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101 dálmatas de honores y honorarios

  • Óscar Fernández León presentó en el Colegio de Abogados sus libros sexto y séptimo, un letrado bloguero que contó como padrinos con Óscar Cisneros y Adolfo Cuéllar.

EL lector abre el libro al azar y lee: "Mucho networking, sí, pero que no falte el calor de la barra de un bar". Es una de las 101 reflexiones para ser mejor abogado desde el corazón de la práctica profesional. Así reza el subtítulo del libro El reto de ser abogado, uno de los dos que ayer presentó Óscar Fernández León (Sevilla, 1963). "No es un yo escribo muchos libros, los presento juntos para que la gente no tenga que venir dos veces", dice el autor.

Lector de Julio Llamazares, Borges, Cortázar, relector permanente de Cervantes, Fernández León, especialista en Derecho inmobiliario y urbanístico, socio director de su propio despacho, articulista y bloguero, suma ya siete libros. A los 101 dálmatas del abogado reflexivo añadió El abogado y los honorarios profesionales. Una visión práctica. "Creo que sí hay abogados mileuristas y con la crisis más".

El bautizo literario de estos dos mellizos contó en el Colegio de Abogados, bajo la presidencia de su decano José Joaquín Gallardo, con dos padrinos. Óscar Cisneros y Adolfo Cuéllar, presentadores del tándem libresco, fueron compañeros de parvulitos en los Maristas. Pertenecen a sendas familias muy vinculadas al Sevilla los Cisneros, al Betis los Cuéllar. Abogados, hijos de abogados, en el caso de Adolfo Cuéllar, su abuelo murió siendo decano del Colegio; letrados que crecieron con un apellido, con un despacho familiar, y que ayer presentaron las obras de un colega sin apellidos, sin despacho, "que tuvo que empezar de cero, por eso siempre he sentido admiración por él", en palabras de Adolfo Cuéllar.

A Óscar Cisneros le tocó hablar del pecunio. Los que lo vieran en la playa leyendo un libro titulado El abogado y los honorarios profesionales se llevarían un buen susto. Lo leyó en vacaciones para hacer la reseña de un libro "de un abogado de a pie escrito para abogados de a pie" que habla de cosas que no enseñan en la Facultad o aspectos tan delicados como la morosidad o la forma de facturar. "Las costas son derecho del cliente, nunca derechos del abogado", dice Cisneros, que desde hace más de veinte años preside la comisión de honorarios profesionales del Colegio.

Adolfo Cuéllar, nieto, hijo y hermano de abogados, padre de otro en ciernes, glosó el centenar largo de reflexiones, incluida la de la barra del bar en la que a Aranzadi se le cuela una cita propia de Philip Marlowe con música de Gabinete Caligari. Cuéllar compartió con el autor del libro clases de Derecho, juraron como abogados el mismo día, 21 de enero de 1987, cuando todavía existía el ritual de regalarle un puro al decano, y hasta numerosas guardias, vigilias del oficio.

Adolfo Cuéllar aprovechó la parte contratante de su segunda parte para hablar de una palabra que suena a pócima en la filosofía de todo abogado, la independencia. Una palabra-fetiche puesta en entredicho. "Muchas veces, los abogados estamos sometidos a los clientes y a las circunstancias". El abogado es orteguianamente su otro yo, el cliente, y sus circunstancias.

Fernández León ha publicado libros sobre oratoria, sobre preparación de juicios y uno muy querido por él, Mailing para un joven abogado, la correspondencia entre un abogado que está en Inglaterra y su joven pasante.

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