Mamá cumple cien años
Calle Rioja
Celebración. La parroquia Nuestra Señora de la Salud se llenó de familiares para apagar las cien velas del siglo de Rosario, madre de cinco hijos que se sobrepuso a tres muertes
LE gusta jugar al parchís, donde no hace prisioneros, pero el amor de Rosario fue de dominó. Rosario José (Sevilla, 28 de enero de 1925), que así reza su primer apellido, se enamoró de José Cortés. Una José de apellido con un José de nombre. El pasado martes cumplió cien años y el sábado fue a pie caminando desde su casa de la barriada de las Golondrinas hasta la parroquia Nuestra Señora de la Salud, en la plaza de Otelo, para celebrarlo rodeada de todos los suyos. Mamá cumple cien años. Como la película de Saura, aunque en este caso el reparto es internacional. Rosario es dos días más joven que Paul Newman.
Eligió personalmente el vestido que iba a lucir en su celebración. Una misa concelebrada por tres sacerdotes: el cura párroco, un coadjutor que también trabaja en la Pastoral Penitenciaria y un tercero que es el que mejor conoce a la familia. Se llama Jesús Carrero, sevillano de la plaza de San Lorenzo, nacido en 1939, quince años más joven que Rosario. Este fraile franciscano que desempeña su tarea pastoral en el monasterio de Loreto en Espartinas casó a los cinco hijos de Rosario y también enterró a Ángela, que falleció.
En este mes de enero, con diez días de diferencia, ha nacido Laura, la más pequeña de sus seis bisnietos, y Rosario ha cumplido el siglo de vida. Un ciclo completo. Rosario José y José Cortés eran vecinos de la calle Rubios, antigua denominación de Fray Diego de Cádiz, la que une la plaza del Pumarejo con el muro de la puerta de Córdoba. La historia de esta calle se la adjudicó su hijo José Joaquín (Quino) cuando coordinó el equipo de especialistas que elaboraron el Diccionario de las Calles de Sevilla donde estaban Rogelio Reyes, Salvador Rodríguez Becerra, Josefina Cruz Villalón y Antonio Collantes de Terán. Los futuros novios se conocieron en una boda, la de Ángela José (en realidad, Purificación del Santo Ángel), la única hermana de Rosario, que falleció con 18 años en el parto de su único hijo, que tampoco sobrevivió.
La boda de la centenaria Rosario tuvo lugar el 12 de diciembre de 1948. Tenía 24 años. La década de los cincuenta, la que siguió a los duros años de posguerra, significó la propagación de la semilla: cuatro de sus cinco hijos nacerían en esa década. Juan, en 1950; Ángela, en 1952; Quino, en 1955; Manolo, en 1958. Sólo Charo, la más pequeña, la abuela de Laura, nació en la década siguiente, en 1962. El año que mueren Marilyn y Belmonte.
Un quinteto que vino al mundo en Sevilla porque Rosario quiso regalarles esa cuna como heráldica familiar. Porque el matrimonio estaba de trasiego con las obligaciones laborales de su marido como contable del Instituto Nacional de Previsión: de los tres mayores (Juan, Ángela, Quino) el embarazo lo vivió en La Roda, pueblo de la provincia de Albacete; el de los dos más pequeños (Manolo y Charo) tuvo lugar en Peñarroya-Pueblonuevo (Córdoba), pero no quiso exilio para ninguno de sus vástagos.
En la misa del centenario, Rosario se sentó en primera fila. Cortejada por sus hijos, de mayor a menor: Juan, Quino (ambos con el legado de la ausente Ángela), Manolo y Charo. Juan, el primogénito, colocaría después el trípode para la foto de familia. Manolo, el pequeño de los varones, fue el que habló en nombre de todos conteniendo a duras penas la emoción. A la derecha del altar, el coro parroquial; a la izquierda, las amigas de Rosario, con las que tantos años ha trabajado en la Pastoral de la Salud. Tuvo cinco hijos, pero todos los necesitados o desamparados del barrio eran hijos suyos. Participaba en las visitas a las personas enfermas o que vivían solas, “a los viejos como decía Rosario, aunque muchos eran más jóvenes que ella”, diría una de las integrantes de la Pastoral de la Salud, que además es el titular de esta parroquia de barrio-barrio situada entre la Macarena y el Alamillo.
Se acabaron los destinos profesionales del marido por poblaciones de Albacete o de Córdoba y en 1975 se instalan en el barrio de Las Golondrinas, una zona con tantas resonancias becquerianas. Juan, el mayor, nació el 28 de febrero de 1950. El año del gol de Zarra a Inglaterra en Maracaná “pero todavía no existía el día de Andalucía”. El año del referéndum del 28-F, 1980, fue cuando enviudó Rosario. El vecino de la calle Rubios en el que se había fijado en la boda de su hermana muere el 18 de diciembre de 1980. El día de la Esperanza, diez días después de aquella Inmaculada señalada en los calendarios como el día que fue asesinado John Lennon.
Rosario es una auténtica superviviente. Nunca pierde la sonrisa. Tuvo que sobreponerse a tres pérdidas muy dolorosas: la de su hermana Ángela, muerte que la convirtió durante toda su vida en hija única; la de su marido José; y la de su hija Ángela. Un nombre que es en la familia como una contraseña. Una de las nietas de Rosario se llama Ángela; la quinta de sus bisnietos también, una Ángela angelical que se recorrió todos los rincones de la iglesia durante la celebración.
La centenaria vecina del barrio de las Golondrinas rompió el protocolo para subirse al ambón del altar y dar las gracias a una familia que fue creciendo. En número y en altura, porque sus nietos y nietas podrían formar un equipo de baloncesto. A los cinco hijos biológicos se le fueron añadiendo en las alianzas matrimoniales los hijos políticos: Margot (de Juan), Julio (viudo de Ángela), Sole (de Quino), Carmen (de Manolo) y Eduardo (de Charo). Los cien años de Rosario José se fotografiaron al final con las dos semanas de Laura Cortés y los padres de ésta, Nicolás y Carmen.
Hasta el Evangelio del día (era sábado y se leyó el del domingo) era un canto a la longevidad representado por Simeón, el anciano al que el Espíritu Santo le había profetizado que no moriría hasta que no viera el Mesías en el templo de Jerusalén, y por Ana, la profetisa, hija de Fanuel, que según las cuentas del párroco vivió 105 años. A los dos, Ana y Simeón, los retrató Rembrandt en una de sus primeras pinturas cuando contaba veinte años. Los que tenía Rosario el año del desembarco de Normandía.
Después hubo un refrigerio en los salones parroquiales con un catering llevado por dos jovencísimas profesionales. Rosario departía con sus hijos, nueras y yerno, pero no se separaba de sus amigas de la Pastoral de la Salud. No perdona un solo día la partida de parchís. Se sabe los nombres de sus diez nietos y sus seis bisnietos. Desde aquella boda con su vecino de la calle Rubios, cerca de San Luis, esta centenaria mujer ha asistido a infinidad de enlaces matrimoniales. La hija única se multiplicó exponencialmente. En la misa de su centenario, que concluyó con el Cumpleaños Feliz, estuvo el fraile franciscano que casó a todos sus hijos. Los que ahora, en un cuadrante de afectos y parabienes, se turnan para que todo esté en orden en la vida de quien a tantos se dio sin pedir nada a cambio. La novia secreta de Paul Newman. La que no hace prisioneros en el parchís.
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