Conferencia

Cervantes nunca vivió en el Parnaso

Santiago Muñoz, director de la RAE, durante su intervención en la jornada de la UIMP.

Santiago Muñoz, director de la RAE, durante su intervención en la jornada de la UIMP. / Juan Carlos Vázquez

Miguel de Cervantes y Saavedra, el escritor de El Quijote, nunca vivió en el Parnaso, ese lugar idílico donde residen los poetas y que dio título a una de sus obras. Tampoco escribió su novela más famosa, la del hidalgo manchego, durante su estancia en la cárcel de Sevilla, como se ha divulgado en alguna ocasión. Y tampoco tuvo retrato que lo reflejara ni mecenas dadivosos que lo respaldaran en sus empresas literarias. Todo lo que se sabe de él es producto de las propias referencias que de su vida hizo en novelas y poesías, así como de las investigaciones llevadas a cabo desde el siglo XVIII.

Una vida misteriosa a la que Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española (RAE), puso ayer luz durante la conferencia magistral –titulada La autobiografía de Miguel de Cervantes– con la que se cerró la jornada conmemorativa de los 40 años de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) en Sevilla. El acto se celebró en la sede central del Círculo de Labradores y contó con una gran asistencia de público.

“Son falsas muchas cosas que se dicen de nuestro primer novelista, como el título de esta conferencia”. Así comenzó Santiago Muñoz su intervención, en la que dejó claro que su discurso era “una especulación” basada en “los rastros” que el propio Cervantes dejó sobre su vida en sus obras literarias. “Aportó datos suficientes como para escribir su biografía”, afirmó el presidente de la RAE.

La primera biografía, de 1738

La primera biografía de Cervantes la publicó Gregorio Mayans en 1738. “A diferencia de Lope de Vega o Quevedo, no estuvo rodeado de discípulos y patrocinadores que pudieran contar su vida”, refirió Muñoz. De Cervantes se supo con el tiempo que participó en la Batalla de Lepanto, donde se quedó manco; que sufrió cautiverio en Argel y que en 1590 presentó un informe ante el Consejo de Indias con la intención de lograr un cargo en el Nuevo Mundo.

El salón del Labradores lleno de público durante la lección magistral del director de la RAE. El salón del Labradores lleno de público durante la lección magistral del director de la RAE.

El salón del Labradores lleno de público durante la lección magistral del director de la RAE. / Juan Carlos Vázquez

También se conoce su paso por la entonces recién remodelada cárcel de Sevilla (situada en uno de los extremos de la calle Sierpes). Aquí pudo “engendrar” la idea de El Quijote, pero las condiciones de aquella prisión habrían hecho imposible escribirlo. Sí se empapó en la ciudad andaluza de “esa forma desenfadada de entender la vida” de la que hacen gala muchos personajes de sus novelas.

Sus aspectos más personales han tardado más tiempo en salir a la luz. Se sabe que en 1584 estaba casado con Catalina de Palacio, bastante más joven que él. Los datos sobre su familia trascendieron a raíz del ataque sufrido por un galán en 1604 en Valladolid, donde vivía. Sus hermanas e hija tuvieron que declarar como testigos. Su hija Isabel no era fruto de su matrimonio, sino de una relación que tuvo con Ana Franca, tabernera que estaba casada cuando conoció a Cervantes.

Una familia muy "diversa"

Por medio de aquel interrogatorio también se supo que su hija era la amante -con beneplático paternal- de un portugués, Simón Méndez. Y que sus hermanas Andrea y Magdalena, que vivían con el célebre escritor, habían obtenido suculentos ingresos por una práctica muy habitual en la época: comprometerse en matrimonio con hombres que luego rompían su palabra y debían indemnizarlas, lo que suponía una importante cantidad de dinero. Esta forma de llenar las arcas familiares la aprendieron de su tía María. Miguel tenía otra hermana, Luisa, que tomó los votos de monja en un convento de Alcalá de Henares, donde coincidió con Santa Teresa de Ávila.

Datos que trascendieron en el siglo XIX y rompieron la imagen intachable que se tenía de Cervantes, que hasta entonces se creía –en palabras de Santiago Muñoz– que “vivía en el Parnaso”. “Por extraño que parezca, sus relaciones y las de sus más allegados eran muy parecidas a las que existen en muchos hogares en el siglo actual”. Un ejemplo de la diversidad tan en boga en nuestros días.

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