Megan Maxwell en la playa de la Malvarrosa

La canoa une Punta Umbría con Huelva y la ría con el océano. Un viaje desde una playa familiar con los toldos en el topónimo que suena en las populares sevillanas

La canoa que recorre la ría entre Huelva y Punta Umbría.
La canoa que recorre la ría entre Huelva y Punta Umbría. / M.G.

27 de agosto 2025 - 04:59

Cuando ya los pescadores / cansados de sus labores / regresan a Punta Umbría / ¡Ay, mi Huelva! Quiero cruzar la Bahía”. Eso es exactamente lo que hace la canoa, cruzar la Bahía, en el último turno coincidiendo con el regreso de los pescadores. Estaba inspirado Manuel Melado cuando en un pispás compuso estas sevillanas que se siguen cantando y bailando en los confines más remotos. La semana que viene, el barbero de la calle Amor de Dios cumple 85 años. Una placa en la calle Macasta donde nació recuerda el 3 de septiembre de 1940 que vino a este mundo el portavoz de la competencia de los Beatles y otros melenudos. Un día antes nace Alejandro Rojas-Marcos, el abanderado de aquella candidatura andalucista que sacó cinco escaños en las elecciones de 1979. Uno de ellos, Emilio Pérez Ruiz, pionero de la comercialización y distribución del gazpacho, acudió al Congreso con su acta de dimisión con tan mala suerte que era 23 de febrero de 1981. Él también quería cruzar la Bahía. Desde que Pedro Juan Álvarez Barrera se jubiló como profesor de Religión del instituto San Isidoro donde estudiaron Bécquer, los Álvarez Quintero y el mayor de los Machado, el cura y el barbero ya no pueden representar el donoso escrutinio que sus colegas hacían en el Quijote. Con lo cerca que tienen el cine Cervantes. El párroco de Omnium Sanctórum es ahora rector de la Colegiata del Salvador.

Es inevitable tararear las sevillanas de Melado cuando te subes a una canoa completamente abarrotada. Antes, unos helados maravillosos en Los Valencianos, que ya tienen lotería de Navidad de Jijona, la patria alicantina de esas delicias. Las habaneras, de Torrevieja; los juguetes, de Ibi; los helados, de Jijona; el Niño, de Elche. Hay jóvenes que se bañan en la ría. El alcalde de Sevilla le ha enmendado la plana a Fernando Villalón, para quien el mundo se dividía entre Sevilla y Cádiz. El edil supremo que ha puesto bajo palio el tranvía (qué acierto de Ricardo Marqués) dice que Sevilla no necesita ninguna María Trifulca, que suena a Mariana Pineda en la operación Bikini, que no hace falta ninguna playa artificial porque los sevillanos ya tienen las de Cádiz y Huelva. Dos provincias limítrofes en el mapa, que comparten el Campo de Agramante, como Caballero Bonald llama al Coto de Doñana, dos capitales alejadas como si fueran la Costa Este y la Costa Oeste. Desmadejando la teoría de José Luis Sanz, para ir de las playas de Huelva a las de Cádiz o viceversa no hay más remedio que pasar por Sevilla, que tiene puerto, atarazanas y el ancla de Juan Sebastián Elcano, pero no tiene playa, vaya vaya.

La playa de Punta Umbría es muy familiar. Un refugio litoral donde todavía se ve gente leyendo el periódico en la arena. Ves por la orilla a los africanos que subían en Plaza de Armas. Un nieto camina por la playa con su abuelo y le va diciendo todos los países de África. Un conocimiento enciclopédico. Livingstone y Stanley lo habrían adoptado como ayudante. En ese mapa recitado como una oración aparecen Senegal, Camerún, Nigeria, Ghana… De todos ellos se pueden encontrar compatriotas que igual llegaron en las pateras de los traficantes criminales y ahora pasean con sus baratijas, pañuelos, sobretodos, cinturones, pamelas. El nieto ha terminado sus Memorias de África y le dice a su abuelo que ahora le va a repasar todos los equipos de fútbol de Primera División.

El Recreativo de Huelva bajó de categoría, pero nadie le quita el entorchado de pionero del fútbol patrio. De Riotinto a la Roja, tituló su libro Jimmy Burns Marañón, que por cierto aparecía en el capítulo de agradecimiento de sendas novelas de Almudena Grandes y María Dueñas. La canoa de Punta Umbría nos deja muy cerca de la estación de autobuses de Huelva. Llega un autobús de Moguer, la cuna de Juan Ramón Jiménez. Entre la calle Gerona donde residió de estudiante el autor de Platero y yo y el palacio de Yanduri donde nació Vicente Aleixandre hay un paseo que separa a los dos andaluces que ganaron el Nobel de Literatura en 1956 y 1977, respectivamente. Este último año subió el Cádiz a Primera División en el crepúsculo profesional de Joaquín Sierra Quino, el hijo del poeta Juan Sierra. Y un año después asciende el Recreativo de Huelva con un jovencísimo Hipólito Rincón, que cinco años después sería Pichichi con el Betis el mismo año que le marcó cuatro goles a Bonnello en el España-Malta. Dos ascensos casi simultáneos de los equipos de las dos playas de Sevilla según el alcalde José Luis Sanz.

La chica no suelta el libro. El resto de amigas pasean, se dan un chapuzón, pero no hay manera de convencer a la lectora. Sin gafas, me parece que está leyendo a Manuel Vicent. Me pongo las lentes y me siento Rompetechos: lee a Megan Maxwell. Pero al menos me hizo soñar con mi lectura de Tranvía a la Malvarrosa, esa playa valenciana, como los helados de Punta Umbría, a la que se llega en el 32 en la ciudad del Turia y en cuyas páginas encontré la única referencia al encargo que hace medio siglo me hizo mi madre cuando me fui a estudiar a Madrid: un cartel de la película italiana Lección de química a las nueve.

Los cinco bloques de Punta Umbría se ven desde la orilla y también delimitan la línea de la playa desde la canoa. En verano acoge a más de mil residentes. Un pueblo vertical. Una de las inquilinas asocia su llegada al nacimiento de Ángel, el segundo de sus hijos, en 1983, el año del Pichichi de Rincón. Hay reunión familiar porque es el cumpleaños de Cristina, hija de Ramiro, el hermano mayor. Cuatro décadas de recuerdos. La construcción de una familia en una de las más familiares playas de Andalucía. Que no tiene toldos porque los lleva puestos en el topónimo. Punta Umbría. Umbrella de la Bahía.

stats