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Reconocimiento
No eran aún las nueve de la noche cuando en el Patio de la Montería del Real Alcázar sonaba Yesterday, la canción preferida de Manuel del Valle, el alcalde de Sevilla en la década de los 80 al que el Ayuntamiento tributó ayer un homenaje, seis meses después de su fallecimiento. La banda sinfónica municipal realizaba una bellísima interpretación de este clásico de los Beatles en una noche cálida de otoño. Ante un aforo de poco más de 200 personas –las restricciones de la pandemia obligaban a ello– tomaba la palabra Juan Espadas, el actual regidor hispalense quien ha recibido a lo largo de estos años de mandato grandes consejos de quien acabó convirtiéndose en un amigo y “aliado” en este tiempo de gobernanza socialista.
Espadas sucedía en el atril a un Hijo Predilecto de la ciudad, Alfonso Guerra. Esta distinción fue una de las últimas voluntades de Del Valle, quien expresó su deseo de que quien fuera vicepresidente de España –en los años en los que él ocupó la Alcaldía de Sevilla– recibiera este reconocimiento. Un anhelo cumplido, aunque no presencial (al menos terrenalmente) por un hombre que fue uno de los principales responsables de la gran transformación que logró Sevilla en aquella década prodigiosa.
La intervención de Guerra estuvo repleta de bellísimas referencias literarias. De poetas de fuera y dentro de Andalucía. A través de sus versos glosó la figura del un político “tranquilo, hermético” y que siempre buscó el consenso a la hora de actuar. En uno de los vídeos que se proyectaron se destacó esa cualidad que siempre llevaba a la práctica a través de una forma concreta de actuar:primero conocer a la persona y luego, hablar de política. “Hay que escuchar a todos los demás, porque puede que la razón no esté en uno ni en el otro, sino en el contrario”, aseveraba Del Valle en una de sus últimas entrevistas realizadas en una azotea sevillana, con el horizonte jalonado de campanarios y espadañas.
Así lo recordaba también el cardenal Carlos Amigo Vallejo, quien coincidió con este alcalde en la primera década de su pontificado en Sevilla. “Nos ayudó a todos con su disposición. Dejó huella sin intentar hacerlo”, destacó el arzobispo emérito.
“Del Valle tuvo el pulso firme al frente del Ayuntamiento en un momento muy complejo”, advirtió Espadas al mencionar aquellos años en que la ciudad estuvo literalmente levantada en vísperas de la Expo’92, una muestra universal que aquel alcalde que relevó en el cargo a Luis Uruñuela no pudo vivir como regidor al arrebatarle la Alcaldía un andalucista, Alejandro Rojas-Marcos. “Los giros de la política lo impidieron”, refirió la conductora del acto, Nani Carvajal, quien fue jefa de prensa de Del Valle desde su etapa como presidente de la Diputación hasta que abandonó la Plaza Nueva. Carvajal recordó que la ciudad (“tan novelera”) tardó años en reconocer la importante gestión del primer alcalde socialista en la democracia. El único de este signo político que, por ahora, ha logrado mayoría absoluta en las urnas.
Por ello, quizás, Guerra definió el homenaje de anoche “no como un acto añorante, sino justiciero” con quien siempre entendió la política y la Alcaldía “como un servicio a los ciudadanos”. El que fuera uno de los amigos más importantes de Del Valle no pasó por alto el último encuentro que tuvo con él. Fue en compañía de José María Múgica, hijo de Fernado Múgica, “asesinado –en palabras del propio Guerra– por los cachorros de ETA que hoy pastorea Otegui”.
Si en las palabras de Guerra se trazó el perfil más humano del alcalde de los 80, en las de Espadas se pusieron de relieve las virtudes de un político que él mismo reconoció que se echan en falta en la actualidad: “Ojalá podamos recuperar esa cultura de corporación, la capacidad para buscar consenso. Es lo que nos piden los ciudadanos”. Unas frases pronunciadas el mismo día en que se hizo público el acuerdo con Cs, que le permitirá gobernar con cierta tranquilidad lo que resta del actual mandato.
El Manuel del Valle humano, político y cultural. La periodista Marta Carrasco habló en uno de los vídeos del “florecimiento cultural” de Sevilla en aquellos años de movida madrileña. Espadas mencionaba sus ambiciosos proyectos para hacer del Alcázar (donde en sus últimos años de vida fue nombrado alcaide) un centro de referencia cultural. “Muchos de esos proyectos verán la luz”, aseguró ante su sucesor en dicho cargo, Román Fernández-Baca.
Esa inquietud por la cultura que arraigó en Del Valle desde pequeño, cuando en el San Francisco de Paula, su colegio, le enseñaron a pensar libremente, toda una excepción en aquellos años de infancia y adolescencia en los que soñaba ser periodista. Una época en la que aprendió –como también recordó Guerra– una de la mejores lecciones de su vida: “La libertad no puede existir sin responsabilidad”.
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