Jaime Rodríguez Sacristán. Psiquiatra

"La angustia y la tristeza están muy presentes en el sevillano"

  • Doctor especializado en psiquiatría infantil, ha viajado por toda América como asesor de la Unesco Fue también catedrático de la Hispalense y jefe del servicio de Psiquiatría del Macarena

La casa de Jaime Rodríguez Sacristán (Benaoján, Málaga, 1934) se llama Río Guayas. Es un homenaje a Guayaquil, la ciudad ecuatoriana a la que este psiquiatra ha viajado decenas de veces como asesor de la Unesco. Es un chalet luminoso, con un patio central que sigue la tradición mediterránea de iluminar desde dentro, con cuadros y libros. Se respira paz. Dan ganas de vivir en ella. Dice Rodríguez Sacristán que es feliz y el plumilla lo cree. Durante la conversación demuestra ser un hombre tranquilo y afable, con una educación antigua donde las formas y la cordialidad mandan. Pese a su amplísimo currículum no asoma en ningún momento la soberbia ni la arrogancia. Doctor en Psiquiatría por la Universidad de Sevilla, donde se crió como profesional bajo el manto de Jesús Arellano, es uno de los mayores especialistas españoles en psiquiatría infantil y fundador del Centro de Educación Especial Instituto Doctor Sacristán. Además de catedrático en la Hispalense, también dejó huella como jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Macarena y como asesor en educación en numerosos países americanos, como Cuba, Chile o Ecuador. Tiene una amplia obra científica, pero es conocido por el gran público por libros como Luis Cernuda ante sí mismo. Un acercamiento psicológico al poeta o La psicología del sevillano.

-"Si pierdo la memoria, qué pureza". Es un verso de Pere Gimferrer. Lo saco al hilo de su libro El olvido y los recuerdos ocultos. ¿Por qué es tan difícil olvidar?

-Porque lo que de verdad llevan por dentro los recuerdos no son las imágenes que nos suscitan, sino los sentimientos y las emociones que nos provocan. Las personas somos consecuencia de lo que hemos vivido, pero también de nuestra estructura cerebral. En las emociones pesa mucho la identidad cerebral, que tiene una importante base genética, heredada.

-Es decir, que si somos simpáticos o antipáticos se lo debemos a nuestros abuelos.

-Una parte muy importante sí, mucho más de lo que se ha admitido generalmente.

-Nuestra capacidad de olvidar o no, pues, está influenciada por la genética.

-Evidentemente, de olvidar y de recordar.

-Sin embargo, la memoria, tan útil para muchas cosas, puede ser una trampa. La capacidad de olvidar es muchas veces necesaria para seguir adelante. Recientemente, el Papa Francisco mandó un tuit en el que decía "El primero en olvidar, es el más feliz".

-Eso es discutible. Esa idea no se puede aplicar generalmente. Uno no olvida cuando quiere. El gran problema de muchas personas es la repetición de vivencias que son muy desagradables emocionalmente, que le provocan angustia, tristeza, conflicto... Cuando alguien me dice "lo mejor que haces es olvidar", pienso: "Anda que si ese es el único consejo que me puedes dar...".

-¿Pero no hay terapias?

-Existen técnicas y terapias, pero adolecen de muchas limitaciones. No siempre se consiguen los resultados deseables.

-¿El cerebro puede ser nuestro peor enemigo?

-Puede serlo, no tengo duda. Eso sí, también puede ser nuestro mejor amigo.

-Retomando el tema de la herencia, ¿tiene el mal una base genética?

-No sólo. Como siempre, es el resultado de lo genético y la experiencia. En una persona son decisivos los 25 primeros años de existencia.

-¿Y a partir de ahí no hay cambios?

