Patrimonio
  • La reforma del edificio enclavado a la vera de la Campana incluye la recuperación del retablo, la cúpula sobre el presbiterio o el coro alto

  • Entre los hallazgos, un Cristo que presidía la entrada

  • Sevilla recupera una joya regionalista

Sushi y habitaciones en una iglesia de Sevilla del siglo XVI

Los clientes que acceden al restaurante o a los apartamentos turísticos tienen inmediatamente la percepción de que se encuentran en un espacio que en su día fue un templo. Los clientes que acceden al restaurante o a los apartamentos turísticos tienen inmediatamente la percepción de que se encuentran en un espacio que en su día fue un templo.

Los clientes que acceden al restaurante o a los apartamentos turísticos tienen inmediatamente la percepción de que se encuentran en un espacio que en su día fue un templo. / Juan Carlos Vázquez

Un restaurante japonés y 22 apartamentos turísticos en una iglesia del siglo XVI a la vera de la Campana. Los clientes que acceden a los establecimientos (que abrieron a principios de año) tienen inmediatamente la percepción de que se encuentran en un espacio que en su día fue un templo. Uno de los muros, el correspondiente a la nave del evangelio, ha quedado integrado dentro de las habitaciones. El otro, correspondiente a la nave de la epístola, en el pasillo. También se ha buscado que el exterior muestre la preexistencia del edificio religioso. En la fachada se distingue la parte de la ampliación del inmueble que se hizo en el siglo XIX, cuando dejó de dedicarse al culto.

“Cuando abordamos su reforma nos encontramos ante una construcción vieja y en muy mal estado. La planta baja había sido utilizada por dos establecimientos muy conocidos por todos los sevillanos. Por una parte, el restaurante La Reja, que cerró tras más de cincuenta años. Y por otra, el obrador de la emblemática y cercana confitería La Campana, aún abierta al público. El resto del edificio, cuatro plantas y ático, estaba destinado a viviendas con una caótica distribución y algunos pequeños patios de luces”, relata Manuel Quijano Vallejo, arquitecto y director de la obra.

Al comenzar los trabajos en el céntrico inmueble, el único elemento singular que fue encontrado era una arquería situada en la primera planta, donde se ubicaba un local de celebraciones. “Y fue esto lo que nos indujo a pensar que el espacio podría albergar algo más especial. Un estudio detallado de la planta del edificio nos reveló que podría estar relacionado con la antigua iglesia que aparecía en el plano de Olavide. Visto esto, recurrimos a textos históricos para seguir indagando sobre el edificio que nos disponíamos a rehabilitar”.

En uno de ellos, el de José María Tassara y González titulado Apuntes para la historia de la revolución de septiembre del año de 1868 en la ciudad de Sevilla, se especifica que la iglesia era de tres naves divididas por arcos que sustentaban columnas pareadas de mármol; en 1868 se desestimó por el Cabildo una protesta de la Hermandad de Veracruz contra la incautación de la iglesia por tener en ella una capilla; y el coro fue entregado en 1871 a la parroquia de San Andrés.

En ese momento, Manuel Quijano y su equipo realizaron un estudio arqueológico que aportó más información sobre la conservación y ampliación del edificio. “Se confirma lo que intuíamos en cuanto a la planta de la iglesia. Esta se conserva íntegramente, desde la entrada al presbiterio, donde se situaba el altar, con sus columnas pareadas y algunos arcos más en la primera planta y similares a los que se encontraban vistos”. Añade que también se conserva en altura, ya que los muros de la planta segunda y parte de los de la planta tercera son los originales. Con estos y más datos logran una idea bastante acertada de la volumetría original de la iglesia y su posterior reforma y ampliación. Durante la reforma se completó el estudio arqueológico, identificando los elementos originales existentes en los muros, huecos adintelados, arcos para vanos de luz, arcos de descarga, etc.

¿Y cuáles fueron las ideas principales en el proyecto de rehabilitación? El arquitecto expone que, en un plano horizontal, recuperar la totalidad de la planta como un espacio único, desde la entrada al muro donde se situaba el retablo, recuperando los elementos originales que estaban ocultos (las columnas pareadas) y eliminando toda la tabiquería y elementos posteriores. A partir de ahí, el proyecto vuelve a introducir, mediante una reinterpretación, algunos elementos como el vestíbulo de entrada, el retablo, la cúpula sobre el presbiterio o el coro alto.

En un plano vertical, posibilitar la lectura en altura de la iglesia. Para esto, la escalera que recorre todo el edificio se diseña exenta de estos muros que la envuelven, que se rehabilitarán dejando vista la fábrica y sus elementos. Así, en un recorrido por esta escalera, se puede observar estos distintos elementos, la altura original de la nave central y las laterales, así como el tramo que ya corresponde a la ampliación del XIX.

En un recorrido por la escalera, se pueden observar distintos elementos, la altura original de la nave central y las laterales, así como el tramo que ya corresponde a la ampliación del XIX. En un recorrido por la escalera, se pueden observar distintos elementos, la altura original de la nave central y las laterales, así como el tramo que ya corresponde a la ampliación del XIX.

En un recorrido por la escalera, se pueden observar distintos elementos, la altura original de la nave central y las laterales, así como el tramo que ya corresponde a la ampliación del XIX. / Juan Carlos Vázquez

“No puedo dejar de comentar los emocionantes descubrimientos que durante la obra nos fueron sorprendiendo”. Entre ellos, la existencia de la cripta situada bajo el presbiterio, llena de barro y cascotes, que fue rehabilitada y ahora es accesible. Aparecieron enterrados diversos objetos, entre los que destacan varios escudos heráldicos de la orden de los dominicos, orden a la que pertenecía el convento.

“El hallazgo más importante apareció durante el proceso de excavación, en la zona del presbiterio. Una especie de solería formada por piezas de gran tamaño”, relata el arquitecto antes de detallar el proceso: “Con extremo cuidado le fuimos dando la vuelta a las piezas. Las primeras cuatro, de mármol, resultaron ser lápidas de cuyas inscripciones se deduce que se trata de personas o familias de cierta importancia. En esa época eran habituales estos enterramientos en la misma iglesia a cambio de su protección o donativos. Debajo de ellas no había nada, simplemente se habían utilizado para crear una solería, como el resto de las piezas”.

Al darle la vuelta a las siguientes observaron que estaban talladas. La primera parecía tener unos pliegues de ropa y las siguientes fueron dos caras de monjes. Se trataba de un alto relieve. La de mayor dimensión fue la última. Ante la sorpresa de todos apareció un Cristo en bastante buen estado, que más que un alto relieve era una escultura casi a tamaño natural. Un estudio posterior determinó que estas piezas correspondían al Calvario que presidía la portada de la entrada principal de la iglesia. Cuando se expropió el edificio y se adaptó para otro uso, “se reutilizaron de esta forma tan tosca e irrespetuosa”. Esto se produjo en la época de la desamortización de Mendizábal, “el sentimiento religioso no estaba extendido en toda la sociedad sevillana de la época”.

Por último, Manuel Quijano no quiere dejar de mencionar una anécdota que “nos conmovió a todos los que estábamos presentes el día que descubrimos al Cristo”. Un instante después de darle la vuelta, salieron a la puerta de la obra y aparecieron dos monjas que saludaron amablemente. En los dos años que duró la reforma, nunca más volvieron a ver pasar a ninguna otra religiosa.

Arcos en el interior de una habitación. Arcos en el interior de una habitación.

Arcos en el interior de una habitación. / Juan Carlos Vázquez

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