Calle Rioja

Un gato negro de la generación del 27

  • Calle Espíritu Santo separa la iglesia donde se casa Manuel Machado del palacio en el que nace su hermano Antonio. Los dos Machado, falso correlato de las dos Españas

Calle Espíritu Santo, entre Castellar y Gerona, donde tenía su academia de baile Enrique el Cojo

Calle Espíritu Santo, entre Castellar y Gerona, donde tenía su academia de baile Enrique el Cojo / Víctor Rodríguez

PRIMERA hora de la mañana. Antonio Machado camina por la calle Feria. Se llama como el poeta pero es abogado y padre de otro Antonio Machado que no se dedica a la poesía sino a la cocina, y con notable éxito, en un reputado restaurante de Barcelona. Nos saludamos, él por los pares del mercado y la iglesia de Ómnium Sanctórum, yo por los impares de la panadería de Pepe, Casa Vizcaíno y el Archivo de Protocolos. En el libro Sevilla Ingrávida, las cuatro estaciones de Vivaldi en los tiempos de una ciudad, Juan Miguel Vega hace una deliciosa descripción de la calle en la que servidor se despidió de la soltería el año que cayó el muro de Berlín. Dice en su particular tratado de sevillología que esta calle de 880 metros de longitud es un viaje iniciático de Herodes a Pilato, que transcurre “entre la grave y señorial umbría de San Juan de la Palma y el fragor macareno de la Resolana”, Un metafórico recorrido, añade, entre la ciudad de los silencios y la de los clamores.

El nombre de mi amigo, Antonio Machado, el de su hijo cocinero y el del poeta vuelve a aparecer cuando me aproximo al final de la calle, donde empieza Viriato, en la que tiene su taller de escultor e imaginero Juan Manuel Miñarro. En la plaza de los Carros, junto al reformado Día, el histórico Cobreros del barrio, serpenteo hasta Castellar para coger una de mis calles favoritas. En el número 27 de la calle Espíritu Santo hay un gato negro en un espacio que es mitad hornacina y mitad alféizar. Ni se inmuta al paso del viandante, tan seguro de sí mismo que parece una pantera que saliera de la selva del libro de Kipling. A mitad de la calle, la barreduela Enrique el Cojo junto a lo que fue el estudio del maestro de baile que por la puerta lateral entraba a darle las clases a una de sus alumnas predilectas, la duquesa de Alba.

Esta calle de silencio monacal con monacales estancias en la esquina con Dueñas y Gerona es como una línea divisoria entre los hermanos Machado. A un lado quedaría la iglesia de San Juan de la Palma donde se casó Manuel, el que volvió como bibliotecario a Santiago de Compostela, donde nació Antonio Machado Álvarez, Demófilo, el padre del folklore moderno que murió en la calle Pureza engalanada para la Velá de Santa Ana. Al otro, el palacio de Dueñas donde nació Antonio un año después que su hermano y un siglo antes de que muriera Franco, lo que le dio un valor heroico al centenario de su nacimiento y a aquel número extraordinario y veraniego de la revista Cuadernos para el Diálogo.

La separación física entre la iglesia y el palacio es la metáfora del uso torticero que algunos han hecho para separar a los dos hermanos, como si los dos Machado fueran un correlato, totalmente falso, de las dos Españas. El 18 de julio del 1936 marcó el destino de los dos: de Antonio, porque le obligó al exilio, acompañado de la mujer de Demófilo, su madre, Ana Ruiz, y a impartir en Colliure la más terrible lección de su cátedra de Francés. De Manuel, porque ese día estaba en Burgos, ciudad-matriz de la España de los que se rebelaron, visitando a una hermana monja de Eulalia Cáceres, su mujer. De las vicisitudes burgalesas de Manuel Machado no hay mejor especialista que Pablo del Barco, que nació en la ciudad del Arlanzón, la del juramento del Cid que convirtió a Sofía Loren en Jimena, biógrafo y estudioso del Machado preferido por Borges, que visitó en 1984 el palacio donde nació su hermano Antonio. Del Barco vivía equidistante entre la iglesia y el palacio en una galería de arte que durante muchos años fue su hogar y la casa de tantos, vecino de la duquesa y de los fantasmas de Villalón y de Juan Ramón.

La sombra de la cuñada de Manuel Machado se pasea por esta Sevilla de silencios que preceden a los clamores en la presencia de parejas de hermanas de la Cruz que se multiplican en una red de ordenadas y abcisas camino de su servicio diario de atención a desvalidos, enfermos y solitarios: usuarias silentes de Tussam, cooperantes en barrios que sólo son noticia cuando los visita la desgracia, la droga, la guadaña. Monjas como la cuñada de Manuel Machado que comprueban a diario el axioma de su hermano Antonio: Españolito que vienes al mundo, una de las dos Españas ha de helarte el corazón.

El abogado Antonio Machado vive en una calle perpendicular a Feria y veranea en Grazalema, que compite con la Santiago de Demófilo en los índices de pluviometría de los mapas del tiempo y las estaciones de Vivaldi.

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