Exclusión social

El 'albergue' del Mercado del Arenal

  • Vecinos y comerciantes alertan que en los soportales del edificio vive una decena de indigentes

Las pertenencias de los que viven en los soportales del Mercado del Arenal.

Las pertenencias de los que viven en los soportales del Mercado del Arenal. / Juan Carlos Muñoz

"No sólo es por nosotros, es también por ellos". Alberto es padre de familia y vive desde hace casi dos décadas en el Mercado del Arenal. Es, por tanto, un vecino más del barrio próximo a la Torre del Oro. Una voz más de las muchas que piden una solución para lo que ocurre en los soportales del edificio, que es propiedad del Ayuntamiento (70%) y los vecinos (30%). En ellos viven "una media de una decena de personas", cuenta Alberto, que los ve a diario deambular por la zona desde hace mucho tiempo. "Es un problema endémico que se ha agravado a raíz de la pandemia", cuenta preocupado, puesto que "han pasado de dormir a vivir allí, con sus pertenencias incluidas". Además de la mala imagen que da a la ciudad en uno de sus puntos más turísticos, la presencia de indigentes en estos pórticos provoca otros problemas.

La suciedad y los olores a orín son evidentes al pasar por la zona, a pesar de que Lipasam pase periódicamente y limpie este hogar al aire libre en el centro de Sevilla. A esto se unen "constantes peleas o robos en el chino de enfrente", según cuenta Alberto, que evidencia la ingesta descontrolada de alcohol por parte de sus vecinos callejeros. El ejemplo más claro de las malas condiciones en las que viven ocurrió el pasado domingo 7 de noviembre, cuando falleció una de las habituales de estos concurridos soportales. No obstante, el perfil de estos indigentes es varón de entre 20 y 50 años de origen magrebí. Algunos de ellos, durante el día, aprovechan para hacer de aparcacoches. Otros, pasan sus días tumbados en la acera y sin la intención de abandonar el lugar. Tanto vecinos como los servicios sociales del Ayuntamiento les han ofrecido lugares para alojarse y mejores condiciones de vida, las cuales han rechazado. "Sí aceptan la comida que algunas ONG les llevan", matiza Alberto, al que le sorprende que justamente en ese lugar haya oficinas municipales.

La zona de la estación transformadora eléctrica en mal estado. La zona de la estación transformadora eléctrica en mal estado.

La zona de la estación transformadora eléctrica en mal estado. / Juan Carlos Muñoz

En la calle Arenal, dentro de los mencionados soportales, está Instituto Tecnológico del Ayuntamiento de Sevilla. Una oficina dependiente de la Delegación de Recursos Humanos y Modernización Digital que convive como un comercio con los indigentes. El Consistorio, dueño de la mayoría del suelo del edificio, construido en 1947 con un proyecto del arquitecto Juan Talavera y Heredia, parece no tener armas para acabar con esta problemática, planteándose por parte de algunos vecinos la posibilidad de recuperar las rejas que en el pasado existían. Algo a lo que la Delegación de Patrimonio parece oponerse al considerar el Mercado del Arenal como un edificio protegido. El malestar vecinal aumenta cuando recuerdan que en 2014 contribuyeron a la remodelación del acerado sobre el que ahora viven otras personas. "Están en una propiedad privada", explica Alberto. Aunque con la peculiaridad de que el propietario mayoritario del suelo es público.

Uno de los puntos más llamativos de esta zona, exceptuando la esquina de las calles Pastor y Landero y Arenal, epicentro del asentamiento, es la estación eléctrica que se encuentra en el final de la calle Arenal. La falta de pavimento y la mala conservación del lugar lo convierten en inhóspito e inutilizado. "Desde el Ayuntamiento nos dicen hace años que tienen que venir a arreglarlo", cuenta una trabajadora de la zona que prefiere no dar su nombre. Algo que comparte con otros comerciantes por temor a represalias. Curiosamente, los protagonistas de la escena, las personas que viven en estas calles, tampoco facilitan su identidad y declinan aportar su versión sobre el conflicto. Se limitan a achacar a la falta de empleo la necesidad de dormir en los soportales del edificio, antigua cárcel del Pópulo.

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