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Lugares malditos...el cortijo los galindos

Cinco crímenes sin autor... ni sumario

  • El quíntuple asesinato cometido hace 41 años en una finca de Paradas sigue siendo un misterio. El caso expiró en el año 1995 sin que se hallara nunca al autor de los crímenes, mientras que el expediente judicial desapareció el verano de 2015 durante un traslado de los juzgados de Marchena a un almacén de la Consejería de Justicia.

CUARENTA y un años después, el crimen de Los Galindos sigue generando noticias y rumores que le añaden un aura de misterio a un suceso que nadie ha podido todavía explicar. Hace un año, coincidiendo con el 40 aniversario, este periódico publicó que el sumario del caso se perdió durante un traslado de documentos desde el juzgado de Marchena a un almacén de la Consejería de Justicia. Los más de 1.300 folios que contenían todas las pruebas realizadas durante la deficiente investigación del quíntuple asesinato se extraviaron. Tenía quizás un valor más histórico que judicial, puesto que el caso prescribió en el año 1995, pero se perdía con él un documento importante para conocer cómo era no sólo la precaria investigación criminal de la época sino también una parte de la España rural y atrasada en la que la aristocracia seguía siendo intocable.

El caso es conocido. Los mayores lo recordarán, habrán visto alguna película o leído algún libro inspirado en lo ocurrido en aquel cortijo de Paradas el verano de 1975. Los más jóvenes se habrán enterado por alguno de los programas de radio o televisión que se siguen haciendo sobre el asunto. La maqueta del cortijo pudo verse recientemente en la exposición que Cuarto Milenio celebró en Sevilla la pasada primavera.

El 22 de julio de 1975, uno de los días más calurosos de aquel año, murieron en un cortijo de Paradas cinco personas. Manuel Zapata Villanueva, de 59 años y natural de Calera de León, capataz de la finca desde que dejó la Guardia Civil veinte años atrás, recibió varios golpes en la cabeza con una pieza de una empacadora llamada pajarito. Probablemente fue el primero en morir, aunque apareció tres días después de que se encontraran el resto de las víctimas, lo que llevó a pensar en un primer momento que era el asesino. Su esposa, Juana Martín Macías, de 53 años y nacida en Gibraleón, fue descubierta dentro de la casa del capataz. También había sido golpeada con el pajarito mientras estaba sentada en una silla de enea. Su cuerpo fue arrastrado un trecho y levantado por dos personas -así lo indica el charco de sangre que se convierte de pronto en un goteo-, hasta quedar depositado en la habitación reservada a los huéspedes.

Los siguientes en morir fueron José González Jiménez, de 27 años y tractorista del cortijo, y Asunción Peralta Montero, de 33. Los dos, naturales de Paradas, se habían casado en enero de aquel año. Sus cadáveres aparecieron descuartizados y calcinados en un almiar cercano, al que los asesinos prendieron fuego. Ambos murieron de golpes en la cabeza.

La quinta víctima fue Ramón Parrilla González, también natural de Paradas, de 40 años, casado y con dos hijas. Era otro tractorista de Los Galindos. Recibió dos disparos de escopeta, el primero en la sala de máquinas, que le destrozó los brazos al intentar protegerse la cara, y otro en la entrada al cortijo, donde cayó muerto. Su cadáver fue ocultado bajo un montón de paja.

En la simple relación de los hechos ya hay algunos puntos oscuros, como que el cuerpo de Zapata no apareciera hasta tres días después, cuando se debió revisar todo el cortijo. O la presencia de Asunción Peralta, vestida de domingo, en el cortijo. Los cadáveres fueron encontrados por un grupo de jornaleros que trabajaban en los olivares y divisaron una columna de humo que salía del cobertizo. El primero en llegar fue Antonio Fenet, que avisó a la Guardia Civil.

La investigación se contaminó desde el primer momento. Dicen los detectives de homicidios que prefieren una buena inspección ocular a un buen testigo. En Los Galindos no hubo ni una cosa ni otra. Al cortijo llegaron decenas de curiosos, vecinos, trabajadores y periodistas, que incluso movieron los cuerpos para sacar mejores fotografías. Aquella noche ya ocurrió algo que haría levantar para siempre las sospechas del pueblo. Gonzalo Fernández de Córdoba y Topete, marqués de Grañina, propietario del cortijo, durmió solo en la finca. El aristócrata ordenó a la Guardia Civil que montara guardia en la entrada al cortijo y se encerró en solitario en el escenario del crimen, cuando faltaba todavía uno de los cuerpos por descubrir.

A partir de aquí se han barajado decenas de teorías, algunas de ellas surrealistas. Una de las más sólidas es la del periodista Francisco Gil Chaparro, que investigó a fondo el crimen y sostiene que aquel día no estaba previsto que muriera nadie en Los Galindos. A alguien se le fue la mano con Zapata y los otros cuatro muertos fueron testigos eliminados. Que desapareciera el libro de registros de la finca correspondiente al año 1975 abre la vía de que los crímenes estuvieran relacionados con la venta de trigo en el mercado negro. El cortijo está exactamente igual que hace 41 años. Lo único que ha cambiado es el nombre. Ahora se llama Nuestra Señora de las Mercedes.

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