Los Pajaritos, crónica de un abandono

Los vecinos calculan que la rehabilitación de los bloques del barrio no estará lista, de seguir el ritmo actual de las obras, hasta el año 2250

Denuncian la botellona diaria, con peleas y consumo de drogas, que impide la normal convivencia vecinal

Un hombre pasa por delante de uno de los bloques de Los Pajaritos, el pasado miércoles.
Un hombre pasa por delante de uno de los bloques de Los Pajaritos, el pasado miércoles. / Juan Carlos Muñoz

Los vecinos de Los Pajaritos han hecho un cálculo aritmético muy sencillo. De seguir el ritmo actual de rehabilitación de viviendas que mantiene el Ayuntamiento de Sevilla, el barrio completará todo su proceso de reforma en el año 2250. "Aquí el tiempo se mide en siglos", ironiza Juan Roca, de la Fundación Solidaridad Candelaria. La crónica de un paseo por el barrio con él y otras personas que trabajan por la mejora del mismo es el relato de un abandono, el que las administraciones mantienen sobre esta zona, que desde hace años copa, junto con las Tres Mil Viviendas, las listas de pobreza en España.

El pasado 25 de mayo, un hombre resultó herido muy grave tras ser apuñalado en el cuello con una botella rota. Ocurrió en la calle Galaxia, en Madre de Dios, un lugar en el que es habitual que cada noche haya botellona hasta bien entrada la mañana. Hay decenas de jóvenes bebiendo alcohol y consumiendo drogas, hay coches discoteca emitiendo música a todo volumen, hay ventanas desde las que se venden bebidas, chucherías, tabaco y demás... y hay peleas que, como ésta, pudieron acabar en tragedia. El suceso volvió a poner el foco sobre un barrio que acaparó noticias nacionales hace casi cuatro años, con la visita del Gran Poder.

Uno de los bloques rehabilitados, junto a otro sin rehabilitar.
Uno de los bloques rehabilitados, junto a otro sin rehabilitar. / Juan Carlos Muñoz

Aquello supuso una gran llamada de atención sobre las necesidades de la zona, pero la sensación entre los vecinos es que, pasado el tiempo, no se aprovechó la misión de la hermandad para lograr mejoras notables y permanentes. Todo pasa por una mayor implicación de la administración. La parte más urgente es, sin duda, la de la convivencia y la seguridad. "Aquí hay botellona todos los días, de lunes a domingo. El ruido es insoportable con los coches discoteca, los vecinos no pueden dormir, hay trapicheo, consumo de drogas, trifulcas... Esto es competencia de la Policía Local, que nos dice que es muy difícil de quitar. El delegado de Seguridad no nos ha atendido. Hemos ido al Defensor del Pueblo, hubo una reunión, vino Lipasam pero no la Policía Local", explica Fernando de Armas, portavoz de plataforma cívica Tres Barrios-Amate.

Este representante vecinal asegura que sí han notado una mayor presencia de la Policía Nacional, coincidiendo con los refuerzos que han llegado a este cuerpo en los últimos años. "Sabemos que la Policía Nacional tiene el barrio como preferente. Han hecho varias operaciones con registros en los pisos. Pero ya sabemos que aquí se cierra un piso y se abre otro. Pero lo que pedimos, que se acabe con la botellona, es algo que tiene que hacer la Policía Local. Esto en otros barrios no pasa. Es así de simple", incide De Armas. Quien sí ha tenido un encuentro con los responsables de la Policía Local, a través de contactos personales, es Salvador Muñiz, presidente de la asociación de vecinos Tres Barrios, pero tampoco ha servido de mucho.

Los bloques de nueva construcción, que ya han empezado a dar problemas.
Los bloques de nueva construcción, que ya han empezado a dar problemas. / Juan Carlos Muñoz

Para este histórico dirigente vecinal, que llegó al barrio en 1957, el principal problema de Los Pajaritos es el tráfico de drogas. "Tenemos un problema muy gordo, que lo sabe todo quisqui: en la mayoría de los bloques del barrio se han montado narcopisos, muchos de ellos regentados por vecinos de las Tres Mil Viviendas". En un simple paseo por el barrio se puede ver a personas montando guardia en la puerta de los bloques, listos para dar el aviso (el agua, como se conoce en el argot policial) si detectan cualquier presencia policial en las inmediaciones.

A unos metros del lugar en el que cada noche hay botellona hasta altas horas de la madrugada está el mercado de la Candelaria, en el que apenas quedan siete puestos abiertos y dos de ellos son bares. En un anexo del mercado está la oficina de los servicios sociales del barrio, que nacieron como una escisión de los de Amate. "Antes reclamábamos una atención especial para salir del pozo, ahora reclamamos ser igual que otros, tener unos servicios sociales adecuados, que están infradotados desde que nacieron y con problemas crónicos de personal. No pueden hacer su trabajo. El personal no es estable, muchas familias se encuentran que el trabajador que les está tramitando el expediente se va y tienen que empezar de cero. El edificio también en malas condiciones", explica Fernando de Armas. En la puerta se apilan unos colchones en los que pernoctan varias personas cada noche.

