Del ‘botellódromo’ a uno por barrio: más de veinte años sin solución
Enésimo intento de acabar con un problema de salud pública
El Consistorio y la Junta lo han intentado casi todo desde 1999 para reducir las quejas vecinales por sus efectos negativos
Ningún gobierno municipal ha logrado dar con la tecla por ahora. Las botellonas son un problema enquistado en zonas como el centro, sobre todo la Alameda de Hércules o pequeñas plazas; también en el entorno del río y Plaza de Armas; Viapol; Los Remedios y el campo de la Feria; y distintos puntos en barrios como la Macarena o Pino Montano.
El Ayuntamiento y la Junta de Andalucía lo han intentado casi todo desde 1999 para reducir las quejas vecinales por los efectos negativos de estas concentraciones nocturnas y masivas, pero ni los jóvenes beben menos ni se ha garantizado la convivencia ni el derecho al descanso con las medidas aplicadas. El conflicto se produce cuando esos miles de jóvenes se agrupan en zonas residenciales hasta altas horas de la madrugada y dejan los barrios irreconocibles.
Las administraciones local y autonómica llevan años poniendo chinas en los zapatos de los jóvenes asiduos a esta moda (de Sevilla y muchas urbes del país) y aumentando los controles a los empresarios con negocios relacionados directa o indirectamente con la botellona.
Entre 1999 y 2004, el Ayuntamiento presentó a la opinión pública cinco documentos diferentes con supuestas soluciones para la botellona consensuadas con la Junta y los colectivos afectados. Se basaban en organizar actividades nocturnas alternativas para atraer público juvenil, mejorar los servicios públicos, cambiar normativas para reducir los efectos más molestos y actuar en la prevención del consumo de alcohol. El resultado fue nulo.
Años más tarde nació un proyecto no exento de polémica que contemplaba construir un botellódromo. Durante el último mandato de Alfredo Sánchez Monteseirín, se llegó incluso a urbanizar y vallar un espacio en la Isla de la Cartuja, en lo que fue la bancada de la Expo. El concurso quedó desierto tras dos intentos. El socialista apostó por ese recinto porque una ley andaluza de 2006, la misma que permite las sanciones, autorizaba este tipo de instalaciones para evitar las molestias a los vecinos. Granada fue una de las capitales que puso en funcionamiento una iniciativa similar.
A su llegada a la Alcaldía en 2011, el popular Juan Ignacio Zoido rechazó el proyecto y apostó por una alternativa propia que nunca llegó a verse. La idea era negociar con los empresarios de ocio nocturno una alternativa, un sitio que podía dar más oportunidades como lugar de esparcimiento para jóvenes y que nunca llegó a desvelarse. Su sucesor, Juan Espadas, apuntó en sus años de oposición a una red de botellódromos por barrios. Nada más tomar posesión anunció la puesta en marcha de una mesa de diálogo para tratar el asunto con todas las partes implicadas: los vecinos, los jóvenes, los distritos y hasta la Universidad. Esta idea de la red de espacios no se llegó a materializar en su primer mandato. Ahora apuesta por una alternativa de ocio que fomenta los hábitos saludables y la cultura, una idea que tampoco es nueva y que han promovido siempre en el ámbito municipal grupos como Izquierda Unida.
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