Calle Rioja

En canoa junto al monumento de Colón

  • Regusto. Las playas de Punta Umbría fueron el último paisaje que vieron los ojos de Jesús Quintero. Un paraíso donde se ven las secuelas de la presencia inglesa

Barcos engalanados para la fiesta de la Virgen.

Barcos engalanados para la fiesta de la Virgen. / Salvador López Medina

En Punta Umbría hay una iglesia diseñada por Miguel Fisac, un arquitecto de prestigio internacional, manchego universal. Es la iglesia de nuestra Señora del Carmen. Pero hoy y mañana habrá misa en un lugar muy especial. Una iglesia al aire libre, como un cine de verano. Muy cerca de la Avenida de los Océanos y de la playa sin fin. Oficiará Gustavo, argentino de Iguazú, al norte de Argentina, compatriota del Papa Francisco. Volverán a faltar sillas para la feligresía. Hay quien se trae las de playa para oír la palabra de Dios con el acento de los argentinos del norte. Pasarán el cepillo tres jóvenes de una asociación que lucha por la integración de los más vulnerables. En sus camisetas se puede leer: “La pereza viaja tan despacio que la pobreza siempre la alcanza”. El padre Gustavo, que oficia junto a la avenida de los Océanos, cruzó el Atlántico con una misión por cinco años. Su primer destino será Paymogo, pueblo de Huelva limítrofe con Portugal, cuna del escritor José María Vaz de Soto.

Es el destino de mucha gente de Sevilla y de Huelva. La presencia de extranjeros es más esporádica, aunque la impronta de los ingleses que la empezaron a poblar se nota en parte del caserío, en una vivienda de muestra en la umbría que da nombre a la localidad y en el diseño del vanguardista Ayuntamiento de la localidad, camino del centro histórico. En Punta Umbría celebraron sus padres y hermanos los nueve años de Alegría. Allí veranea buena parte de la familia Aparicio: Carlos y sus cinco hermanas celebraron el encuentro familiar en el hotel El Pato Amarillo, que está en la misma línea de paseo marítimo que el hotel El Pato Rojo.

Miden sus veraneos en Punta Umbría por la edad de sus vástagos: los 47 años de Lorenzo, que fue concejal de Ciudadanos, o los 43 de Ángel, hermano pequeño de Ramiro. Punta Umbría es una prolongación de Sevilla. Al fondo se ven las casas de El Portil en una línea costera andaluza que llega hasta Ayamonte, presente en el Hotel Ayamontino, como una línea de puntos de arena ente Punta Umbría y Punta del Moral, esa aldea con hotel de cinco estrellas que termina en la ría de Isla Cristina con ese espigón donde alguien escribió ‘¡Buenas olas, David!’.

En autobús hay que hacer escala en Huelva y en esta ciudad hacer trasbordo hasta Punta Umbría. Para la vuelta, seguimos el buen consejo de nuestra anfitriona, mi tía Encarni, que vive en barbecho entre la ciudad y la playa, y nos volvemos en la canoa de Punta Umbría. Un medio de transporte que está declarado de interés turístico nacional. Otra secuela de la presencia de los ingleses. Son 45 minutos entrando en la ría del Odiel, río que dio nombre a un histórico periódico. “Tampoco vamos a Canarias”, dice el que manda la tripulación de la canoa, “aunque el barco lo traje de Mallorca”. La cuna de Matías Enseñat, que era el capitán del ‘J.J. Sister’ en el que en 1989 partimos desde el malecón situado junto al monumento a Colón que se ve desde la canoa. Reeditamos el tercer viaje del Almirante con escalas en Canarias, Cabo Verde y llegada a Venezuela por la desembocadura del Orinoco.

Se ve la grada y la tribuna del Nuevo Estadio Colombino donde juega el equipo decano del fútbol español. ‘De Riotinto a la Roja’, tituló Jimmy Burns Marañón su historia del fútbol español. Otra secuela de los británicos. No hay medusas, como sí se ven en el barco que une Ayamonte con Vila-Real de santo Antonio por donde muere el Guadiana. Pero mientras la canoa mece a los viajeros en esta ósmosis de río, mar y océano, te viene otra historia de la tierra de Su Graciosa Majestad. El 30 de abril de 1943 un pescador de Punta Umbría encontró flotando en el mar el cadáver de un oficial británico… Es la sinopsis de la novela ‘El hombre que nunca existió’, de Ben Macintyre. En la portada se habla de “la historia del episodio que cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial”. Un año antes del desembarco de Normandía. Una historia de espionaje a la que volvió el gran Ian McEwan en su novela ‘Operación Dulce’.

En Punta Umbría hay una calle Jaguar y un chiringuito El Tiburón, que es el punto de referencia para los encuentros de los Aparicio. Carlos, el único varón de la familia, hizo el camino al Rocío con la carriola Los Aparicio. Sevillanos de Punta Umbría. Como los padres de Alegría, hija del agosto de 2014, que espera una hermana que se llamará Reyes. Punta Umbría es el paraíso de las patatas fritas. Todo el mundo lleva su cucurucho, da igual que vaya en bañador o en traje de fiesta.

Punta Umbría fue aldea y ahora sabe a continente con el monumento a Colón. Está en la Liga de Campeones mirando el Colombino, nombre de uno de los mejores torneos de verano antes de que este deporte lo distorsionaran los árabes y la Premier. Unas aguas que saben a novelas de espías, a películas de niebla y suspense. Y a una misa oficiada en un templo a la intemperie con sabor a cine de verano.

La estación de autobuses de Huelva está muy cerca del embarcadero de la canoa de Punta Umbría. Hemos vuelto con los buenos recuerdos, con el mestizaje de las puntillitas y las berenjenas de Almagro. Y el topónimo aparece en dos libros que este verano acompañan al viajero. En la región italiana de la Umbría, prima hermana de la localidad onubense, termina la acción de la novela ‘El despertar de la señorita Prim’, un verdadero hallazgo literario obra de la periodista gallega Natalia Sanmartín Fenollera. En el libro ‘Nido de piratas’, historia del diario Pueblo escrita por Juan Fernández Úbeda, aparecen unos cuantos andaluces vinculados con ese rotativo: Yale, Tico Medina, Felipe Mellizo, Marlasca, Manuel Cruz (que fue su penúltimo director) y un andaluz que nunca firmó en las páginas de ese rotativo. El autor del libro fue en busca de Jesús Quintero a Punta Umbría, ya en su crepúsculo vital, para que le hablara de uno de los principales personajes de esa historia, el periodista Raúl del Pozo, “el Paco de Lucía de los columnistas”, lo definía el Loco de la Colina.

Su brillante carrera radiofónica la inició en Huelva y su alargada sombra sonora todavía recorre el itinerario de esta canoa de Punta Umbría en la que uno se imagina a James Bond, 007, escuchando música de Lole y Manuel. De la canoa al autocar de Damas, prueba empírica de que Sevilla tiene playa.

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