-Sí hay cambios. Las personas somos el resultados de muchas crisis a lo largo de nuestra vida. Sufrimos crisis desde muy chicos hasta muy mayores. Hay una primera crisis emocional-caracterológica a los tres años; otra a los seis y medio, de adaptación al medio escolar, a compañeros que pueden ser peligrosos. Aparece otra muy clásica en torno a los 14 años, la adolescencia, que como sabemos es muy definitiva. Después hay crisis de menor valor, como la de los 25 años, que es cuando se escoge profesión, y otra muy curiosa y poco estudiada que se da en las mujeres en torno a los 42 años, que es fundamentalmente una crisis de pareja. Por supuesto, también está la famosa crisis de la menopausia, que puede derivar en tristezas depresivas.

-¿Y los hombres?

-Les llega un poco más tarde, en torno a los 53 años. El varón duda de sí mismo, tiene inseguridad, ve que empieza a perder vigencia en el ámbito de la sexualidad. También hay otra en este mismo sentido sobre los 63 años...

-Dicen que uno de los problemas fundamentales de la actualidad es la soledad, una gran paradoja en un mundo que está hiperconectado a través de los medios tecnológicos.

-En general, las personas se comunican mal. La mayoría habla pero no escucha; no están atentas ni interesadas en lo que los otros le están diciendo o sintiendo. Es muy importante diferenciar entre el sentimiento de soledad y vivir solo. Hay personas que con diez hijos y perteneciendo a un club con miles de socios se sienten solas. Sin embargo, otras que están aisladas no tienen este sentimiento, muchas veces debido a sus creencias religiosas. La soledad es una cosa muy personal que no se puede generalizar. No se puede hacer un diseño único y general.

-Pese a ser uno de los padres fundadores de la cultura contemporánea, Sigmund Freud ha sido muchas veces vilipendiado y rechazado desde la misma ciencia psiquiátrica. Sin embargo, siempre está ahí, siempre vuelve. Recientemente, Élisabeth Roudinesco ha publicado una monumental biografía sobre el creador del psicoanálisis. ¿Qué opina usted de este personaje?

-Me ha interesado siempre mucho y llegué a conocer y a estar en la casa de su hija, Anna Freud, en Londres, en 1959. No se me olvida. Hay una cosa indiscutible, quien habla mal de Freud y del psicoanálisis es, sencillamente, porque no lo conoce. Él dijo cosas sobre la dinámica emocional de las personas y de los mecanismos defensivos de la angustia que son no solamente geniales, sino absolutamente indiscutibles. Yo no soy freudiano, pero reconozco que su aportación es importantísima y que nos enseñó zonas que, hasta que él llegó, eran completamente desconocidas.

-Una pregunta que me interesa particularmente. ¿Cuántas personas somos en realidad? ¿Somos un solo sujeto que evoluciona con el tiempo o somos un poliedro, una galaxia de sujetos?

-Somos más un poliedro de sentimientos, ideas, emociones variables que intervienen continuamente en todo lo que hacemos. Desde luego, no es real dar un solo apellido a una persona. Las personas son muy complejas y no se conocen a sí mismas. Por esto, a las personas hay que respetarlas y no opinar tajantemente sobre ellas.

-Una cuestión que puede sonar a libro de autoayuda: ¿es posible la felicidad?

-Es difícil conseguirla en su totalidad. En general, lo más frecuente en las personas son los conflictos, las tristezas y las dificultades interiores y exteriores.

-Me resulta muy curioso el que tenga publicado un libro sobre la psicología de Luis Cernuda. De él dicen que era un auténtico malaje.

-Sí, tenía fama de malaje, pero los que han dicho eso no lo conocían como persona y lo juzgan de una manera parcial. Es cierto que tenía un carácter huidizo en sus relaciones con las personas. Su mundo emocional era complejísimo, tenía mucha angustia de fondo, con muchos conflictos personales de ansiedad y de valoración de sí mismo.

-Uno de sus libros más famosos entre el gran público es La psicología del sevillano. ¿Cómo se atrevió?

-Eso me lo pregunto ahora. Hice un estudio técnico en 500 personas de muy diversa condición. Soy consciente de que sólo es una parte de lo que se puede decir del sevillano.

