Javier Urra sobre los problemas psiquiátricos en centros de menores: "Faltan centros terapéuticos; sabemos lo que hay que hacer, pero no se prioriza"

El psicólogo y experto en menores insiste en que la atención sanitaria es insuficiente y que los jóvenes con trastornos severos necesitan estructuras clínicas estables

Trabajadores de los centros de menores estallan: "Los internos son cada vez más violentos"

El psicólogo Javier Urra, primer Defensor del Menor en España.
El psicólogo Javier Urra, primer Defensor del Menor en España. / Daniel Pérez / EFE

El psicólogo Javier Urra, figura de referencia en el ámbito de la protección de la infancia y primer Defensor del Menor en España, comparte una visión amplia y matizada sobre la situación de los centros de reforma.

A partir de su experiencia de más de tres décadas en la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Madrid y de su paso por el Centro de Pilotos Nacionales de Menores en Cuenca, donde llegaban jóvenes altamente conflictivos de toda España, Urra sitúa el debate en una perspectiva histórica.

El experto recuerda que, años atrás, ya se vivían escenarios "de violencia extrema", hasta el punto de haber sufrido agresiones graves. Insiste en que trabajar con menores infractores nunca ha sido una tarea cómoda. "Se trata de chicos impredecibles, explosivos y sometidos con frecuencia a consumos problemáticos cuando salen al exterior", sostiene. "No es un colegio ordinario, ni un lugar tranquilo. Son situaciones límite", añade.

En este marco, Urra considera fundamental analizar las ratios entre menores y profesionales, especialmente cuando muchos jóvenes presentan patologías graves, cuadros de salud mental complejos, trastornos duales o comportamientos psicóticos. "Se trabaja con nitroglicerina", resume, por lo que cree un error pensar que la violencia puede desaparecer por completo o que los profesionales pueden evitar todo riesgo.

Para mejorar el funcionamiento de los centros, apunta tres claves. "Contar con personal muy cualificado, diseñar espacios arquitectónicamente preparados para gestionar episodios explosivos y establecer un vínculo afectivo claro con los menores", explica. Asegura que el cariño, entendido como compromiso y límite, "puede ser un elemento tan terapéutico como las sanciones o normas". También insiste en que los trabajadores deben estar "social y económicamente reconocidos".

Sobre la atención psiquiátrica en estos centros, Urra coincide en que los menores con trastornos mentales son un perfil común y que estos requierer "seguimiento cercano y estable", lo que implica psicofármacos supervisados por psiquiatras y la participación regular de psicólogos clínicos. Aunque valora el trabajo terapéutico individual, subraya la importancia de crear entornos saludables donde influyan la práctica deportiva, las actividades artísticas y el clima de convivencia. "El propio grupo puede ser terapéutico", afirma.

Mirando al futuro, defiende la necesidad de crear unidades específicas para jóvenes con patologías psiquiátricas graves. Recuerda que la Ley de Responsabilidad Penal del Menor de 2000 ya contemplaba la existencia de centros terapéuticos, pero afirma que muchas comunidades autónomas han sido reticentes a desarrollarlos. Estas instalaciones exigirían más psicólogos clínicos y psiquiatras, así como una estructura más clínica que educativa. "Sabemos lo que hay que hacer", concluye, "pero depende de si queremos priorizar la salud mental. Hoy se habla mucho de ella, pero eso no significa que se destinen los recursos necesarios".

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