballar, barbero de profesión, que coincidió con Miguel Hernández en la prisión de Huelva. El día de la patrona de hace doce años enterramos a Pilar, mi suegra, la hija del barbero. Ella nació el último día del año 36. Cuando murió su padre, Pilar tenía 18 años y estaba embarazada de dos meses del mayor de sus hijos, Eulogio, mi cuñado. Después nacería Pilar de la Salud. Los dos se bautizaron el mismo día de la primavera de 1963 en la iglesia de San Lorenzo, de la que entonces era párroco titular el doctor Diego Guzmán Pavón. Pilar está enterrada con su marido y su suegra, Salud Vargas Tendero, en un osario distinto. Salud también murió aquel mes de julio de 1966 que se llevó la vida del cura y del joven emigrante. Inglaterra había conquistado no en muy buena lid el Mundial de fútbol que organizó, con Gordon Banks en la portería y Bobby Charlton en la delantera. Vencieron a los alemanes con los que probablemente el joven emigrante compartió los sinsabores de la derrota infligida por un colegiado cegato o partidista. Fue la última fiesta deportiva de los ingleses antes de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. No sé si alguna vez el trabajador que se forjó en Alemania coincidió con el cura que se doctoró en Italia, su vecino de adosado funerario.
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