-¿Cómo es la psicología del sevillano actual?

-Es una persona muy conflictiva interiormente, muy complejo, que no se conoce bien a sí mismo y que tiene más problemas de autovaloración y de valoración de su entorno de lo que parece. Desde luego, es muy complicado.

-¿Cuáles son sus conflictos?

-La tristeza y la melancolía, algo que tantos poetas sevillanos han expresado. No es casual que Bécquer, Machado y Cernuda sean sevillanos. Ahí hay mucho de genético. Pero cuidado, esto es una intuición que habría que estudiar y confirmar. El sevillano es muy poeta. En la ciudad hay muchísimas personas que escriben poesía y no se la enseñan a nadie. Esto es un dato contrastado.

-Es decir, ¿que toda esa supuesta alegría y humor es una fachada?

-En gran parte son mecanismos defensivos, como diría Freud. La angustia y la tristeza están especialmente presentes en el sevillano. Es curioso y muy llamativo.

-¿Y de dónde le viene esa melancolía?

-No me atrevería a dar una respuesta única. Habría que mezclar la genética, nuestra historia, el territorio...

-Melancolía es como se nombraba a la depresión antiguamente. Esta enfermedad afecta a cada vez más gente.

-La Organización Mundial de la Salud viene alertando del aumento de la depresión entre los Europeos en el último cuarto de siglo. Los datos clínicos y reales son indiscutibles.

-¿Y a quién afecta más?

-Históricamente a las mujeres. Ellas sienten y expresan más los síntomas depresivos que los hombres. Sin embargo, los últimos datos apuntan a que las cifras de varones y hembras están cada vez más igualadas.

-Su especialidad es la psiquiatría infantil. Sobre esta asunto quería preguntarle sobre el llamado Trastorno por Déficit de Atención (TDAH) e hiperactividad, un problema que hoy en día está muy presente en las escuelas. El psiquiatra Luis Rojas-Marcos lo ha estudiado y en Sevilla existen buenos especialistas. Sin embargo, hay médicos que no se toman en serio el problema. ¿Cuál es su opinión?

-El déficit existe, pero creo que en los últimos años se ha exagerado más de lo razonable. Hay muchos profesionales que no conocen bien el problema y hablan a la ligera.

-¿Por qué se dedicó usted a la psiquiatría?

-Lo tuve muy claro desde los quince años. Mis amigos ya me lo decían, porque me interesaban mucho las personas y leía a Ganivet y a Unamuno...

-Nunca hubiese pensado que leer a Ganivet o Unamuno provocase vocaciones por la psiquiatría.

-Sí, porque ambos tratan de las complejidades humanas. A mí me atraía mucho la lengua y la literatura de la Grecia clásica, pero me di cuenta de que las personas tenían muchos problemas y que yo podía ayudarlas. No me arrepiento de haber escogido este camino, al contrario. La gente necesita que le quieran. Querer viene de la palabra del sánscrito quaero, que significa curar... Y nadie quiere a nadie.

-¿Cómo?

-Esto es cierto en un porcentaje muy alto.

-Es una opinión muy dura.

-Sí, pero es la verdad. La envidia es uno de los peores males: en el trabajo, en las propias familias... Es enormemente frecuente que la gente no sea querida. Esa es la vida. La mayoría, malquiere.

-Le veo muy pesimista.

-En absoluto. Mi experiencia personal ha sido exactamente la contraria, muy positiva. Pero lo que le digo es lo que observo en las familias.

-¿Por qué se llama su casa Río Guayas?

-Como experto consultante de la Unesco viajé mucho a los países americanos entre los años 70 y 90 para organizar la educación especial infantil en países como Cuba, Ecuador o Chile. He trabajado mucho en la ciudad de Guayaquil, tanto que la Sociedad de Psiquiatría Infantil y de Educación Especial de allí lleva mi nombre. Tengo amigos allí que son como hermanos. Es raro el día que no reciba una llamada, una carta, un mensaje.

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