Los invisibles

"El mejor café me lo puso una gitana en un descampado"

  • El camino de Santiago cambió su vida. Fue director de apertura del hotel Eme, al que ha vuelto. Los domingos le da catequesis a los nigerianos de los semáforos.

DIRIGE un hotel de cinco estrellas junto a la Catedral y colabora con inmigrantes hacinados en pisos de las Tres Mil Viviendas. Javier García Valcárcel (Sevilla, 1970) ha sido anfitrión estos días de los actores que encarnaron a Gandhi y a Alejandro Magno.

-Quince casas del siglo XVI convertidas en hotel. Una mina para escritores...

-Yo he escrito mucha poesía, pero no publiqué nada. Ahora está alojado aquí el novelista Manuel Hidalgo. Juan Cobos Wilkins no se podía dormir. Lo cambié de habitación y le dejé una postal con unos versos de Juan Bonilla sobre el insomnio de la pesadilla.

-¿Cómo es el gran lujo?

-La gente oye hablar de lujo y no sabe que el auténtico lujo es estar bien con uno mismo. Lo dijo Teresa de Calcuta: no hay sensación más grata que sentirse útil a los demás. La gente cree que el lujo está en la calidad de los productos y las innovaciones tecnológicas y busca la felicidad donde no está.

-¿La ciudad le dio la espalda a los hoteles?

-Tradicionalmente eran puntos de encuentro, pero por razones comerciales y socioeconómicas se produjo un divorcio entre la ciudad y sus hoteles que queremos corregir con un diseño de hoteles urbanos, underground.

-¿Cómo llegó a la hostelería?

-Fue un reciclaje posterior a un divorcio y una depresión.

-Vuelve a la calle Alemanes cuando se va Monseñor Amigo.

-He escuchado sus misas. Ha ido al Claret con los carismáticos.

-¿Se acercan a la Catedral los clientes del hotel Eme?

-Son visitas culturales. El turismo religioso se hace en conventos y casas de cristiandad. La gente necesita menos taichí y más retiro.

-¿Qué cambió su vida?

-El camino de Santiago. Subiendo la Cruz de Hierro, todavía en León, me quedé vacío.

-¿Cómo descubre la filosofía de los semáforos, usando el título de un libro del poeta y diputado José Manuel Mariscal?

-Un día alguien tocó el cristal de mi coche. Tenía tiempo, hacía bastante frío. Hablé con el prior de los claretianos, compré unos termos y empecé a llevarles café, pero no les gusta el café, prefieren el chocolate que no esté muy dulce. Con cruasanes, que prefieren a las magdalenas. Iba en bicicleta de Los Bermejales a Los Remedios y veía a veinticinco africanos, la mayoría nigerianos. Los senegaleses se dedican al top-manta.

-¿Qué le sorprendió?

-Vienen sin nada y a través de los cristales de los coches muchas veces ven sufrir a las personas a las que quieren emular. Los ven llorar, sufrir, hasta pelearse.

-¿Dónde hay más estrellas, en el hotel o a la intemperie?

-Al hotel puede llegar gente necesitada de cariño, de incentivos, de mimo, de orientación. El mejor café que me he tomado en mi vida es el que me preparó Ana la gitana, la mujer del Extremeño, en un descampado entre dos puentes de San Juan de Aznalfarache.

-¿Cómo lleva esa ambivalencia?

-No me pongo una máscara, no juego un rol. No soy un actor. Y si lo fuera, sería un actor en los dos sitios, en el teatro del mundo.

-¿Cómo lleva el contraste?

-Nosotros tenemos el rol de fuertes, pero los fuertes son ellos. Mucha gente no sabe que la mayoría llegaron en pateras y no saben nadar. Las mismas manos trémulas apoyadas sobre el quicio de las pateras son las que utilizan para pintar unos cuadros que en Navidad van a vender por cinco euros.

-¿Las pateras son cruceros de la miseria?

-Ellos no vienen a conocer monumentos, vienen a mandar dinero a África. Son los nuevos esclavos. Sufren la presión por debajo de sus familias, para las que tener un hijo en Europa es como aquí tenerlo en Cambridge, y por encima de la sociedad occidental.

-¿Cómo se entiende con ellos?

-La mayoría hablan broken english, inglés roto. En los semáforos hay gente que habla inglés, alemán, francés. Hay licenciados, técnicos de montaje, cristaleros. Ellos quieren trabajar, pero están de manera ilegal. No verás a ninguno mendigando. Ni drogados o alcoholizados.

-¿Cuáles son sus hoteles?

-La mayoría viven hacinados en pisos de la Macarena, de Las Tres Mil, algunos en Pedro Salvador, pagan 150 euros de alquiler por una habitación compartida.

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