Un galeón de piedra en la Avenida

Calle Rioja

Causa y Efecto. El Archivo de Indias se crea para contrarrestar los efectos 'tendenciosos' de una Historia de América publicada por un historiador escocés.

Una imagen del Archivo de Indias, con sus turistas descansando en la escalinata.
Una imagen del Archivo de Indias, con sus turistas descansando en la escalinata.
Francisco Correal

03 de septiembre 2012 - 05:03

ANTONIO Miguel Bernal ya se jubiló como catedrático de Historia Económica y prefirió no acogerse al estatus de catedrático emérito. Vive en un sexto piso del barrio de Los Remedios y allí prepara sin prisas la tercera entrega de una trilogía que inició con La financiación de la carrera de Indias y siguió con España, proyecto inacabado. El primero de esos libros se terminó de imprimir el 4 de diciembre de 1992. Quería el autor huir de los fastos, y eso que lo publicó con dos becas conmemorativas del quinto centenario del Descubrimiento de América concedidas por el Banco de España en diciembre de 1986. El mismo año que muere Ramón Carande. Bernal abre su monumental trabajo con una cita de Carande perteneciente a Carlos V y sus banqueros. La portada reproduce un cuadro anónimo titulado Llegada a Sevilla de la Flota de Indias, perteneciente a la escuela pictórica de Sánchez Coello.

Ahora que el profesor está jubilado, recuerda las clases que en El Coronil, su localidad natal, recibió de Eulogio Algarín, un maestro de escuela que coincidió en el ejercicio del Magisterio en Écija con Antonio Domínguez Ortiz. La realidad ha convertido la disciplina Historia Económica en un pleonasmo, una paradoja. En la nómina de barcos que a lo largo de casi cuatro siglos (1492-1825) cruzaron el océano Atlántico en el trasiego de Indias, el último que cataloga Bernal se llama La Diligencia, igual que la película de John Ford. Porque en realidad allí se estaba poniendo el punto y final a esta versión española de la conquista del Oeste.

El único galeón que sigue en pie está formado por legajos y documentos. El dato lo encuentra uno en la primera de las 316 notas a pie de página de la obra sobre la Carrera de Indias. Archivo de Indias es ahora una parada del Metrocentro, una referencia fundamental para investigadores y también para turistas. En el libro de Antonio Miguel Bernal editado por la Fundación El Monte uno aprende que el Archivo de Indias de Sevilla existe gracias a un historiador escocés. La historia es surrealismo puro. El profesor W. Robertson, rector de la Universidad de Edimburgo, publicó en 1777 el libro History of America. Un trabajo muy ambicioso que en una primera lectura recibió todos los parabienes de la Academia de la Historia, que presidía Campomanes.

Las élites gobernantes españolas consideraron tendenciosas algunas de sus afirmaciones y con la firma del Rey llegó una orden que prohibió cualquier referencia a dicho libro, con severos castigos a quien osara su traducción. La cosa no quedó ahí. El Rey le encargó a Juan Bautista Muñoz una doble misión: contrarrestar las tesis de Robertson con una Historia más del gusto de los académicos y gobernantes y construir el Archivo de Indias como recipiente de ese nuevo cuerpo de teorías. "Muñoz no era ni historiador", dice Bernal, "era un filósofo rancio del XVIII que además era preceptor de las infantas, lo que siempre fue en España una vía de progreso, y, eso sí, se le reconocía gran capacidad de trabajo".

A todas esas virtudes habría que añadirle la de la obediencia. En la segunda nota del libro de Bernal se menciona el título provisional de esta réplica: Exposición al Rey pidiendo autorización para escribir la Historia y Geografía de América. Así se escribe la Historia. O no. En el denso aparato bibliográfico de la obra hay referencias a libros de Antonio Domínguez Ortiz y a Antonio García Baquero. También a la imprescindible obra de Gonzalo Anes El Antiguo Régimen. Los Borbones. La financiación de la Carrera de Indias se la dedica su autor a dos maestros, Felipe Ruiz Martín, primer catedrático de Historia Económica en la universidad española, y al propio Gonzalo Anes, "quien, una vez más, favoreció la aventura de la investigación". Sirva como desagravio para el brillante historiador que ahora está al frente de la Academia de la Historia y que se ha visto asaeteado por vicios mucho peores (la historia interpretativa, la mal llamada memoria histórica) que los que le han llevado a modificar algunas de las entradas de su Diccionario de la Historia en el que aparece hasta la ex ministra Bibiana Aido.

El Archivo de Indias es la punta del iceberg de una historia de barcos y siglos. Ramón Carande (1887-1986), el siglo de las luces en primera persona parafraseando aquel libro, El siglo XI en primera persona, del arabista Emilio García Gómez, podría reeditar con otros nombres 'Carlos V y sus banqueros'. Cuando apareció el libro de Bernal, Isidoro Beneroso era presidente de El Monte, Caja de Huelva y Sevilla, nomenclatura que se llevó el viento de las fusiones y transfusiones. El historiador sigue en su sexto piso, viendo barcos imaginarios.

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