Y la Casa de Murillo, ¿para cuándo?
La reciente aparición en prensa de la próxima inauguración de la casa natal de Velázquez, vuelve a traer a escena la necesidad de dotar de una actividad adecuada a la Casa de Murillo
Un Velázquez, un Murillo y una oportunidad histórica para Sevilla
La rehabilitación de la casa natal de Velázquez, situada en la antigua Morería, calle Luis María Llop, es a priori, una iniciativa particular digna de elogio. Todo lo que sea investigar y divulgar a uno de nuestros pintores más universales, es muy positivo.
Velázquez, sevillano, nacido en 1599 y bautizado en la parroquia de San Pedro, fue discípulo de Francisco Pacheco y vivió en Sevilla hasta los 24 años, en que partió a la corte de Madrid como pintor del rey Felipe IV. De su etapa sevillana se conservan obras maestras de juventud como Vieja friendo huevos o El aguador. A partir de su traslado a Madrid, Velázquez pierde el contacto con su ciudad natal y entre la capital de España y Roma pinta sus obras más significativas y sublimes.
Por el contrario, Bartolomé Esteban Murillo, nacido 19 años más tarde y bautizado en la iglesia de la Magdalena, vivió en Sevilla hasta el final de sus días. Su muerte ocurrió en 1682, mientras pintaba en su taller un encargo de los capuchinos de Cádiz, falleciendo el 3 de abril de este año. Solo unos días antes, el 28 de marzo, había participado en uno de los repartos de pan organizados por la Hermandad de la Caridad. Su testamento fue fechado en Sevilla el mismo día de su muerte. Fue enterrado en la parroquia de Santa Cruz, templo mudéjar situado en la plaza del mismo nombre que fue derribado por los franceses. Su tumba se perdió en la demolición. Murillo fue la personalidad central de la escuela sevillana de pintura, creador con Valdés Leal de la Academia de Bellas Artes, pieza fundamental de la Hermandad de la Caridad, con un elevado número de discípulos y seguidores que llevaron su influencia hasta bien entrado el siglo XVIII. Asimismo, fue también el pintor español más apreciado y cotizado fuera de España, el único que el pintor y tratadista Joachim von Sandrart incluyó con una biografía en su Academia nobilissimae artis pictoriae de 1683 incluyendo el Autorretrato del pintor grabado por Richard Collin, quien solo mencionaba, además, a Velázquez como artista español, por sus retratos que habían asombrado a los romanos, en especial Juan de Pareja e Inocencio X. Dedicaba también una biografía a José de Ribera, pero incluyéndolo entre los pintores italianos, siendo por tanto Murillo el único de los maestros españoles de ámbito internacional, con biografía propia, ilustrada además con su imagen.
Cuadros de Murillo se documentan desde fechas tempranas en colecciones flamencas y alemanas, principalmente escenas de género como Niños comiendo uvas y melón, en Amberes, posiblemente desde 1658, y Niños jugando a los dados, documentado en 1698 en la misma ciudad, donde ambos cuadros fueron adquiridos para el emperador Maximiliano II. También antes de terminar el siglo llegaron algunas de sus obras a Italia, en este caso de carácter religioso, donadas por el comerciante Giovanni Bielato, y a Inglaterra, llevadas por un lord que, en 1693 habría comprado por un elevado precio el cuadro titulado Niños de Morella, probablemente es el que actualmente se conoce como Tres muchachos, subastado con la colección del embajador inglés en Roma.
El reconocimiento de Velázquez como maestro universal se produjo tardíamente, hacia 1850. Alcanzó su máxima fama entre 1880 y 1920, coincidiendo con la época de los pintores impresionistas franceses, para los que fue un referente, en especial para Manet.
La última casa donde habitó y murió Murillo fue identificada por el extraordinario historiador del arte y experto en el pintor, Don Diego Angulo Iñiguez mediante documentos de época. La casa se encuentra en el corazón del barrio de Santa Cruz, en la calle Santa Teresa, uno de los lugares más concurridos del turismo internacional. De la antigüedad de la casa son muestra los grafitti grabados a punta de cuchillo en la puerta principal fechados en el siglo XVIII y que descubrimos durante la restauración.
La casa fue comprada en 1972 por la Dirección de Bellas Artes del gobierno de España. Se invirtieron 15 millones de pesetas en su recuperación, que comenzó el arquitecto Rafael Manzano y finalicé yo mismo. La idea para la cual fue adquirida la casa fue llevar a cabo una “casa de artista”, siguiendo el modelo internacional: Monet, Renoir, Picasso, Dalí, Rembrandt, Joan Miró o Jackson Pollock. Para ello se contaba con el detallado testamento del pintor que especificaba todos los muebles y objetos del interior y que permitía una réplica fiel.
La casa se inauguró en 1982, coincidiendo con el tercer centenario de la muerte de Murillo gracias a la gestión del entonces delegado de Cultura, Gabriel Bascones. Durante unos años fue filial del Museo de Bellas Artes de Sevilla.
El edificio consta de dos plantas y ático. Se articula alrededor de un patio central con pozo. En la restauración conseguimos reinstalar una colección de valiosos azulejos de “clavo”, fechados en 1590, que habían pertenecido a la demolida Casa Profesa de los jesuitas, en la calle Laraña. Se identificaron en el interior los elementos propios de una casa del siglo XVII con influencias mudéjares: dormitorios, estrados de cariño y respeto, cocina y un gran taller de pintura, con un artesonado, en la planta alta.
En un principio la casa se acondicionó con una colección de cuadros de época cedidos por el museo de Bellas Artes, pero la idea, como ya hemos indicado, era realizar una instalación doméstica, del siglo XVII, complementada con un centro de investigación e interpretación de la pintura barroca sevillana, con biblioteca y proyecciones de los cuadros de Murillo, Velázquez, Alonso Cano, Zurbarán y Valdés Leal. Los escasos presupuestos de la época y la cortedad de miras de los políticos de entonces hicieron imposible el proyecto.
Después de su transferencia a la Junta de Andalucía la casa fue pasando por distintos promotores, entre ellos la universidad Menéndez Pelayo, hasta que, en 2010, se dedicó a sede del Instituto Andaluz del Flamenco, utilización que mantiene hoy.
La tecnología de la imagen ha dado un salto prodigioso en los más de 40 años desde su inauguración. Las pantallas de ultra definición 4K permitirían llevar a cabo la idea original y brindar al sevillano y al visitante una visión amplia y comentada de la pintura barroca sevillana desperdigada por el mundo. Evidentemente, habría que buscar un lugar adecuado para el Instituto del Flamenco, pero su actual utilización burocrática no es adecuada para la casa. Su propiedad es pública. Si la iniciativa privada, previa compra del inmueble, su restauración y acondicionamiento, va a hacer posible la recuperación de la casa natal de Velázquez, ¿va a seguir la Junta de Andalucía desaprovechando el potencial cultural y turístico de esta casa singular?
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