Un vecino bebe agua en la calle Perdiz.
Un vecino bebe agua en la calle Perdiz. / Juan Carlos Muñoz

El perfil de la población de Los Pajaritos y los barrios colindantes ha cambiado mucho en los últimos veinte años. Los pobladores originales del barrio, trabajadores que llegaron en los años cincuenta y sesenta del siglo XX procedentes de otras zonas de Sevilla, han ido muriendo y cada vez quedan menos personas de avanzada edad. Los hijos de estos obreros, en su mayoría, se marcharon a otros barrios, y en las últimas décadas hay una fuerte población extranjera.

"Ahora mismo hay muchos inmigrantes, sobre todo magrebíes y también un buen porcentaje de latinos. Están viniendo ahora muchos de Nicaragua por la situación política de su país. En un colegio como el Victoria Díez puede haber niños de más de 30 nacionalidades distintas. Es un centro en el que además están entrando alumnos todo el año, porque vienen en cualquier época del año". Aquí los inmigrantes son bienvenidos, porque gracias a ellos el barrio no se ha terminado de hundir. "Siempre se habla mal de la inmigración, pero para nosotros es la que está manteniendo el barrio dentro de los parámetros de normalidad. La inmigración lo está salvando. Son personas que vienen con nivel educativo alto, con ganas de trabajar y de no meterse en líos".

Dos jóvenes inmigrantes, en una plaza de la Candelaria.
Dos jóvenes inmigrantes, en una plaza de la Candelaria. / Juan Carlos Muñoz

En muchos de los casos vienen con muchas necesidades y se ven obligados a vivir en una habitación. En Los Pajaritos se están pagando unos 250 euros por habitación. "Hay usura y el coste de la vivienda está disparado", dicen, a pesar de que la mayoría de los pisos del barrio son muy pequeños, no llegan a los 40 metros cuadrados. "Vienen con una mano delante y otra detrás. A veces vive una familia con varios niños en una habitación". Esto provoca un círculo vicioso que mantiene al barrio sumergido en la mediocridad: quien progresa, se marcha a otras zonas de la ciudad.

Una mujer pasa con su carrito de la compra por una calle del barrio.
Una mujer pasa con su carrito de la compra por una calle del barrio. / Juan Carlos Muñoz

La suciedad es patente en el barrio, a pesar de que Lipasam trabaja con mucha frecuencia en la zona. Hay charcos de aguas fecales y en muchas zonas huele a marihuana. La rehabilitación de los bloques avanza a un ritmo muy lento y los edificios nuevos, los que se hicieron hace una década (se entregaron en 2018), están ya dando problemas porque se levantaron con materiales de muy mala calidad y con un coste bajísimo. "Otros bloques no tienen rehabilitación posible, son para tirarlos. Lo que se hace ahora es un parcheado, aislar la fachada, una serie de mejoras, pero al final tienen una estructura que no permite mucho más".

Los representantes vecinales también denuncian la situación del centro de salud, en el que se cayó un techo hace más de un año y hay una parte cerrada. Lamentan que enfrente haya un edificio prácticamente sin uso, el que fue sede de la UNED en su día, al igual que ocurre con el antiguo colegio San Fernando, que está infrautilizado. A pesar de los problemas, Los Pajaritos es un barrio con un movimiento asociativo fuerte, que las entidades luchan continuamente por sacar a flote. Como ejemplo, el de la asociación Desal, donde se trabaja contra la adicciones y, dentro de la prevención, se forman a jóvenes de la zona en distintos oficios.

Estado lamentable de una de las fachadas.
Estado lamentable de una de las fachadas. / Juan Carlos Muñoz

"Tenemos talleres de secundaria, formativos, laborales, de cocina, hostelería, grupos de mujeres de autoayuda...", explica Julio Prieto, que el pasado miércoles estaba impartiendo clase a un grupo de jóvenes que se forman para trabajar en la hostelería. "Yo doy la parte de orientación laboral, y una compañera imparte los conceptos más técnicos de hostelería. Prácticamente todos los chicos salen con trabajo, porque ahora mismo en Sevilla hay mucha demanda en el sector, que está a tope. Otros salen a formarse en la Secundaria, que algunos no la tienen, u otro tipo de cursos más especializados. Es una forma de echar una mano en lo que podemos, con los pocos recursos que tenemos, para que los jóvenes tengan una segunda oportunidad y estén quitados de la calle". El futuro del barrio pasa por ellos.

Un tendedero colgado de una ventana.
Un tendedero colgado de una ventana. / Juan Carlos Muñoz
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