Un bar de Sevilla pide una orden de alejamiento contra una vecina y ella denuncia un "insoportable acoso y hostigamiento"
La residente de Santa Cruz denuncia la "insoportable situación" que está viviendo a cuenta de la apertura de un comedor en la azotea mientras que el establecimiento asegura que es al contrario
Los vecinos del barrio Santa Cruz: "Algunas plazas están un poco cargadas de mesas y sillas"
Una vecina del barrio de Santa Cruz asegura ser víctima de un “acoso brutal” por parte de un bar que la llevará a sentarse el próximo 2 de diciembre en un banquillo en un juicio por delitos leves de coacciones tras ser acusada por el establecimiento de delitos de “coacciones, acoso, contra el honor y la propia imagen”. La residente y los propietarios del local mantienen una disputa desde el pasado mes de marzo a cuenta de la apertura de una terraza en la azotea. El bar acusa a la vecina de incomodar a los clientes poniendo música alta, lanzando agua, poniendo pancartas, profiriendo gritos, incluso exhibiéndose desnuda en el interior de su vivienda. La mujer niega todas las acusaciones y asevera que es ella la que sufre el acoso, dice estar bajo medicación, y señala que ha perdido toda la intimidad en el interior de su domicilio, donde puede ser observada impunemente tanto ella, como el resto de su familia, entre ellos un menor. En la denuncia interpuesta por el establecimiento se pide que se proceda a la detención de la denunciada si persiste en su actitud, y que el Juzgado adopte la medida cautelar que corresponda, como la de alejamiento o prohibición de residencia.
La denuncia de este popular bar en la calle Pasaje de Vila señala que la vecina ha cometido, presuntamente, los delitos de alteración del orden público, “por poner música a un volumen intencionalmente elevado”; alteración del orden público, por el mismo motivo; acoso contra el negocio, “por incitar a poner reseñas falsas en Google”; injurias y calumnias, “al atentar contra la imagen del negocio mediante la incitación a gritos desde su balcón a los viandantes a que no entren en el restaurante y la difusión de mensajes falsos”; calumnias, “al imputar la violación de su intimidad cuando es imposible dada la disposición de los toldos en la terraza además de existir suficiente distancia para que ello no sea así”; Competencia desleal, “al ser titular de un negocio de apartamento o vivienda turística y llevar a cabo todo este tipo de acciones”; y coacciones, “al llevar este tipo de acciones a impedir la buena marcha del negocio legalizado, teniendo cada vez menos clientela, a consecuencia del actuar de la denunciada y todo ello con la pretendida intención que se cierre la terraza”.
Por su parte, la vecina ha explicado a este periódico que la denuncia “está plagada de mentiras” y que se trata de un claro caso de “hostigamiento de la hostelería a los vecinos y la nueva moda de denunciarnos judicialmente”. Reconoce que hasta la apertura de la terraza –que los responsables del bar siempre le negaron que se fuera a utilizar o abrir al público– (muestra audios y mensajes de los dueños que así lo corroboran), la relación de cordialidad, incluso de amistad que existía, se tornó en acoso y hostigamiento al comenzar ella a denunciar con pancartas la “pérdida de intimidad y la intromisión” en la vida privada de su familia que la apertura al público de este espacio suponía. Una terraza que tiene licencia, según la vecina, “por silencio administrativo” del Ayuntamiento.
Niega rotundamente que los toldos que dicen los dueños que sirven de pantalla disuasoria, sirvan, “porque los tienen abiertos”. Además, señala que en una reunión a la que acudieron el presidente de la asociación de hosteleros de Santa Cruz y la presidenta de la asociación de vecinos se comprometieron a instalar un cerramiento para impedir la visibilidad a sus clientes sobre los dormitorios de su domicilio. “Algo que no han hecho”. Y advierte de una contradicción en la denuncia: “Dicen que la terraza está cerrada con toldos y que los clientes me ven en mi dormitorio. O está cerrada o me ven, pero las dos cosas son imposibles”.
La presidenta de la asociación de vecinos, María José del Rey, confirma que se acordó en la reunión adoptar esta solución de instalar un cerramiento que garantizara la intimidad a la vez que el confort para los usuarios del bar, pero que de momento no se ha hecho: “Vemos que ha pasado todo el verano y no se ha puesto. Nos dicen que están pendientes del permiso de Urbanismo. Las últimas noticias que hemos tenido es que el proyecto estaba parado porque las tasas estaban pendiente de pagarse. Así han dejado pasar el tiempo. La verdad es que me he sentido un poco defraudada”.
La mujer advierte que en la denuncia aseguran, “sin pruebas”, que ella ha tirado diversos objetos, que ha puesto música, o vídeos porno para hostigar e intimidar a los clientes. “Puedo demostrar que hay más vecinos molestos con el asunto de la terraza. La mayoría me apoya. No pueden probar de ningún modo que la música viniera de mi casa", (enseña distintos mensajes en los que le muestran este apoyo. También la denuncian por competencia desleal por disponer de un apartamento turístico. “Saben perfectamente que es mentira. Es cierto que lo tuve desde el año 2017 hasta el 2020 que lo alquile por larga estancia y tengo el contrato que lo demuestra (que aporta). Además, para que fuera competencia desleal tendría que tener un bar...”, insiste. La vecina dice que tampoco es verdad, como recoge la denuncia, que la valoración del bar en internet haya bajado por sus reseñan negativas. Con una búsqueda en internet se puede comprobar que mantiene la misma puntuación de 4,4.
La vecina de Santa Cruz indica que lo único cierto es que ha colgado carteles en sus balcones y que pidió por Whatsapp en varios grupos que se hicieran un comentario en internet, pero no sobre la comida, sino sobre el hecho de haber abierto una terraza frente a su dormitorio y al de su hijo menor de edad (en la casa viven dos menores aunque sólo la habitación de uno tiene balcones a la terraza)... “Llevo meses en tratamiento con ansiolíticos porque está situación es insoportable. Me están sometiendo a un acoso y derribo salvajes. Y otra cosa que no dicen en su denuncia es que sus clientes no sólo me ven desnuda a mí, que no me exhibo como dicen, simplemente me visto y me desnudo en mi dormitorio como todo el mundo, sino que también ven desnudo a mi hijo de 16 años que, como es normal, se desnuda en su habitación, porque a lo que mi familia se niega es a encerrarnos en nuestra casa para no incomodar a los clientes de una terraza que no debería estar ahí”.
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