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Cuenta atrás para la reapertura del convento de Madre de Dios de Sevilla

Una religiosa contempla los trabajos desde el coro alto de la iglesia.

Una religiosa contempla los trabajos desde el coro alto de la iglesia. / Antonio Pizarro

Tras más de siete años de cierre, la iglesia del convento de Madre de Dios volverá a abrir sus puertas en unos meses. Menos de cuatro son los que quedan de obra, según cómo avanzan las tareas, por lo que en verano las religiosas dominicas podrán tener ese reencuentro con los fieles que tanto esperan. Atrás quedarán más de siete años de intenso trabajo, de algunos sinsabores, de alegrías, de innumerables apoyos y de importantes donaciones para poder restaurar un templo que cuenta con una historia y un patrimonio excepcional.

Las obras en Madre de Dios comenzaron en julio de 2019. Cinco años antes, se había tenido que clausurar el templo tras unos desprendimientos que revelaron los importantes problemas estructurales que padecía, con un grave desplome del muro que da hacia la calle San José. La restauración la ha capitaneado el arquitecto Ángel Candelas, que se hizo cargo de la intervención a través de FIUS, la Fundación de Investigación de la Universidad de Sevilla. Tras más de dos años de obras, actualmente se trabaja en la consolidación de los principales elementos decorativos, como las pinturas atribuidas a Lucas Valdés y los fantásticos alicatados.

"Queda prácticamente la restauración de la solería de barro, que en muchas zonas de la iglesia es la original, y se están haciendo actuaciones de consolidación de las pinturas en el arco toral y otras zonas donde presentan más riesgo. Es sólo una primera fase, no podemos llegar a la restauración porque no hay fondos para ello. También se está haciendo lo propio en los azulejos con más riesgo de caerse", explica Ángel Candelas. Las Restauraciones las están haciendo, a través de la empresa Joaquin Pérez, Fabián Pérez Pacheco, en azulejos; y Javier Barbasán, en las pinturas. Los estudios previos corresponden a Carmen Riego (azulejos) y María José Sánchez Barrera (pinturas).

Estado actual de la iglesia, donde se trabaja en la consolidación de las pinturas. Estado actual de la iglesia, donde se trabaja en la consolidación de las pinturas.

Estado actual de la iglesia, donde se trabaja en la consolidación de las pinturas. / Antonio Pizarro

Tras estas tareas de terminación, limpieza y pintura, la iglesia podrá reabrir sus puertas. Los fieles no notarán una gran diferencia con respecto al aspecto anterior, puesto que quedaría por hacer la fase más lucida de restauración de retablos, esculturas y pinturas. Pero el templo se encontrará en perfecto estado. Para ello, se instaló una estructura sobre el arco toral para descargar el peso que soportaba y que ponía en peligro la estabilidad. También se ha hecho una importante intervención en el coro alto. Se ha colocado un novedoso refuerzo de madera para ayudar a las vigas antiguas. Esta actuación ha permitido rectificar la deformación existente en 10 centímetros.

Importantes sorpresas

El pozo que ha aparecido en una de las paredes. El pozo que ha aparecido en una de las paredes.

El pozo que ha aparecido en una de las paredes. / Antonio Pizarro

Además de para devolver la estabilidad a la iglesia, la restauración ha sacado a la luz importantes sorpresas. En el exterior, en la fantástica portada de Juan de Oviedo, se rescataron restos de policromía en  las figuras de Santo Domingo y la Virgen con el Niño. En el dintel, los escudos de Castilla y los dominicos, conservaban unos colores que ahora se pueden apreciar muy bien.

En el interior, adosado al muro de la calle San José, ha aparecido un pozo, un elemento que ha sorprendido mucho a los técnicos y que les ha llevado a hacerse muchas preguntas: "Debió existir antes de la iglesia. Estaba tapado, pero no sabemos cuándo se ocultó. Ha tenido mucho uso por lo que revela el desgaste que presenta. Puede que contribuyera al desplome del muro. Lo hemos recuperado pero sin su función. Una monja que tiene 96 años decía siempre que lo recordaba, pero nadie la creía. Parecía impensable que pudiera haber un pozo aquí", sostiene el arquitecto.

Una de las hornacinas decoradas halladas en el coro alto. Una de las hornacinas decoradas halladas en el coro alto.

