El final de la gira del comando Andalucía
calle rioja
Efemérides. El premio a la madre de Jiménez-Becerril y un nuevo aniversario del asesinato del doctor Muñoz Cariñanos evocan los zarpazos de Eta en Sevilla
Aun Rojas-Marcos lo entrevistaron en la Ser y a otro en la Cope. Ambos acompañados de sendos libros. Javier del Pino entrevistaba en A vivir que son dos días, de la Cadena Ser, al psiquiatra Luis Rojas-Marcos, jefe de los servicios de salud mental de la ciudad de Nueva York, que acaba de publicar el libro 'Estar bien aquí y ahora'. Carlos Herrera entrevistó a su hermano Alejandro Rojas-Marcos. El que fuera diputado nacional y alcalde de Sevilla entre 1991 y 1995 está de actualidad por el libro que ha escrito quien fuera su mano derecha en la Corporación, José Luis Villar, sobre la historia del andalucismo.
Hablando del humor como herramienta terapeútica, Luis Rojas-Marcos le decía a Javier del Pino que en su casa venía de fábrica. Contaba que en una ocasión le preguntó a su madre cómo le gustaría que resolvieran el final de sus días, mediante enterramiento o incineración. "Darme una sorpresa", contaba el psiquiatra que les respondió a sus hijos. María del Pilar de la Viesca, la madre de los Rojas-
Marcos, la que trajo sangre montañesa a la familia (lo único que tenía en común Alejandro con Felipe González) fue la primera persona a la que sobresaltó el estruendo de los disparos que acabaron con las vidas de Alberto Jiménez-Becerril y su esposa Ascensión García Ortiz. Abrió el balcón de su casa en la esquina de Don Remondo con Cardenal Sanz y Forés y vería los dos cadáveres yertos en el suelo, rodeados de sendos charcos de sangre, aquella noche fría y lluviosa del penúltimo día de enero de 1998.
Alberto entró de concejal en el Ayuntamiento de Sevilla cuatro años antes de que fuera alcalde Alejandro Rojas-Marcos. De la misma quinta de nacidos en 1960 que sus amigos Luis Pizarro, concejal de Izquierda Unida, y José Luis Villar, edil andalucista. Unos Pactos de la Moncloa en la plaza de San Francisco. Teresa Barrio Azcutia, madre de Alberto, suegra de Ascen, ha recibido recientemente el premio que concede la Fundación contra la Violencia y el Terrorismo que lleva el nombre de su hijo. Una mujer nacida en 1931 que vivió la
República, la guerra civil, la posguerra y a quien sin embargo le arrebataron a su hijo en plena democracia, abuela de tres nietos huérfanos.
En enero de 2023 se cumplirán 25 años de aquel crimen que paralizó Sevilla y al que se refería Javier Marías en su última novela 'Tomás Nevinson'. Mañana se cumple un nuevo aniversario del asesinato del médico coronel Antonio Muñoz Cariñanos. La numeración de los años marca el tiempo de la infamia: 22 años. El Comando Andalucía de Eta quiso hacer honor a su macabro nombre: mandados por Juan Antonio Olarra Guridi, los etarras Igor Solana Matarrán y Harriet Iragi Gurrutxaga estuvieron de gira criminal: el 15 de julio asesinaron en Málaga a José María Martín Carpena, concejal del PP, cuando acompañaba a su hija a un concierto de Maná. El 9 de octubre acabaron con la vida de Luis Portero, fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. En dos meses y medio, el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, perdía a un concejal y a su cuñado a manos de la Eta.
Muñoz Cariñanos no le confesó a nadie que le habían hecho saber que estaba en una lista de objetivos de la banda. De nada le sirvió blindar la ventana de su despacho, donde el 16 de octubre de 2000 acabaron con su vida mientras atendía a una paciente que durante varios años precisó de tratamiento psicológico porque vio cómo los asesinos consumaban su fechoría.
La memoria democrática de estos asesinatos parece que merece menos reivindicaciones que la de quienes en su legítimo derecho aspiran a desvincular los restos de Queipo de Llano de la basílica de la Macarena. Nadie defiende o representa hoy las ideas de Queipo, figura que forma parte de la arqueología política. A los asesinos de Martín Carpena, Portero y Muñoz Cariñanos les han hecho homenajes en el País Vasco, los han acercado a cárceles de su tierra y sus correligionarios, con escaños en el Congreso, negocian presupuestos o reformas laborales con el Gobierno.
La Clínica Nuestra Señora de Aránzazu que fundó el doctor Cariñanos y donde acabaron con su vida fue en tiempos un colegio donde Gustavo Adolfo Bécquer cursó los primeros estudios de la Segunda Enseñanza antes de completarlos en el instituto San Isidoro de la calle Amor de Dios. El día del crimen Carlos Cano suspendió su concierto en el teatro Lope de Vega y Andrés Sorel la presentación de una novela en la Carbonería. Un mes antes había debutado Joaquín con el Betis, que al igual que el Sevilla estaba en Segunda División. Ese año hubo Juegos Olímpicos en Sidney. El mismo día del crimen, Maruja Torres ganó el Planeta con Salvador Compán, profesor del San Isidoro, como finalista. En la gira de ambos un mes más tarde conocieron la noticia de que Eta había asesinado al ex ministro socialista Ernest Lluch. En la calle Jesús del Gran Poder estaba abierto el Alameda Multicines y daban misa los jesuitas. La gente que viajaba a Nueva York visitaba las Torres Gemelas, que caerían fulminadas once meses después con el doctor Rojas-Marcos desbordado por las urgencias.
Cariñanos era el médico de la voz: de tonadilleras, tenores y locutores. "Si te quedabas mudo ya sabías lo que había que hacer: llamar a Cariñanos", contaba Carlos Herrera, que lo echaría de menos unos meses más tarde, el 1 de abril de 2001, cuando subió al atril del teatro de la Maestranza para poner su voz a prueba en el primer pregón de la Semana Santa de Sevilla del siglo XXI.
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