Calle Rioja

Un invierno lleno de primavera

  • Descuento. Curiosa visión de la primera mujer que pregonará la Semana Santa de Sevilla, a tres meses y tres días de su cita en el Maestranza, espacio que estrenó el cura Javierre

Charo Padilla, el pasado 31 de diciembre, en moto por la Alameda.

Charo Padilla, el pasado 31 de diciembre, en moto por la Alameda. / Andrés Naranjo

ÚLTIMAS horas de 2018. El año que los ángeles vieron a Forges dibujando con sus blasillos la 'Breve Historia del Tiempo' de Stephen King. Los basureros, deshollinadores de las tierras del sur, hacen su trabajo en los contenedores de la Alameda esquina con Lumbreras. Eso provoca un conato de atasco. Un autobús de la línea 13 está parado a la altura de la Norte Andaluza. Sólo falta una postal conjunta en la que los empleados de Lipasam y de Tussam les desean un Feliz Año 2019, cuyas cifras suman las doce campanadas de los doce meses venideros. Detrás del camión de basura y el autobús urbano, una motorista espera que el tráfico se reanude. Es Charo Padilla, que apuraba las horas antes de su gran año. Y el de todos los que la esperan y la esperamos para el momento de la sensación verdadera, dicho con palabras de la novela de Peter Handke, el mismo que nos transmitió el miedo del portero al penalti... salvo que lo tire Palermo.

He aquí la gran noticia del motor. No es que Jorge Lorenzo y Dani Pedrosa vayan a coincidir en la llamada Moto GP (creo que son las iniciales de Gran Premio) con la escudería de Honda, a saber quién hace de David y quién de Goliath. Tampoco que Carlos Sáinz sr. vuelva a competir en el rally Paris-Dakar de una África inventada como el Oeste que se inventaron Karl May o Lafuente Estefanía. El gran acontecimiento del motor es la pregonera motorizada. En el As que siempre está leyendo el camarero con avidez, Lorenzo ha dicho que “Honda es el Barça o Madrid de las motos”. Charo Padilla es la Marie Curie o la Carmen Conde de los pregones de la Semana Santa. La revolución se llama Charo y se apellida Padilla. Como los comuneros. Una comuna radiofónica en la que a Padilla la podrían acompañar Bravo, Agustín, que retransmitió las uvas para la Cope, y Maldonado, el meteorólogo que sigue al pie del cañón y de los anticiclones, unos fenómenos por los que la gente empieza a interesarse en cuanto aparece la Luna de Parasceve, señora de las mareas y de los paraguas. Es curiosa la indiferencia de la gente ante el tiempo en Navidad, con la excepción de la Cabalgata, y la expectación en cuanto comienza la Cuaresma, que este año abren los clarines del Miércoles de Ceniza el próximo 6 de marzo.

Pasaba Charo Padilla en su moto junto a ese especie de podio olímpico del cante y el toreo que forman Manolo Caracol, con las manos de Blázquez que esculpió Sebastián Santos Calero, Pastora Pavón, Niña de los Peines, y el torero Chicuelo. Las tres trillizas, las llamó con gracejo de telegrama Adelita Domingo, maestra de tonadilleras, cuando desde una silla de Badulaque, dominios del argentino Walter, asistió impertérrita con sol de justicia al acto oficial en el que Monteseirín y Torrijos inauguraron este tríptico de estatuas arracimadas como los reyes Godos de las inmediaciones del Palacio Real.

Tres estatuas en vísperas de los tres Reyes Magos. En rito del Gran Poder, el fin de la Cabalgata es el inicio simbólico de la Cuaresma. El día que en la metáfora de los anhelos Charo Padilla empezará a escribir el pregón de un tiempo sin tiempo, la claridad sin fecha de la que hablaba Juan Sierra. Hoy faltan tres meses y tres días, el cuadrante de un año. La consagración de la primavera de la partitura de Stravinsky o la novela de Carpentier se anuncia con este cartel de invierno de la pregonera motorizada. La estación olvidada por los pregones en la ciudad que parece vivir para la cera, el incienso y el azahar.

Se reanuda la temporada en el teatro Lope de Vega con obras consecutivas de Juan Echanove, Carmelo Gómez y María Galiana, me informa Juan Ramón, trabajador del edificio anexo al Casino de la Exposición. Antonio Moreno Andrade pronunció el último pregón en el Lope de Vega en 1992. La Expo 92 honraba la arquitectura del 29. Los pregones en el Maestranza han cumplido sus bodas de plata. El primero fue José María Javierre, cura y colega de Charo Padilla –lo estoy viendo ese mismo año retransmitiendo como un chaval para Canal Sur la visita de Juan Pablo II a la aldea de El Rocío–, en este coliseo que diseñaron Luis Marín de Terán y Aurelio del Pozo. Sólo Tres meses y tres días. Le seguían llamando Trinidad. Emoción al cubo en el descuento del cuento.

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