Procesión de la Virgen de los Reyes

La certeza de lo efímero

  • Socialistas y populares empatan en concejales en el último 15 de agosto de la actual corporación municipal

  • La Catedral se quedó sin luz eléctrica minutos antes del pontifical

Carmen Castreño, Juan Espadas y Juan Carlos Cabrera cerraban la representación de la corporación municipal.

Carmen Castreño, Juan Espadas y Juan Carlos Cabrera cerraban la representación de la corporación municipal. / Juan Carlos Vázquez

Son poco más de la nueve y media de la mañana del 15 de agosto. La multitud copa la trasera del altar mayor de la Catedral. La Patrona se encuentra ya bajo la penumbra gótica. Acaba de traspasar la Puerta de los Palos. Ha terminado la procesión de tercia. El órgano entona los últimos sones de la marcha real. El paso se gira hacia el altar del jubileo. Se interpreta la salve popular. El público asistente se divide entre quienes cantan la plegaria mariana y los que intentan acceder al recinto acotado. Cintas azules y vallas lo impiden. El principal templo de la archidiócesis es una suerte de corral. Los encargados de la organización explican que la restricción obedece a medidas de seguridad. Nadie entiende que en una iglesia se prohíba pasar a quienes quieren rezar o asistir a misa. “Deben esperar a que se queden las sillas libres”, repiten una y otra vez las azafatas con pinganillo en la oreja y walkie talkie en la mano. Por delante pasa el clero que ha integrado el cortejo. Acuden rápidos a las dependencias que hace las veces de improvisada sacristía. Entre ellos se encuentra el delegado diocesano de cofradías, Marcelino Manzano, quien se ha desprendido ya de sus hábitos sacerdotales. El público continúa en su rifirrafe por querer entrar a la zona acotada. Un joven con chaqueta y corbata acude a auxiliar a sus compañeras en la valla que contiene a devotos y turistas. Entre tanto alboroto, la Catedral se queda sin luz eléctrica. A los pocos minutos aparece el arzobispo, monseñor Juan José Asenjo. Lo hace instantes antes de que comience el ceremonial religioso. Viene acompañado y revestido con un alba. Se dirige al Palacio Arzobispal. Trae la cara pálida. Una indisposición, sufrida cuando la procesión transcurría por la Avenida de la Constitución, le obligó a abandonar el cortejo. Fue la incidencia más destacada de este 15 de agosto, caracterizado por unas frescas temperaturas que hicieron llevadera una mañana en la que se registraron 31 asistencias sanitarias (cifra menor a la de otros años), todas de carácter leve.

Resumen de la procesión

El prelado había sufrido un gran malestar durante la noche pasada, debido a ciertos dolores gástricos de los que no se había recuperado del todo. Ante tal situación, decidió abandonar el cortejo después de que el paso de la Patrona realizase la última posa delante del magnolio de la Catedral. Allí fue donde monseñor tocó el martillo como despedida de esta jornada. Guardó reposo en las dependencias del templo metropolitano. Su intención fue presidir el pontifical que se celebraría después, pero al persistir el malestar, desistió de esta idea, por lo que el obispo auxiliar, monseñor Santiago Gómez Sierra (quien portó el báculo el resto de la procesión), se encargó de tal función.

En esos momentos, cuando comenzaba la procesión litúrgica de la eucaristía, una brisa bastante fresca entraba por la Puerta de Campanillas. El público agolpado en la valla se había disuelto. La calma había llegado. Al interior del templo y a las calles que lo rodean. El entorno tomado horas antes por sevillanos y vecinos de municipios cercanos volvía a ser dominio de los turistas. Visitantes en grupos, en parejas o solos. También los hubo durante la procesión. Algunos junto a las vallas antipánico (y antiestéticas) y otros desde el balcón o la azotea. Como los que se encontraban en cierto hotel de la calle Alemanes con albornoz y pijama. Indumentaria guiri convertida ya en un clásico de este festivo.

A esa hora la voz del coro masculino que interpretaba varios motetes delante de la Virgen se mezclaba con el sonido de las campanas de la Giralda. Melodía de cada 15 de agosto acompasada por esos instantes de silencio en los que el tiempo de la ciudad parece detenerse. Segundos que sirven para fijar la mirada en los detalles de un cortejo que ha incluido este año, por última vez, a la actual corporación municipal. La próxima festividad de la Asunción tendrá otros rostros. Algunos antiguos y conocidos. Otros nuevos. Los sevillanos ya habrán acudido a las urnas. Por tal motivo, la jornada de ayer era más idónea para mostrar la cara más afable con la que convencer a futuros electores. Saludos constantes del alcalde y continua conversación del líder de la oposición con el público más cercano. Socialistas y populares empataron en número de concejales asistentes: Juan Espadas, Carmen Castreño, Juan Carlos Cabrera, Clara Macías y Miryam Díaz por parte del PSOE; y Beltrán Pérez, Rafael Belmonte, Evelia Rincón, Amidea Navarro y José Luis García por el PP. A la representación de la Diputación acudieron el alcalde de Camas, Rafael Recio; su homólogo en San Juan de Aznalfarache, Fernando Zamora; y la diputada socialista Lidia Ferrera. A ellos se unió la delegada del Gobierno de la Junta en Sevilla, Esther Gil.

Acabado el pontifical, los políticos salían por la Puerta del Príncipe, bastante afeada estos meses con unos toldos blancos propios de calle comercial. Todo sea por cuidar a la gallina de los huevos de oro. El turismo. El alcalde destacaba allí las bajas e inusuales temperaturas de este 15 de agosto. Espadas se quedaba con las posas. Cuando tiene “a la que vela por la ciudad” frente a frente. Ese instante por el que vale la pena madrugar e interrumpir las vacaciones. La contundencia de su regia mirada. La certeza de una mañana en la que el centro de Sevilla abandona su disfraz de parque temático. Aunque sólo sea por unas horas. La verdad de lo efímero.

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