Una de las hornacinas decoradas halladas en el coro alto. / Antonio Pizarro

Se han hecho muchas catas en los paramentos para buscar pinturas ocultas. En la nave de la iglesia no ha habido éxito, salvo en la portada de acceso al coro bajo. La capilla del Correo Mayor sí se sabe que estaba totalmente dorada. Los paramentos del coro bajo sí estaban decorados.

En el coro alto han aparecido tres hornacinas que estaban ocultas en los muros junto a la puerta de acceso a la zona conventual. En una se ha recuperado una pintura de un manto y una corona que debía servir de dosel a alguna imagen. En la central, se simularían sillares, aunque no se ha sacado a la luz.

Un museo en el coro alto

Los restauradores trabajando en las pinturas de las columnas. Los restauradores trabajando en las pinturas de las columnas.

Los restauradores trabajando en las pinturas de las columnas. / Antonio Pizarro

La idea que tienen las religiosas es la de hacer una sala expositiva en el coro alto. Allí podrían mostrar buena parte del patrimonio de este cenobio y también de la orden. Para ello, se va a dotar al espacio de las necesarias medidas de seguridad, etcétera. "Nosotras queremos que haya culto. Que nos podamos relacionar con los fieles que tanto nos ayudan. Pensamos hacer alguna guía para contar la historia y explicar el patrimonio y que pueda haber algún tipo de visita guiada", explica sor Adela.

La zona conocida como el Palazuelo se ha asegurado estructuralmente, pero queda pendiente una importante rehabilitación que permitiría a las religiosas abrir una hospedería con la que obtener ingresos para seguir acometiendo su importante labor.

Sor Adela con Pepe Moreno, maestro de obra, en la iglesia. Sor Adela con Pepe Moreno, maestro de obra, en la iglesia.

Sor Adela con Pepe Moreno, maestro de obra, en la iglesia. / Antonio Pizarro

Son muchas las personas e instituciones que se han volcado con las religiosas dominicas del convento de Madre de Dios para que su reapertura esté cada vez más cerca. Ellas agradecen la enorme colaboración de Carlos Lora, de la Real Fundación Patronato de la Vivienda de Sevilla, que ha ayudado con la gestión y captación de fondos y su control. También señalan a José María Galán, mano derecha de las religiosas dominicas en todo lo que necesitan. La organización World Monuments Fund, que ha hecho diversas aportaciones. El Ayuntamiento de Sevilla, que ha firmado varios convenios de ayuda. También ha habido una gran donación que dio un definitivo impulso a la restauración. La comunidad de monjas también ha aportado sus fondos provenientes de la venta de dulces y de otros donativos que reciben de particulares. El arquitecto, Ángel Candelas, no se quiere olvidar en esta lista de agradecimientos de Pepe Moreno, un maestro de obra a la antigua usanza, que ha jugado un papel muy importante en todo el proceso.

Isabel la Católica, ilustre huésped

El convento de Madre de Dios fue fundado en el año 1496, según la tesis de Carmen y José Antonio Calderón, personas que más y mejor lo han estudiado. La propia reina Isabel la Católica, que se alojó en el cenobio, contribuyó a su creación con la cesión de una serie de casas incautadas a los judíos. La ayuda de fray Diego de Deza también fue fundamental. 

Detalle de las pinturas murales. Detalle de las pinturas murales.

Detalle de las pinturas murales. / Antonio Pizarro

Madre de Dios es el lugar de enterramiento de la mujer de Hernán Cortés, Juana de Zúñiga, y sus hijas Catalina y Juana (que fue priora). El empeño de la viuda de Cortés resultó vital para levantar, por ejemplo, todo el presbiterio y el retablo mayor, que se le encarga a Jerónimo Hernández. También reposan en el cenobio de la calle San José los restos de la hija de Murillo y tres bisnietas de Colón.

Artistas como el mencionado Jerónimo Hernández, Juan de Oviedo, Miguel Adán, Diego de Pesquera, Francisco de Barahona, Lorenzo Mercadante de Bretaña, Villegas y Marmolejo, Pedro de Campaña, Juan del Castillo o Virgilio Mattoni, dejaron sus huellas en el convento. Todo el cenobio, iglesia incluida, fue declarado Monumento Nacional en el año 1971.

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