Entre ágrafos y enciclopedistas

Calle Rioja

Recuerdos. En su despedida como director de As Relaño ‘volvió’ a la Sevilla de los ochenta

De izquierda a derecha, Carlos Funcia, Paco Casero, Miguel Gallardo, Joaquín Sierra, Luis Carlos Peris, Juan Alarcón y Paco Correal.
De izquierda a derecha, Carlos Funcia, Paco Casero, Miguel Gallardo, Joaquín Sierra, Luis Carlos Peris, Juan Alarcón y Paco Correal. / D.S.

LO hermoso del fútbol es que se trata de un equilibrio entre diferentes. Es lo que con el tiempo ha conseguido hacer Alfredo Relaño, que pone fin a casi un cuarto de siglo al frente de la dirección del As y eligió Sevilla como el lugar donde vivió los años más apasionantes de su rutilante carrera periodística. Los años transcurridos, bastantes, no hicieron mella en el buen recuerdo que dejó.

En ese equilibrio, pudo compartir mantel con un ágrafo del fútbol como Juan Alarcón, al que nada se le pegó del tiempo que fue compañero de curso de José Antonio Sánchez Araújo, y que tiene en su bagage de espectador un España-Albania que le suena a Marifé de Tirana, y con un enciclopedista como Luis Carlos Peris, al que acude en ese disco duro de Mauri y Maguregui pasados por Diderot y D’Alembert.

En el centro del campo, Paco Casero, legendario ocupador de fincas, que mostraba ufano el video que el bético Joaquín le mandó a su nieto en su primera comunión; con el refuerzo de Joaquín Sierra Quino, gran muñidor de este encuentro, que debutó con la selección en un España-Finlandia en La Línea. La memoria de Peris recuerda que Quino tuvo el privilegio de ser testigo como futbolista del Betis del adiós de Puskas con el Madrid y el de DiStéfano con el Espanyol. Del marcaje a la Saeta Rubia surgió que años después se lo llevara cuando fue entrenador del Valencia, donde Quino estuvo cinco años.

En la Sevilla de los primeros ochenta, inmediatamente después del Mundial 82, Relaño vivía en un pasaje de la calle Cuna. Era vecino de Miguel Muñoz, el seleccionador del 12-1 a Malta de diciembre del 83, partido que un día después Alfredo comentó para Televisión Española con José Ángel de la Casa y con Vicente Verdú, antropólogo del fútbol.

La cita fue en El Ventorrillo Canario. La prensa estaba reforzada por Carlos Funcia, al que Relaño adoptó como amigo cuando descubrió que había nacido en Fermoselle, el mismo pueblo de Zamora del que procede Julio César Iglesias, uno de los gigantes del periodismo deportivo, de la escuela de Manuel Alcántara.

Quino recordó el viaje a Roma que hizo con su padre, el poeta de Mediodía Juan Sierra. En la Ciudad Eterna visitaron a Rafael Alberti, que cumplía años el mismo 16 de diciembre que los cumple Miguel Gallardo, otro histórico en el viaje que Relaño hace en busca del tiempo empatado.

Relaño en la Sevilla de Ramón Carande, al que visitó en su casa de la calle Álvarez Quintero; de los primeros años de Carlos Amigo en el Palacio Arzobispal; de la transición de Escuredo a Borbolla en la Junta de Andalucía; de la cogida mortal de Paquirri la semana en la que estaban en Sevilla Borges y Calvino. Relaño aficionado a los toros, donde también el Larousse lo tiene Peris. El director del As conoció el mundo jornalero, evoca la ocupación de una finca de El Litri y un viaje a Marinaleda a conocer al mesiánico Sánchez Gordillo, alcalde desde antes de la quinta del Buitre.

El ágrafo Alarcón hizo de chófer, como en los tiempos en los que se recorrió toda España con Felipe González, que un día hizo de chófer de Alarcón. “Con el Buitre se paró el tiempo”. Debutó en Carranza el mismo año de Borges y Paquirri, dos goles a Andoni Cedrún en el Madrid que entrenaba Alfredo DiStéfano.

Santiponce estaba lleno de carteles electorales con mayoría de mujeres. Itálica famosa, Roma sevillana en la que faltó Alberti para batir a Platko con el balón que Funcia, manos de Zamora, le regaló al tocayo de DiStéfano.

Viajes de Sevilla a Madrid en los tiempos de las remontadas que enunció Juan Gómez Juanito. Un 6-1 al Anderlecht con tres goles del Buitre, dos de Valdano –el hallazgo de Relaño cuando empezó Canal Plus– y uno de Sanchis. Los campos de Quino y de Casero, el área chica del delantero –Pichichi en Segunda en 1969– y las aranzadas del jornalero, formaban un anfiteatro en esta exaltación de los afectos. Lo que queda al final de las primicias, las exclusivas y la competencia. Quino sigue cultivando esa amistad con futbolistas de su tiempo. Se ve con regularidad con Lico, Marcial y Asensi. El tío de la novelista Matilde Asensi con el hijo del poeta Juan Sierra. ¿Alguien da más en el cóctel de fútbol y literatura?

Si acaso Molowny y su presencia estelar en El Jarama de Sánchez Ferlosio. El futbolista canario que con la cupletista Celia Gámez y el diestro mexicano Gaona forman el tejido de un Madrid preindustrial, heroico, casi manchego. En la comida uno pregunta por Curro, otro por Pirri, uno más por los vascos que pasaron por el Betis o por el famoso autobús de Maguregui.

Quino es puente entre los dos mundos de Villalón, que estudió en el mismo colegio de San Luis Gonzaga de El Puerto de Santa María que Alberti, Juan Ramón Jiménez y Muñoz Seca. Al hijo del poeta le escama cierta prosa. En su crepúsculo balompédico, el primer Joaquín bético que fue al Valencia participó en el primer ascenso del Cádiz a Primera en 1977. Ese año el Betis ganó la primera Copa del Rey y el Liverpool la Copa de Europa. Las tres cosas volvieron a suceder en 2005.

Relaño se vuelve a Madrid poco después de que Gordillo fiche por el equipo de la Castellana. Pero, como aquel general Hulot de la novela de Balzac con París, se llevaba Sevilla en el bolsillo.

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