Vigencia del último profeta
Bodas de plata. Vigencia del Gran Hermano en la tierra de los hermanos mayores, con una profecía literaria, '1984', que actualiza la ética de las nuevas tecnologías
UN hombre se desmayó en la Plaza Nueva, junto a la tienda de Victorio & Lucchino, y hubo gente que pasó a su lado, sacó los teléfonos y le hizo fotos. La escena la vio Eduardo Abad, fotógrafo de la agencia Efe, que ve la estampa totalmente orwelliana, adjetivo que ya ha sido aceptado en la lengua inglesa.
El 8 de junio de 1949, hace ahora sesenta años, George Orwell publicó 1984. En un cruce de aniversarios, se cumplen 25 años de la mítica fecha y la profecía parece irse cumpliendo en un pasado continuo, por usar un tiempo verbal muy querido por los poetas.
"Leer a Orwell remueve fantasmas que no queremos ver", dice Pisco Lira, hijo de Paco Lira y programador cultural de La Carbonería. Está sentado en Ochoa con el pintor Miguel Gómez Losada. Los escaparates de Sierpes son monitores de una pantalla sucesiva. "El gran mérito de Orwell es que se anticipa a los modos de administrar la muerte, del control que desde arriba se hace de la vida que va quedando debajo".
En Sevilla tiene más acogida el hermano mayor que el Gran Hermano, ese ojo omnisciente de la Policía del Pensamiento. En 1984 se coronó canónicamente la Esperanza de Triana y se constituye la nueva hermandad del Carmen Doloroso. "Ese año nos casamos el día de la revolución de los claveles en la iglesia del Claret", recuerda Manolo Vaquero, que contrajo matrimonio en segunda nupcias con Marisa, lo que les permite tener un recuerdo muy grato de Orwell, el escritor que vivió la guerra civil española, de la que dejó un monumento literario titulado Homenaje a Cataluña.
"Yo vengo de hacer una encuesta por internet y estoy convencido de que saben quién soy, cuántos pacientes tengo". Salvador Alegre, especialista en medicina interna, cree que Orwell acertó de lleno cuando profetizó el doble fenómeno de la invasión de la privacidad y la despersonalización del individuo. "Es lo que pasaba antes en los pueblos, que se sabía qué hacía cada cual, lo que pasa es que ahora se alcahuetea al servicio de las grandes empresas".
El ojo del Gran Hermano tiene cada vez más herramientas: móviles, correos electrónicos, blogs. "Orwell vio las nuevas tecnologías no como algo liberador, sino como algo esclavizador. Ahí residió su genialidad", ha dicho John Rodden, autor de varios libros sobre el escritor. "No está mal un cierto control", dice el doctor Alegre, "pero un control doméstico, marcado por la familia, por los amigos, por uno mismo, pero no ese control impersonal".
Pepe Clemente, que fue piloto de avión antes de adentrarse en el doble territorio artístico de la pintura y la escritura, lo explica gráficamente. "Ya nadie dice disuélvanse, pero saben que estamos reunidos. El peor control es aquel que existe sin que sepamos que nos controlan". Concha de la Serna, escultora, leyó Rebelión en la granja. 1984 es tan fulminante que no hace falta leerlo: basta con ver cómo se cumplen sus previsiones. Las sociológicas más que las políticas, porque ni la Unión Soviética engulló a Europa, ni renació el nazismo. "Los tiempos del escritor son relativos", comenta Clemente. "Un error de cuarenta años no es un error".
Eduardo Abad está realizando un curso de video. Como fotógrafo sabe que captar la realidad es una forma modesta de controlarla. "No es literatura. En Sevilla cada vez hay más calles vigiladas mediante cámaras". Pero la ciudad se defiende de los temores de la profecía con una forma de vida que propicia la tertulia improvisada en plena calle, el encuentro amistoso. "Eso no es de Orwell, es de los Quintero".
Marina Bernal se curtió entre codazos de papparazzi. Otra premonición mediática, que en este caso se debe a Fellini, que bautizó la palabra en La dolce vita. Esta reportera va a ser la primera mujer que pregone la fiesta del Moscatel de Chipiona, hasta ahora universo cerrado de hombres, alguno tan ilustre como Caballero Bonald. "Lo que más me sorprende es que en la era de la comunicación estamos cada vez más incomunicados".
La novela de Orwell fue llevada al cine (papel crepuscular de Richard Burton), y su filosofía está en películas como El show de Truman: la vida televisada. Los supervivientes, náufragos y parásitos sociales de Gran Hermano son secuelas chapuceras de una intuición literaria. Hoy la gente lee más a Stieg Larsson que a George Orwell. ¿Se acordará alguien de Lisbeth Salander dentro de 25 años? El best seller es una especie de control inducido: es fácil averiguar qué están leyendo millones de personas en el mundo.
La escultora Concha de la Serna ha llegado a ver en Google, premio príncipe de Asturias de la comunicación, su casa con el letrero que ella colocó. A la gente le gusta controlar. "Señora, su reloj no tiene buena hora". "Este reloj tiene guasa. Sólo funciona con pulsaciones", dice en el autobús la propietaria del reloj, que en absoluto se siente controlada. "Ya se reciben mensajes", dice Eduardo Abad, "del tipo de Hoy es miércoles, es la una y media, te estoy vigilando". Orwell fue el último profeta y su profecía preside todas las pantallas: "El Gran Hermano te está mirando".
También te puede interesar
Contenido Patrocinado
Contenido ofrecido por el Ayuntamiento de Rota
Contenido ofrecido por Nervión Plaza