"El error de mi vida fue decirle a Felipe en México que no tenía ningún futuro"
Los invisibles
HIZO las Américas y después la Expo. Volvió a España con un hijo mexicano y otro panameño. Francisco Rubiales (Villamartín, Cádiz, 1948) pasó de seminarista a corresponsal.
-Sus años en México, Cuba y Panamá son de un personaje de John le Carré o Graham Greene...
-Será una premonición, porque voy a pasar del ensayo a la novela. Con el libro Periodistas sometidos pongo fin a la trilogía.
-Su gran exclusiva fue contar que Cuba aprobó tres días de luto oficial por la muerte de Franco. ¿Lo recuerda cada vez que escucha los viajes de los brigadistas?
-Yo tenía buena relación con Fidel, que alguna vez me llamó para pedirme opinión. Me dijeron que hiciera las maletas.
-¿Cómo era la Sevilla que dejó?
-Yo estaba en el Seminario de San Telmo. Era un seminarista que tenía muy poca relación con la sociedad sevillana. Aunque el ambiente era muy abierto y moderno gracias a Bueno Monreal, no salías de allí. Iba para cura, pero a los ocho años lo dejé.
-De la clausura del seminario a la apertura del periodismo...
-Me fui a Jerez a estudiar Magisterio por libre. Cogí una gripe y estuve tres días en cama. En la convalecencia, llegó a mis manos una revista de pensamiento político dedicada a China. Esa gripe tuvo dos consecuencias: decidí estudiar Periodismo y me convertí en sinólogo. Con 21 publiqué un libro, China, nueva cultura.
-¿Conoció el país?
-Nunca fui. Me curé en Cuba de los totalitarismos.
-¿Cómo llega a América?
-Pasando por Líbano, donde estuve mes y medio cubriendo la guerra árabe-israelí. En enero de 1975, antes de cumplir los 25 años, ya estoy en México.
-¿Es verdad que admiraban a los exiliados y odiaban al gachupín?
-México es con República Dominicana y Cuba uno de los tres países más hispanos de América Latina. Los mexicanos son muy españoles. Tienen con nosotros una relación muy pasional porque nos parecemos mucho.
-En el libro dice que Felipe González le propuso hacerse del PSOE.
-Lo conocí en México. Me encargó una reunión con los corresponsales europeos. Con él cometí el mayor error de mi vida: le dije que no tenía ningún futuro. En los últimos años sesenta yo participé en Madrid en los escarceos clandestinos contra el franquismo y sólo vi a un socialista de refilón. Había comunistas y cristianos. Felipe me respondió: "No somos nadie, pero el futuro es nuestro porque tenemos la marca".
-La cena de corresponsales en Roma con Sandro Pertini parece Vacaciones en Roma sin Audrey Hepburn...
-La hicimos en mi casa en 1982. En esas reuniones surgió la idea del foro político de Antares.
-¿Tenía reciente Pertini sus saltos en la final del Mundial?
-Nos contó lo bien que lo trató la Reina, que lo invitó a sopa de ajo.
-Vuelve a Sevilla por la Expo...
-Sólo estaban Ignacio Montaño y Paco Arance. Llegué en 1985 y me fui en 1987. Me dijo Pellón que me fuera, porque mi sitio lo iba a ocupar Paco Lobatón.
-¿Volvió al periodismo?
-Decidí montar la primera consultora especializada en la Expo. Uno de mis clientes fue Pedro Pacheco. Le organicé el pabellón Tierras del Jerez, que dirigí.
-Se fue joven de Sevilla y a la vuelta dice que envejeció. ¿Por qué?
-La culpa es mía porque no conocía Sevilla. Como cualquier exiliado, la idealicé. Pensé que a mi tierra, a mi ciudad le sería útil mi experiencia como asesor de Pertini, como testigo de las negociaciones de Omar Torrijos con Jimmy Carter para la recuperación del Canal de Panamá. No les interesaba lo más mínimo. Sólo estaban pendientes del cuchillo corto, de quién mandaba más, si el Ayuntamiento o la Diputación.
-El New York Times ha publicado una página sobre Marinaleda.
-Siempre ha sido así desde los tiempos del Romanticismo. De España en el extranjero siempre se vendió la imagen de un mundo cateto y atrasado, distinto y agitanado. Discutía por eso con mis colegas mexicanos e italianos. Y sigue siendo así, con excepciones como Pertini, que admiraba España y decía que los españoles éramos los alemanes del sur.
-¿Le impresionó conocer a John Wayne luchando contra el Séptimo de Caballería?
-Me lo presentó Omar Torrijos en la isla de Contadora. Era un hombre muy influyente, como todo Hollywood. Ronald Reagan llegó a presidente. Torrijos contó con una serie de actores para convencer a Carter de que Estados Unidos dejara de tutelar a dictadores y gorilas y pasara a liderar la modernización de América Latina.
-Chaves también se fue de San Telmo, igual que usted...
-Es muy sorprendente que una persona que ha estado veinte años en el poder se vaya de forma clandestina y nadie lo recuerde. Prefiero no interpretarlo.
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