Una lección de Física y Química para médicos

Calle Rioja

El obispo de Bilbao Mario Iceta y el profesor Emilio Gómez, nuevos académicos de Medicina

De izquierda a derecha, Mario Iceta, Juan José Asenjo, Jesús Castiñeiras y Emilio Gómez.
De izquierda a derecha, Mario Iceta, Juan José Asenjo, Jesús Castiñeiras y Emilio Gómez. / Juan Carlos Muñoz

DOS hombres de paz empezaron hablando de la guerra. A Mario Iceta Gavicagogeascoa (Guernica, Vizcaya, 1965), obispo de Bilbao, le impresionó el testimonio de un médico que estuvo en Kosovo: “El drama de la guerra no es tanto perder la vida cuanto perder la humanidad”. Las guerras coloniales y la Guerra de Secesión de Estados Unidos revolucionaron la balística y fueron un reto para que los médicos, en el afán por salvar vidas, buscaran cuanto antes los proyectiles. Premisa histórica planteada por Emilio Gómez González, catedrático de Física Aplicada de la Escuela de Ingeniería.

Mario Iceta y Emilio Gómez son desde ayer miembros correspondientes de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla, la más antigua de Europa (1693). ¿Qué hacen un obispo y un físico entre médicos? Es la carrera que hizo Monseñor Iceta, de familia de médicos, antes de terminar Teología. Se ordenó sacerdote en Córdoba y fue párroco en Priego, Almodóvar del Río y Lucena. Trasladó ese bagaje científico a su especialidad, la Bioética. Ha participado en Murcia en un congreso de cuidados paliativos y lo han invitado a Huelva a hablar de la eutanasia. Su trayectoria la trazó el académico Ismael Yebra.

Juan Sabaté, que defendió los méritos de Emilio Gómez, recordó que todos los profesionales de la Medicina Nuclear que recibieron el premio Nobel eran físicos. El nuevo académico hizo un apasionado y apasionante recorrido por los vertiginosos avances científicos en lo que llama la imagen médica, desde los Rayos X, inventado en 1895, hasta la neurofotónica. Avances compatibles con la reserva planteada poco antes por Mario Iceta en el sentido de que hay “deslumbramientos que ponen en penumbra la realidad de la persona que sufre”.

Mario Iceta llegó a la Academia de Medicina acompañado de Juan José Asenjo, arzobispo de Sevilla y académico de erudición de la de Medicina y Cirugía. El nuevo académico, en línea con el médico de Kosovo, dijo que conceptos devaluados como virtud, misericordia o compasión distinguen “la vida a secas de la vida humana”. Para este médico y obispo de Bilbao “el médico no es un mero proveedor de salud ni el paciente un usuario del sistema”.

Una vida que pende de un hilo en las aplicaciones de los conocimientos científicos del doctor Gómez González, cuya impronta está en campos como el Programa de Cirugía Fetal del Virgen del Rocío o la Unidad de Esclerosis Múltiple del Macarena.

Había fútbol a la misma hora, pero no se cabía en la Casa de los Pinelo. A Iceta lo propusieron sus colegas médicos Ismael Yebra, José María Rubio y Carlos Infantes Alcón, sobrino de Infantes Florido, que en su etapa de obispo de Córdoba ordenó sacerdote al hoy obispo de Bilbao. Los padrinos de Emilio Gómez han sido Juan Sabaté, cómplice en muchas incursiones científicas, Blas Rodríguez de Quesada y Joaquín Fuster, bibliotecario de la Academia de Medicina, doctor en Medicina y en Historia del Arte, en esta última con una tesis que le dirigió Emilio Gómez Piñol, una eminencia, padre del investigador que llevó la Física a los recónditos misterios de la medicina.

Yebra citó a médicos atípicos: Pío Baroja, Somerset Maugham. Sabaté le pidió a Emilio Gómez que no pusiera ecuaciones. Hizo una excepción con la X de los Rayos. “El símbolo de lo desconocido; en el lenguaje de las ecuaciones, el objetivo es despejar la X”.

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