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Las lágrimas del adversario

  • La huella de la Transición. El que fuera portavoz del PP en el Ayuntamiento de San Juan de Aznalfarache rompió a llorar cuando conoció la muerte de su adversario socialista

Una vista panorámica del barrio alto de San Juan de Aznalfarache.

Una vista panorámica del barrio alto de San Juan de Aznalfarache. / d. s.

La historia me la contó el pintor Ricardo Suárez en una caseta de Feria, en la calle Ignacio Sánchez Mejías. A pocos metros se encontraba Adolfo Suárez Illana, hijo del que fuera presidente del Gobierno. El año próximo se cumplen cuarenta años de las elecciones municipales: la Transición no se completó en España hasta que no llegó a los ayuntamientos. En 1977 se celebran las primeras elecciones democráticas, en 1978 se aprueba la Constitución, pero no se completa el proceso hasta la elección de los alcaldes.

La provincia de Sevilla rozaba el número de cien municipios. Tras los comicios, llegaron a los ayuntamientos nombres tan relevantes como Manuel Benítez Rufo, histórico dirigente del Partido Comunista y primer alcalde democrático de Dos Hermanas, o Leopoldo Sainz de la Maza Falcó, conde de la Maza, un terrateniente que ya había regido los destinos de Morón de la Frontera, pero ahora lo hacía tras ganar unos comicios por sufragio universal representando las siglas de la UCD, precisamente el partido de Adolfo Suárez. Después llegaría a la alcaldía su esposa, Victoria Ybarra.

En San Juan de Aznalfarache ganó las elecciones el socialista Antonio Pérez, cuyo pasado antifranquista aparece en la cerámica que recuerda a los niños de la República y que fue colocada junto a la antigua pila del Pato, en la Alameda de Hércules. El regidor socialista fue relevado del Ayuntamiento por una moción de censura en la que participaron el PP, el PA e Izquierda Unida, cuyo portavoz, Isidro González, asumió la Alcaldía. En el primer Pleno tras el cese y relevo de Antonio Pérez, el portavoz del PP y nuevo primer teniente de alcalde, José Antonio Suárez, propuso quitarle al campo de fútbol el nombre de Estadio Antonio Pérez por considerar que era un gesto de personalismo político innecesario. El pintor Ricardo Suárez, que iba de número 5 de la lista del PP y pasó a formar parte del equipo de gobierno como jovencísimo edil de Festejos, bromeó en el Pleno con los méritos de Antonio Pérez por llevar el nombre del estadio, refiriéndose con ironía al que fuera secretario de Felipe II que después se dedicó a revelar secretos de Estado y hacer propaganda contra España al servicio del rey de Francia. Un personaje al que Shakespeare, como recuerda María Elvira Roca Barea en su libro Imperiofobia y leyenda negra, llegó a parodiar en la comedia Trabajos de amor perdidos.

Pérez y Suárez fueron duros contrincantes políticos y formaron parte de dos gobiernos de San Juan de Aznalfarache de muy distinto signo. Ricardo Suárez, el pintor protagonista de ese efímero paso por la política, llamó por teléfono a su padre para comunicarle la noticia de la muerte de Antonio Pérez, el carismático primer alcalde democrático de San Juan de Aznalfarache. Suárez padre, asturiano de cuna que se vino para el sur, no pudo reprimir las lágrimas al conocer la noticia de la muerte de su adversario político. Que la historia me la contara su hijo a escasos metros del hijo del principal artífice de la Transición refuerza la categoría moral de esa anécdota y le da relieve de categoría. Las condolencias de la familia Suárez llegaron a los parientes del ex alcalde fallecido. El domingo siguiente al fallecimiento de Antonio Pérez, los Suárez, padre e hijo, le pidieron al sacerdote que ofició la misa en la Iglesia de San José Obrero, de San Juan, que dedicara una oración por el eterno descanso del edil fallecido.

El estadio no volvió a llamarse Antonio Pérez, pero sus vecinos recuerdan a quien fue su primer alcalde tras las municipales de 1979. Del mismo partido, el PSOE, que gobierna en la actualidad San Juan de Aznalfarache, y para quien el artista y ex concejal Ricardo Suárez ha hecho obras como los monumentos al toreo o a San Juan Bautista.

Las lágrimas y la emoción de José Antonio Suárez son un homenaje a la caballerosidad en política, a la dedicación de unos servidores públicos que muchas veces a cambio de nada dedican todo su tiempo a mejorar las condiciones de vida de sus vecinos, una entrega que no dejan ver los casos de corrupción.

El espíritu de la Transición en estado puro. Casi cuarenta años después, sólo en un pueblo de la provincia continúa el mismo alcalde. Se trata de Marinaleda. Pero ésa es otra historia, camino de la Sierra Sur.

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